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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

Puede imponer su propia voluntad a los que dependen de ella o puede amenazarlos<br />

con el término de la relación o la retirada del afecto. Puede abstenerse de<br />

hacer una alabanza o de reconocer el mérito de alguien y comportarse en general<br />

como si tuviera los instintos heridos. Está demostrado que la psique de la persona<br />

que trata a los demás de esta manera se encuentra bajo los efectos de un fuerte<br />

ataque de un demonio que le está haciendo exactamente lo mismo a ella.<br />

Muchas mujeres en esta situación deciden lanzarse a una campaña de limpieza<br />

y resuelven dejar de ser antipáticas y mostrarse amables y generosas. Es<br />

una decisión encomiable y un alivio para cuantos rodean a la mujer, siempre y<br />

cuando ésta no se identifique demasiado con el hecho de ser una persona generosa,<br />

tal como le ocurrió al hombre del cuento que está en el oasis y, gracias a<br />

servir a los demás, se va encontrando cada vez mejor y se identifica con la anodina<br />

uniformidad de su vida.<br />

De igual modo, la mujer que evita todos los enfrentamientos se va encontrando<br />

cada vez mejor. Pero se trata de una situación transitoria. Éste no es el<br />

aprendizaje que andamos buscando. El aprendizaje que andamos buscando consiste<br />

en saber cuándo podemos dar rienda suelta a la justa cólera y cuándo no.<br />

El cuento no gira en torno a la aspiración a la santidad, sino en torno a la sabiduría<br />

necesaria para saber cuándo tenemos que comportarnos de una forma integral<br />

y salvaje. Por regla general, los lobos evitan los enfrentamientos, pero,<br />

cuando tienen que defender su territorio o cuando algo o alguien los acosa o los<br />

acorrala sin cesar, estallan con la impresionante fuerza que les es propia. Ocurre<br />

muy raras veces, pero la capacidad de expresar su cólera figura en su repertorio y<br />

también tendría que figurar en el nuestro.<br />

Se han hecho muchas conjeturas acerca del temor y los temblores que el<br />

impresionante poder de una mujer enfurecida es capaz de producir en los demás.<br />

Pero eso constituye a todas luces una excesiva proyección de las angustias personales<br />

del observador, de la que no cabe culpar en justicia a la mujer. En su<br />

psique instintiva la mujer tiene la capacidad de enfurecerse en grado considerable<br />

cuando se la provoca y no cabe duda de que eso es un poder. La cólera es uno<br />

de los medios innatos que ella posee para poder desarrollar una actividad creativa<br />

y conservar los equilibrios que más aprecia, todo aquello que ama verdaderamente.<br />

No sólo es un derecho sino que, en determinados momentos y en ciertas<br />

circunstancias, constituye para ella un deber moral.<br />

Lo cual significa que llega un momento en que las mujeres tienen que enseñar<br />

los dientes, exhibir su poderosa capacidad de defender su territorio y decir<br />

"Hasta aquí y no más, se acabó lo que se daba, prepárate, tengo algo que decirte,<br />

ahora verás lo que es bueno".<br />

Como el hombre al principio de "Los árboles secos" y como el guerrero de<br />

"El oso de la luna creciente", muchas mujeres tienen a menudo en su interior un<br />

soldado exhausto y tan cansado de las batallas que ya no quiere oír ni hablar de<br />

eso ni tener nada que ver con todo ello. Ésta es la causa de la aparición de un<br />

oasis reseco en la psique. Se trata siempre, tanto dentro como fuera, de una zona<br />

de gran silencio que está esperando y casi pidiendo a gritos que estalle una tormenta,<br />

que se produzca una rotura, una sacudida, un estropicio que le permita<br />

volver a crear vida.<br />

El hombre del cuento se queda inicialmente anonadado ante el hecho de<br />

haber matado al jinete. Sin embargo, cuando comprende que en aquel caso tenía<br />

que seguir el primer impulso, se libera de la norma excesivamente simple del "no<br />

enfadarse jamás". Como en "El oso de la luna creciente", la iluminación no se<br />

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