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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

Se produce en nosotras un momento de crisis cuando esperamos aquello<br />

que estamos seguras será nuestra destrucción, nuestro final. Ello nos induce,<br />

como a la doncella del cuento, a inclinar el oído hacia la lejana voz de tiempos<br />

ancestrales, una voz que nos dice lo que debernos hacer para conservar la fuerza<br />

y la pureza y sencillez espiritual. Una vez en que estaba desesperada, soñé que<br />

una voz me decía: "Toca el sol." Después de aquel sueño, cada día y dondequiera<br />

que fuera, apoyaba la espalda, la planta del pie o la palma de la mano en los rectángulos<br />

de luz solar de las paredes, los suelos y las puertas. Me apoyaba y descansaba<br />

sobre aquellas doradas formas. Y éstas actuaban a modo de turbina para<br />

mi espíritu. No sé cómo, pero así era.<br />

Si prestamos atención a las voces del sueño, las imágenes, los cuentos —<br />

sobre todo, los de nuestra vida—, nuestro arte, a las personas que nos han precedido<br />

y nos prestamos atención las unas a las otras, algo recibiremos, incluso<br />

varios algos que serán ritos psicológicos personales y nos servirán para consolidar<br />

esta fase del proceso (9).<br />

Los huesos de este cuento proceden de la época en que se dice que las diosas<br />

peinaban el cabello de las mujeres mortales y las amaban con todo su corazón.<br />

En este sentido comprendemos que los descensos de este cuento son los que<br />

atraen a la mujer al remoto pasado, a las ancestrales líneas maternas del mundo<br />

subterráneo. Ésta es la tarea, regresar a través de las brumas del tiempo al lugar<br />

de La Que sabe, donde ella nos espera y nos tiene preparados unos vastos conocimientos<br />

del mundo subterráneo que serán muy valiosos para nuestro espíritu y<br />

nuestras personas en el mundo exterior.<br />

En las antiguas religiones, el hecho de vestirse con pureza y prepararse para<br />

la muerte hace que la persona sea inmune e inaccesible al mal. Rodearse de la<br />

protección de la Madre Salvaje —el círculo de tiza de la oración, el pensamiento<br />

sublime o la preocupación por un resultado beneficioso para el alma— nos permite<br />

hacer el descenso psicológico sin apartarnos del camino y sin que la diabólica<br />

fuerza contraria de la psique apague nuestra vitalidad.<br />

Aquí estamos pues, vestidas y protegidas al máximo, esperando nuestro<br />

destino. Pero la doncella llora y derrama lágrimas sobre sus manos. Al principio,<br />

cuando la psique llora inconcientemente, no podemos oírla; a lo más que llegamos<br />

es a experimentar una sensación de impotencia. La doncella sigue llorando.<br />

Sus lágrimas son la germinación de aquello que la defiende, de lo que purifica la<br />

herida que ha recibido.<br />

C. S. Lewis escribió acerca de la botella de lágrimas infantiles capaz de sanar<br />

cualquier herida con sólo una gota. Las lágrimas en los mitos derriten el hielo<br />

del corazón. En "El niño de piedra" (10) un cuento que yo he ampliado a partir de<br />

un poético canto que me facilitó hace años mi querida madrina inuit Mary Uukalat,<br />

las ardientes lágrimas de un niño hacen que una fría piedra se rompa y libere<br />

un espíritu protector. En el cuento "Mary Culhane", el demonio que se ha apoderado<br />

de Mary no puede entrar en ninguna casa en la que un corazón sincero<br />

haya derramado lágrimas; para el demonio éstas son como el "agua bendita". A lo<br />

largo de la historia las lágrimas han cumplido tres misiones: han atraído a los<br />

espíritus, han rechazado a los que pretendían ahogar y encadenar al alma sencilla<br />

y han sanado las heridas de los pactos desventajosos hechos por los seres<br />

humanos.<br />

Hay veces en la vida de una mujer en que ésta llora sin cesar y, aunque<br />

cuente con la ayuda y el apoyo de sus seres queridos, no puede dejar de llorar.<br />

Hay algo en sus lágrimas que mantiene al depredador a raya y aparta el malsano<br />

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