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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

mundo enmudece también lo natural y lo salvaje. Y, al final, enmudecen el lobo,<br />

el oso y los depredadores. Enmudecen los cantos, los bailes y las creaciones.<br />

Enmudecen el amor, las reparaciones y los abrazos. Privados del aire puro, el<br />

agua y las voces de la conciencia.<br />

Pero en aquellos tiempos, y todavía con demasiada frecuencia hoy en día, a<br />

pesar de que las mujeres experimentaban una profunda nostalgia de la libertad<br />

salvaje, por fuera seguían fregando la porcelana con lejía, utilizando limpiahogares<br />

cáusticos, quedándose, tal como decía Sylvia Plath, "atadas a sus lavadoras<br />

Bendix". Allí lavaban y enjuagaban sus ropas en agua demasiado caliente para la<br />

piel humana y soñaban con un mundo distinto (19). Cuando los instintos resultan<br />

heridos, los seres humanos "normalizan" repetidamente las agresiones, los actos<br />

de injusticia y de destrucción que se cometen contra ellos, sus hijos, sus seres<br />

queridos, su tierra e incluso sus dioses. Esta normalización de lo vergonzoso y lo<br />

ofensivo se rechaza restableciendo el Instinto herido. Cuando el instinto se restablece,<br />

regresa la naturaleza integral salvaje. En lugar de bailar en el bosque con<br />

los zapatos rojos hasta que la vida se convierte en una tortura absurda, podemos<br />

regresar a la vida hecha a mano, a la vida enteramente significativa, hacernos<br />

nuevamente las zapatillas, dar nuestros paseos y conversar en la forma que nos<br />

es propia.<br />

Aunque no cabe duda de que se aprenden muchas cosas, disolviendo las<br />

propias proyecciones (eres cruel, me haces daño) y contemplando hasta qué extremo<br />

nosotras somos crueles y nos hacemos daño, la investigación no tiene en<br />

modo alguno que acabar aquí.<br />

La trampa que hay en el interior de la trampa es pensar que todo se arregla<br />

disolviendo la proyección y buscando la conciencia que tenemos dentro. Eso es<br />

cierto algunas veces y otras no. En lugar de perder el tiempo con el paradigma de<br />

"o eso/o lo otro" —aquí afuera ocurre algo o nos ocurre algo a nosotros—, es más<br />

útil emplear un modelo de "y/y". Este modelo tiene en cuenta la cuestión interior<br />

y la cuestión exterior, permite una investigación más exhaustiva, es mucho más<br />

curativo en todas direcciones y presta su apoyo a las mujeres para que pongan<br />

en tela de juicio el statu quo con más confianza, para que no se miren únicamente<br />

a sí mismas sino que miren también el mundo que accidental, inconciente o<br />

maliciosamente ejerce presión sobre ellas. El paradigma del "y/y" no debe utilizarse<br />

como modelo de reproche al propio yo o a los demás, sino más bien como<br />

un medio de sopesar y juzgar el sentido de la responsabilidad tanto interior como<br />

exterior y lo que se tiene que cambiar, pedir o sombrear. Detiene la fragmentación<br />

cuando una mujer trata de reparar todo lo que tiene a su alcance sin menospreciar<br />

sus propias necesidades ni apartarse del mundo.<br />

Muchas mujeres consiguen en cierto modo resistir en estado de cautividad,<br />

pero viven media vida o un cuarto de vida o una milésima parte de vida. Lo consiguen,<br />

pero a costa de vivir amargadas hasta el fin de sus días. Es posible que se<br />

desesperen y, como un niño que se ha pasado el rato llorando desconsoladamente<br />

sin que nadie acuda a consolarlo, pueden hundirse en el silencio y en una desesperanza<br />

mortal. Después sobreviene el cansancio y la desesperación. La jaula<br />

está cerrada.<br />

Trampa 8: La danza descontrolada, la obsesión y la adicción<br />

La anciana ha cometido tres errores de juicio. A pesar de que, en la situación<br />

ideal, tendría que ser la guardiana y la guía de la psique, está demasiado<br />

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