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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

La mujer hizo varias reverencias. Pero el oso soltó un gruñido y avanzó pesadamente<br />

hacia ella. Después le rugió a la mujer unas palabras que ella no entendió,<br />

pero que, a pesar de todo, conocía muy bien. Acto seguido dio media vuelta<br />

y corrió montaña abajo a la mayor velocidad que pudo. Corrió bajo los árboles<br />

cuyas hojas parecían estrellas. Y, entretanto, no paraba de repetir "Arigato<br />

zaishö", para dar las gracias a los árboles por haber levantado sus ramas para<br />

que ella pudiera pasar. Más adelante tropezó con las rocas que parecían hogazas<br />

de pan y gritó "Arigato zaishö" para dar las gracias a la montaña por haberle<br />

permitido subir sobre su cuerpo.<br />

A pesar de que tenía la ropa hecha jirones y de que llevaba el cabello desgreñado<br />

y el rostro sucio, bajó corriendo por los peldaños de piedra que conducían<br />

a la aldea, recorrió el camino de tierra que la atravesaba y entró en la choza<br />

donde la anciana curandera permanecía sentada al amor de la lumbre.<br />

—¡Mira, mira! ¡Ya lo tengo, lo he encontrado, se lo he pedido, un Pelo del<br />

oso de la luna creciente! —gritó.<br />

—Ah, muy bien —dijo la curandera con una sonrisa. Estudió detenidamente<br />

a la joven, tomó el purísimo pelo blanco y lo acercó a la lumbre. Sopesó el pelo<br />

en su vieja mano, lo midió con un dedo y exclamó—: ¡Sí! Es un auténtico pelo del<br />

oso de la luna creciente.<br />

De pronto se volvió y arrojó el pelo al fuego donde éste crujió y se consumió<br />

con una brillante llama anaranjada.<br />

—¡No! —gritó la joven esposa—. ¿Qué has hecho?<br />

—Tranquilízate. Es algo muy beneficioso. Todo va bien —dijo la curandera—.<br />

¿Recuerdas cada uno de los pasos que diste para subir a la montaña? ¿Recuerdas<br />

todos los pasos que diste para ganarte la confianza del oso de la luna<br />

creciente? ¿Recuerdas lo que viste, lo que oíste, lo que sentiste?<br />

—Sí —contestó la joven—, lo recuerdo muy bien.<br />

La anciana curandera la miró con una dulce sonrisa y le dijo:<br />

—Te ruego, hija mía, que regreses a casa con los nuevos conocimientos que<br />

has adquirido y obres de la misma manera con tu esposo.<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

Las enseñanzas de la cólera<br />

El tema central del cuento, la búsqueda de un objeto mágico, se halla presente<br />

en el mundo entero. En algunos casos es la mujer la que hace el viaje, en<br />

otros es un hombre. El objeto mágico que se busca puede ser una pestaña, un<br />

pelo de la nariz, una sortija, una pluma o algún otro elemento físico. Las variaciones<br />

del tema de la parte o el pellejo de un animal como tesoro se registran en<br />

Corea, Alemania o los Urales. En Japón, el animal del cuento es a veces un oso y<br />

otras una raposa. En Rusia el objeto buscado es la barba de un oso. En un cuento<br />

de mi familia, el pelo pertenece a la barbilla de la propia Baba Yagá.<br />

El cuento de "El oso de la luna creciente" pertenece a la categoría que yo<br />

denomino de cuentos rendija. Los cuentos rendija nos ofrecen una fugaz visión de<br />

las estructuras curativas y los significados más profundos, aparte de su contenido<br />

manifiesto. El contenido de este cuento nos muestra que la paciencia es un<br />

auxiliar de la cólera, pero el mensaje más profundo se refiere a lo que tiene que<br />

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