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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

funda conciencia de su destino, constituye una transformación auténticamente<br />

milagrosa. Con los ojos mirando de frente, las palmas de las manos extendidas y<br />

el oído del yo instintivo intacto, la mujer entra en la vida derrochando poder.<br />

En esta versión la doncella ha llevado a cabo su tarea de tal forma que,<br />

cuando necesita la ayuda de sus manos para percibir y proteger su avance, las<br />

recupera. Se le regeneran por medio del temor de perder al Yo—hijo. La regeneración<br />

de la comprensión de su vida y su tarea hace que a veces se produzca una<br />

pausa momentánea en la tarea de la mujer, pues ésta no confía por entero en sus<br />

fuerzas recién adquiridas. A veces las somete a prueba durante algún tiempo para<br />

comprender su verdadero alcance.<br />

A menudo tenemos que re—formar nuestras ideas acerca de que "si alguna<br />

vez hemos perdido el poder (las manos), jamás lo recuperaremos". Después de<br />

todas nuestras pérdidas y nuestros sufrimientos, descubrimos que, si nos inclinamos,<br />

recibiremos la recompensa de agarrar al hijo al que tanto apreciamos.<br />

Eso es lo que siente la mujer, que, al final, ha conseguido agarrar de nuevo su<br />

vida. Tiene unas palmas con las que puede "ver" y moldear una vez más su vida.<br />

En todo momento ha recibido la ayuda de las fuerzas intrapsíquicas y ha conseguido<br />

madurar considerablemente. Ahora se encuentra realmente "en el interior<br />

de su Yo".<br />

Ya estamos casi al final del recorrido por el inmenso territorio de este largo<br />

cuento. Sólo nos queda por recorrer un trecho de crescendo y culminación. Puesto<br />

que se trata de una introducción en el misterio/ dominio de la resistencia, recorramos<br />

con paso firme y decidido esta última etapa de nuestro viaje por el<br />

mundo subterráneo.<br />

La séptima fase: La esposa y el esposo salvajes<br />

Cuando regresa el rey, éste y su madre comprenden que el demonio ha saboteado<br />

sus mensajes. El rey decide someterse a una purificación: dejar de comer<br />

y beber y viajar hasta donde alcanza la vista para encontrar a la doncella y a su<br />

hijo. La búsqueda dura siete años. Se le ennegrecen las manos, su barba adquiere<br />

un mohoso color pardo como el del musgo, sus ojos están resecos y enrojecidos.<br />

Durante todo este tiempo no come ni bebe, pero una fuerza superior a él lo<br />

ayuda a vivir.<br />

Al final, llega a la posada regentada por los habitantes del bosque. Allí lo<br />

cubren con un velo, se queda dormido y, al despertar, ve que una bella mujer y<br />

un precioso niño lo están mirando.<br />

—Soy tu esposa y éste es tu hijo —le dice la joven reina.<br />

El rey está dispuesto a creerla, pero ve que la doncella tiene manos.<br />

—Por mis sufrimientos y mis desvelos, me han vuelto a crecer las manos —<br />

añade ella.<br />

Y entonces la mujer vestida de blanco saca las manos de plata del arca<br />

donde se conservaban como un tesoro. Se celebra una fiesta espiritual. El rey, la<br />

reina y su hijo regresan junto a la madre del rey y celebran una segunda boda.<br />

Aquí, al final del cuento, la mujer que ha efectuado este continuado descenso<br />

consigue reunir una sólida cuaternidad de poderes espirituales: el animus<br />

del rey, el Yo—hijo, la vieja Madre Salvaje y la doncella iniciada. Se ha lavado y<br />

purificado muchas veces. La aspiración de su ego a una vida segura ya no lleva la<br />

voz cantante. Ahora la guía de la psique es esta cuaternidad.<br />

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