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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

El prodigio y el dolor del regreso al lugar del hogar salvaje estriba en que<br />

podemos visitarlo, pero no podemos quedarnos en él. Por muy maravilloso que<br />

sea el hogar más profundo que imaginar se pueda, no podemos permanecer para<br />

siempre bajo el agua sino que tenemos que salir de nuevo a la superficie. Como<br />

Ooruk, que es cuidadosamente depositado en la pedregosa orilla, regresamos a<br />

nuestras vidas del mundo exterior rebosantes de nuevo vigor. Aun así, el momento<br />

en que nos depositan en la orilla y volvemos a quedarnos solas resulta un poco<br />

triste. En los antiguos ritos místicos, los iniciados que regresaban al mundo exterior<br />

también experimentaban una sensación agridulce. Se alegraban y se sentían<br />

vigorizados, pero al principio experimentaban cierta nostalgia.<br />

El remedio para esta tristeza nos lo da la mujer foca cuando le dice a su<br />

hijo: "Yo siempre estoy contigo. Toca lo que yo he tocado, los palillos de encender<br />

el fuego, mi ulu, mi cuchillo, mis piedras labradas en figuras de nutrias y focas, y<br />

yo infundiré en tus pulmones un aliento para que puedas cantar tus canciones."<br />

(17) Sus palabras encierran una clase especial de promesa salvaje. Dan a entender<br />

que no debemos dedicar demasiado tiempo al inmediato anhelo de regresar. Tenemos<br />

que procurar, por el contrario, comprender estas herramientas e interactuar<br />

con ellas para percibir su presencia como si fuéramos la piel de un tambor<br />

golpeada por una mano salvaje.<br />

Los inuit dicen que estas herramientas pertenecen a "una mujer de verdad".<br />

Son lo que necesita una mujer para "labrarse su propia vida". Su cuchillo<br />

corta, viste, libera, dibuja, hace que los materiales encajen. Su conocimiento de<br />

los palillos para encender el fuego le permite encender el fuego en las más adversas<br />

condiciones. Sus piedras labradas expresan su sabiduría mística, su repertorio<br />

curativo y su unión personal con el mundo del espíritu.<br />

Utilizando la terminología psicológica, estas metáforas tipifican las fuerzas<br />

comunes a la naturaleza salvaje. En la psicología junguiana clásica, algunos podrían<br />

denominar este tándem el eje del ego—yo. En el argot de los cuentos de<br />

hadas el cuchillo es, entre otras cosas, una herramienta visionaria destinada a<br />

cortar la oscuridad y ver las cosas Ocultas. Las herramientas para encender el<br />

fuego representan la capacidad de crear el propio alimento, de transformar la<br />

propia vida en una vida nueva, de repeler el negativismo inútil. Se pueden considerar<br />

la representación de un impulso innato que refuerza los materiales básicos<br />

de la psique. Tradicionalmente, los fetiches y talismanes ayudan a la heroína y al<br />

héroe de los cuentos de hadas a recordar la cercanía de las fuerzas del mundo<br />

espiritual.<br />

Para una mujer moderna, el ulu, es decir, el cuchillo, simboliza la perspicacia,<br />

la disposición y la capacidad de alejarse de lo superfluo, de imponerse unos<br />

objetivos claros y de labrarse unos nuevos principios. La capacidad de encender<br />

el fuego representa su capacidad de levantarse después de un fracaso, de crear<br />

pasión en su propio nombre y de quemar algo hasta dejarlo reducido a cenizas en<br />

caso necesario. Las piedras labradas encarnan el recuerdo de su propia conciencia<br />

salvaje y su unión con la vida instintiva natural.<br />

Como el hijo de la mujer foca, aprendemos que el hecho de acercarnos a las<br />

creaciones de la madre del alma es llenarnos de ella. Aunque la madre haya regresado<br />

junto a su pueblo, podemos percibir toda su fuerza mediante las capacidades<br />

femeninas de la perspicacia, la pasión y la unión con la naturaleza salvaje.<br />

Su promesa es la de que si establecemos contacto con las herramientas de su<br />

fuerza psíquica, percibiremos su neuma; su aliento entrará en nuestro aliento y<br />

nos sentiremos llenas de un aire sagrado que nos permitirá cantar. Los inuit di-<br />

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