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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

Se suele considerar una colectividad la cultura (2) que rodea a un individuo, cosa<br />

que efectivamente es así, si bien la definición de Jung era "los muchos comparados<br />

con el uno". Todos recibimos la influencia de muchas colectividades, tanto de<br />

los grupos a los que pertenecemos como de aquellos de los que no somos miembros.<br />

Tanto si son de carácter educativo como si son de carácter espiritual, económico,<br />

laboral, familiar o de otra clase, las colectividades que nos rodean reparten<br />

grandes recompensas y castigos no sólo entre sus miembros sino también<br />

entre los que no lo son, y tratan de ejercer influencia y de controlar toda suerte<br />

de cosas, desde nuestros pensamientos hasta nuestra elección de los amantes o<br />

de la actividad laboral. También es posible que desprecien o nos disuadan de entregarnos<br />

a las actividades que no están de acuerdo con sus preferencias.<br />

En este cuento, la anciana es el símbolo del rígido guardián de la tradición<br />

colectiva, un agente que veía por el cumplimiento del statu quo, del "pórtate bien;<br />

no provoques perturbaciones; no pienses demasiado; no se te vayan a ocurrir<br />

grandes proyectos; procura pasar desapercibida; sé una copia de papel carbón; sé<br />

amable; contesta que sí aunque algo no te guste, no encaje, no tenga el tamaño<br />

adecuado y duela". Y así sucesivamente.<br />

El hecho de seguir un sistema de valores tan apagado provoca una enorme<br />

pérdida de la conexión del alma. Cualesquiera que sean las asociaciones o las<br />

influencias de la colectividad, nuestro desafío en nombre del alma salvaje y de<br />

nuestro espíritu creativo es el de no mezclarnos con ninguna colectividad sino<br />

distinguirnos de aquellos que nos rodean y construir puentes que puedan volver<br />

a unirnos a ellos cuando nos apetezca. Nosotras tenemos que decidir qué puentes<br />

deberán ser fuertes y estar bien transitados y qué otros puentes deberán mantenerse<br />

vacíos e incompletos. Y las colectividades con las que nos relacionemos deberán<br />

ser las que ofrezcan el máximo apoyo a nuestra alma y nuestra vida creativa.<br />

La mujer que trabaja en una universidad pertenece a una colectividad académica.<br />

No deberá fundirse con cualquier cosa que le ofrezca el ambiente de dicha<br />

colectividad, sino añadirle su propio sabor especial. Como criatura integral, a<br />

menos que haya creado en su vida otras fuerzas capaces de impedirlo, no puede<br />

permitirse el lujo de convertirse en un tipo de persona desequilibrada e irritable,<br />

de "hago mi trabajo, me voy a casa, vuelvo... ". Cuando una mujer intenta formar<br />

parte de una asociación, organización o familia que desdeña examinarla por dentro<br />

para ver de qué está hecha, que no pregunta "¿Qué induce a esta persona a<br />

correr?" y que no se esfuerza en absoluto en plantearle retos o en animarla en<br />

toda la medida de sus posibilidades, su capacidad de prosperar y crear disminuye<br />

considerablemente. Cuanto más duras son las circunstancias, tanto más se<br />

siente exiliada en unos desolados yermos en los que nada puede crecer.<br />

El hecho de apartar su vida y su mente de la aplanada forma de pensar colectiva<br />

y de desarrollar sus singulares talentos f re los logros más importantes<br />

que una mujer puede alcanzar, pues semejantes actos impiden que tanto el alma<br />

como la psique se deslicen hacia la esclavitud. Una cultura que promueve auténticamente<br />

el desarrollo individual jamás convertirá en esclavo a ningún grupo o<br />

sexo.<br />

Pero la niña del cuento acepta los resecos valores de la anciana. entonces<br />

se convierte en una fiera que pasa del estado natural a la cautividad. Muy pronto<br />

será arrojada al yermo de los diabólicos zapatos rojos, pero sin la ayuda de su<br />

innata intuición e incapaz por tanto de percibir los peligros.<br />

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