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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

su resistencia, fue inexorablemente arrastrada hacia arriba, remolcada por los<br />

huesos de sus propias costillas.<br />

El cazador, que se había vuelto de espaldas para recoger la red, no vio cómo<br />

su calva cabeza surgía de entre las olas, no vio las minúsculas criaturas de<br />

coral brillando en las órbitas de su cráneo ni los crustáceos adheridos a sus viejos<br />

dientes de marfil. Cuando el pescador se volvió de nuevo con la red, todo el<br />

cuerpo de la mujer había aflorado a la superficie y estaba colgando del extremo<br />

del kayak, prendido por uno de sus largos dientes frontales.<br />

"¡Ay!", gritó el hombre mientras el corazón le caía hasta las rodillas, sus<br />

ojos se hundían aterrorizados en la parte posterior de la cabeza y las orejas se le<br />

encendían de rojo. "¡Ay!", volvió a gritar, golpeándola con el remo para desengancharla<br />

de la proa y remando como un desesperado rumbo a la orilla. Como no se<br />

daba cuenta de que la mujer estaba enredada en el sedal, se pegó un susto tremendo<br />

al verla de nuevo, pues parecía que ésta se hubiera puesto de puntillas<br />

sobre el agua y lo estuviera persiguiendo. Por mucho que zigzagueara con el kayak,<br />

ella no se apartaba de su espalda, su aliento se propagaba sobre la superficie<br />

del agua en nubes de vapor y sus brazos se agitaban como si quisieran agarrarlo<br />

y hundirlo en las profundidades.<br />

"¡Aaaaayy!", gritó el hombre con voz quejumbrosa mientras se acercaba a la<br />

orilla. Saltó del kayak con la caña de pescar y echó a correr, pero el cadáver de la<br />

Mujer Esqueleto, tan blanco como el coral, lo siguió brincando a su espalda, todavía<br />

prendido en el sedal. El hombre corrió sobre las rocas y ella lo siguió. Corrió<br />

sobre la tundra helada y ella lo siguió. Corrió sobre la carne puesta a secar y<br />

la hizo pedazos con sus botas de piel de foca.<br />

La mujer lo seguía por todas partes e incluso había agarrado un poco de<br />

pescado helado mientras él la arrastraba en pos de sí. Y ahora estaba empezando<br />

a comérselo, pues llevaba muchísimo tiempo sin llevarse nada a la boca. Al final,<br />

el hombre llegó a su casa de hielo, se introdujo en el túnel y avanzó a gatas hacia<br />

el interior. Sollozando y jadeando permaneció tendido en la oscuridad mientras el<br />

corazón le latía en el pecho como un gigantesco tambor. Por fin estaba a salvo, sí,<br />

a salvo gracias a los dioses, gracias al Cuervo, sí, y a la misericordiosa Sedna,<br />

estaba... a salvo... por fin.<br />

Pero, cuando encendió su lámpara de aceite de ballena, la vio allí acurrucada<br />

en un rincón sobre el suelo de nieve de su casa, con un talón sobre el hombro,<br />

una rodilla en el interior de la caja torácica y un pie sobre el codo. Más tarde<br />

el hombre no pudo explicar lo que ocurrió, quizá la luz de la lámpara suavizó las<br />

facciones de la mujer o, a lo mejor, fue porque él era un hombre solitario. El caso<br />

es que se sintió invadido por una cierta compasión y lentamente alargó sus mugrientas<br />

manos y, hablando con dulzura como hubiera podido hablarle una madre<br />

a su hijo, empezó a desengancharla del sedal en el que estaba enredada.<br />

"Bueno, bueno." Primero le desenredó los dedos de los pies y después los<br />

tobillos. Siguió trabajando hasta bien entrada la noche hasta que, al final, cubrió<br />

a la Mujer Esqueleto con unas pieles para que entrara en calor y le colocó los<br />

huesos en orden tal como hubieran tenido que estar los de un ser humano.<br />

Buscó su pedernal en el dobladillo de sus pantalones de cuero y utilizó<br />

unos cuantos cabellos suyos para encender un poco más de fuego. De vez en<br />

cuando la miraba mientras untaba con aceite la valiosa madera de su caña de<br />

pescar y enrollaba el sedal de tripa. Y ella, envuelta en las pieles, no se atrevía a<br />

decir ni una sola palabra, pues temía que aquel cazador la sacara de allí, la arrojara<br />

a las rocas de abajo y le rompiera todos los huesos en pedazos.<br />

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