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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

se puede vivir diaria y simultáneamente en el mundo exterior y en el subterráneo?<br />

¿Qué hay que hacer para descender al mundo subterráneo por la propia<br />

cuenta? ¿Qué circunstancias de la vida ayudan a la mujer a efectuar el descenso?<br />

¿Podemos elegir entre bajar o quedarnos arriba? ¿Qué ayuda espontánea<br />

hemos recibido de la naturaleza instintiva durante este período?<br />

Cuando las mujeres (o los hombres) se encuentran en este estado de doble<br />

ciudadanía, a veces cometen el error de pensar que lo mejor que se puede hacer<br />

es apartarse del mundo exterior con las ineludibles obligaciones y tareas que éste<br />

nos impone y que tanta irritación nos causan. Sin embargo, éste no es el mejor<br />

camino, pues en tales circunstancias el mundo exterior es la única cuerda atada<br />

al tobillo de la mujer que anda sin rumbo y trabaja colgada boca abajo en el<br />

mundo subterráneo. Se trata de un período extremadamente importante en el<br />

que lo del mundo exterior tiene que desempeñar el papel que le corresponde,<br />

creando una tensión y un equilibrio "de otro mundo" que nos ayuden a alcanzar<br />

un final positivo.<br />

Por eso vagamos sin rumbo por el camino, preguntándonos —más bien<br />

musitando para nuestros adentros, si hemos de ser sinceras— "¿Soy de este<br />

mundo o del otro?", y contestando "Soy de los dos". Y pensamos en ello mientras<br />

proseguimos nuestra marcha. Una mujer que se encuentra en semejante proceso<br />

tiene que pertenecer a ambos mundos. Precisamente el hecho de vagar sin rumbo<br />

de esta manera es lo que nos ayuda a vencer los últimos vestigios de resistencia y<br />

arrogancia y a acallar las últimas objeciones que pudiéramos poner, pues este<br />

tipo de vagabundeo resulta agotador. Pero, al mismo tiempo, este tipo de cansancio<br />

nos induce a abandonar finalmente los temores y ambiciones del ego y a aceptar<br />

lo que viene. Gracias a ello, nuestra comprensión del período que hemos pasado<br />

en las selvas subterráneas será profunda y total.<br />

En el cuento, la segunda pera se inclina para alimentar a la doncella y,<br />

puesto que el rey es el hijo de la vieja Madre Salvaje y el vergel le pertenece a ella,<br />

la joven está saboreando, en realidad, los frutos de los secretos de la vida y la<br />

muerte. Puesto que el fruto es una imagen primordial de los ciclos del florecimiento,<br />

el desarrollo, la maduración y el declive, el hecho de comerlo inserta en la<br />

iniciada un reloj o cronómetro psíquico que conoce las pautas de la Vida/Muerte/Vida<br />

y que, a partir de este instante, suena cuando llega el momento<br />

de que muera una cosa e inmediatamente centra su atención en el nacimiento de<br />

otra.<br />

¿Cómo encontramos la pera? Sumergiéndonos en los misterios de lo femenino,<br />

en los ciclos de la tierra, los insectos, los animales, los pájaros, los árboles,<br />

las flores, las estaciones, el fluir de los ríos y los niveles de sus aguas, en el pelaje<br />

de los animales, más o menos tupido según las estaciones, en los ciclos de la<br />

opacidad y la transparencia de nuestros procesos de individuación y en nuestros<br />

ciclos de necesidad y disminución de la sexualidad, en la religión, el ascenso y el<br />

descenso.<br />

Comer la pera significa alimentar nuestra profunda hambre de escribir,<br />

pintar, esculpir, tejer, soltar nuestro discurso, defender algo, exponer esperanzas,<br />

ideas y creaciones que jamás se hayan visto en este mundo. Resulta extremadamente<br />

nutritivo volver a integrar en nuestra vida moderna todas las pautas y<br />

principios de sensibilidad innata y todos los ciclos que ahora enriquecen nuestra<br />

vida.<br />

Ésta es la verdadera naturaleza del árbol psíquico: crece, se nos ofrece, lo<br />

usamos, deja semillas de nuevas cosas, nos ama. Tal es el misterio de la Vi-<br />

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