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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

rrir a continuación. Y ahora viene la parte más importante del cuento: se acerca<br />

la primavera, se acelera la llegada de la nueva vida, es posible un nuevo giro, un<br />

nuevo intento. Lo más importante es resistir y perseverar, pues la vida salvaje<br />

promete lo siguiente: después del invierno, viene siempre la primavera.<br />

El amor al alma<br />

Resiste. Sigue resistiendo. Haz tu trabajo. Encontrarás tu camino. Al final<br />

del cuento, los cisnes reconocen al patito como uno de los suyos antes de que él<br />

lo haga. Eso es muy típico en las mujeres exiliadas. Después de su duro peregrinaje,<br />

consiguen cruzar la frontera y entrar en su territorio doméstico, pero a menudo<br />

tardan algún tiempo en darse cuenta de que las miradas de la gente ya no<br />

son despectivas y con frecuencia son neutrales cuando no admirativas y aprobatorias.<br />

Cabría pensar que, tras haber encontrado su propio territorio psíquico, las<br />

mujeres tendrían que sentirse desbordantemente felices. Pero no es así. Durante<br />

algún tiempo por lo menos, se sienten terriblemente desconfiadas. ¿De veras me<br />

aprecia esta gente? ¿De veras me encuentro a salvo aquí? ¿Me perseguirán? ¿Podré<br />

dormir ahora de verdad con los dos ojos cerrados? ¿Está bien que me comporte<br />

como... un cisne? Al cabo de algún tiempo los recelos desaparecen y se inicia<br />

la siguiente fase del regreso a la propia persona que consiste en la aceptación<br />

de la singular belleza del propio ser, es decir, del alma, salvaje de la que estamos<br />

hechas.<br />

Probablemente no hay ningún medio mejor ni más fidedigno de averiguar si<br />

una mujer ha pasado por la condición de patito feo en —algún momento de su<br />

vida o a lo largo de toda su vida que su incapacidad de digerir un cumplido sincero.<br />

Aunque semejante comportamiento se podría atribuir a la modestia o a la timidez<br />

—y a pesar de que demasiadas heridas graves se despachan a la ligera como<br />

"pura timidez" (14)— a menudo un cumplido se rechaza con torpes tartamudeos<br />

porque desencadena un automático y desagradable diálogo en la mente de<br />

la—mujer.<br />

Si alguien le dice que es encantadora o pondera la belleza de su arte o la felicita<br />

por algo que su alma inspiró o en lo que participó o intervino, algo en su<br />

mente le dice que no lo merece y tú, la persona que la felicita, eres una idiota por<br />

pensar tal cosa. En lugar de comprender que la belleza de su alma resplandece<br />

cuando ella es ella misma, la mujer cambia de tema y arrebata literalmente el<br />

alimento al yo espiritual que vive del reconocimiento y de la admiración.<br />

Por consiguiente, ésta es la tarea final de la exiliada que encuentra a los<br />

suYos: no sólo aceptar la propia individualidad, la propia identidad específica<br />

como persona de un tipo determinado, sino también la propia belleza, la forma de<br />

la propia alma y el reconocimiento de que el hecho de vivir en contacto con esa<br />

criatura salvaje nos transforma a nosotras y transforma todo lo que toca.<br />

Cuando aceptamos nuestra belleza salvaje, la colocamos en perspectiva y<br />

ya no somos conmovedoramente concientes de ella, pero por nada del mundo la<br />

abandonaríamos ni la negaríamos. ¿Sabe una loba lo hermosa que es cuando salta?<br />

¿Sabe la hembra de un felino lo hermosas que son las formas que crea cuando<br />

se sienta? ¿Se impresiona un pájaro por el rumor que oye cuando despliega<br />

las alas? Cuando aprendemos de ellos, nos comportamos de acuerdo con nuestra<br />

verdadera manera de ser y no nos echamos atrás ni nos escondemos en presen-<br />

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