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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

extrañar que la gente corra a echarse en sus brazos. Aquello que uno teme es capaz<br />

de fortalecer y sanar.<br />

La fase de la persecución y el escondite es el período durante el cual los<br />

amantes intentan racionalizar su temor a los ciclos de la Vida/Muerte/ Vida del<br />

amor. Se dicen "Con otra persona me irán mejor las cosas", o "No quiero renunciar<br />

a (llénese el espacio en blanco)...", o "No quiero cambiar de vida", o "No quiero<br />

enfrentarme con mis heridas o con las de otra persona", o "Aún no estoy preparado",<br />

o "No quiero que me transformen sin antes averiguar con todo detalle<br />

qué pareceré/sentiré después".<br />

Es un período en el que los pensamientos están todos revueltos, en el que<br />

uno busca desesperadamente un refugio y el corazón le late con fuerza no porque<br />

ama y es amado sino de puro miedo. ¡Mira que haber sido atrapado por la Dama<br />

de la Muerte! ¡Ay! ¡Qué horror encontrarse cara a cara con la fuerza de la Vida/Muerte/Vida!<br />

¡Doble ay!<br />

Algunos cometen el error de pensar que escapan corriendo de la relación<br />

con su amante. Pero no es así. No se escapan del amor ni de las presiones de la<br />

relación. Intentan dejar atrás la misteriosa fuerza de la Vida/Muerte/Vida. La<br />

psicología diagnostica esta situación como "temor a la intimidad, temor al compromiso".<br />

Pero eso no son más que síntomas. La cuestión más profunda es la incredulidad<br />

y la desconfianza. Los que andan siempre huyendo temen en realidad<br />

vivir de acuerdo con los ciclos de la naturaleza salvaje e integral.<br />

Así pues, la Dama de la Muerte persigue al hombre a través del agua y cruza<br />

la frontera que separa el inconciente de la conciencia de la mente. La psique<br />

conciente se da cuenta de lo que ha atrapado e intenta desesperadamente dejarlo<br />

atrás. Lo hacemos constantemente en nuestra vida cuando aparece algo temible.<br />

No prestamos atención y seguimos tirando de ello hacía arriba, en la creencia de<br />

que es un gran trofeo. Y es efectivamente un tesoro, pero no de la clase que nosotros<br />

habíamos imaginado. Es un tesoro que, por desgracia, nos han enseñado a<br />

temer. Y entonces intentamos huir o desprendernos de él o embellecerlo para que<br />

parezca lo que no es. Pero no da resultado. Al final, todos tenemos que besar a la<br />

vieja bruja.<br />

En el amor tiene lugar el mismo proceso. Nosotros sólo queremos la belleza,<br />

pero acabamos enfrentándonos con lo malo. Tratamos de apartar de un empujón<br />

a la Mujer Esqueleto, pero ella sigue adelante. Echamos a correr y nos sigue. Es<br />

la gran maestra que siempre habíamos afirmado querer. "¡Pero no ésta!", gritamos<br />

cuando la vernos aparecer. Queremos otra. Lástima. Ésta es la maestra que a todos<br />

nos toca.<br />

Hay un dicho según el cual, cuando el alumno está preparado, aparece la<br />

profesora. Quiere decir que la maestra interior aflora a la superficie cuando el<br />

alma, no el ego, está preparada. La maestra se presenta siempre que el alma la<br />

llama... menos mal, pues el ego nunca está del todo preparado. Si la aparición de<br />

la maestra dependiera exclusivamente del ego, nos quedaríamos toda la vida sin<br />

maestra. En eso tenemos suerte, pues el alma sigue transmitiendo sus deseos sin<br />

tener en cuenta las opiniones perennemente cambiantes de nuestros egos.<br />

Cuando las cosas en las relaciones amorosas se enredan y adquieren un<br />

cariz alarmante, la gente teme que el final esté cerca, pero no así. Dado que se<br />

trata de una cuestión arquetípica y dado que la Mujer Esqueleto cumple la función<br />

del destino, el héroe se tiene que perder por el horizonte, la Dama de la<br />

Muerte tiene que presentarse inmediatamente después y el amante en período de<br />

adiestramiento tiene que entrar a gatas en su pequeña choza, ladeando y con-<br />

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