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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

CAPÍTULO 10<br />

El agua clara: El alimento de la vida creativa<br />

La creatividad cambia de forma. En determinado momento tiene una forma<br />

y al siguiente tiene otra. Es como un espíritu deslumbrador que se nos aparece a<br />

todos, pero que no se puede describir, pues nadie se pone de acuerdo acerca de<br />

lo que ha visto en medio de aquel brillante resplandor. ¿Son el manejo de los<br />

pigmentos y los lienzos o los desconchados de la pintura y el papel de la pared<br />

unas pruebas de su existencia? ¿Qué tal el papel y la pluma, los macizos de flores<br />

que bordean la calzada del jardín o la construcción de una universidad? Sí,<br />

por supuesto. ¿Planchar bien un cuello de camisa, organizar una revolución?<br />

También. ¿Tocar amorosamente las hojas de una planta, concertar el "acuerdo de<br />

tu vida", cerrar el telar, encontrar la propia voz, amar bien a alguien? También.<br />

¿Sostener en brazos el cálido cuerpo de un recién nacido, educar a un niño hasta<br />

la edad adulta, ayudar a una nación a levantarse? También. ¿Cuidar el matrimonio<br />

como el vergel que efectivamente es, excavar en busca del oro de la psique,<br />

encontrar una palabra hermosa, confeccionar una cortina de color azul? Todo eso<br />

es fruto de la vida creativa. Todas estas cosas pertenecen a la Mujer Salvaje, al<br />

Río Bajo el Río que fluye incesantemente hacia nuestra Vida. Algunos dicen que la<br />

vida creativa está en las ideas y otros dicen que está en las obras. En la mayoría<br />

de los casos da la impresión de encontrarse en un ser sencillo. No es la virtud,<br />

aunque eso está muy bien, Es el amor, es amar algo —tanto si es una persona<br />

como si es una palabra, una imagen, una idea, la tierra o la humanidad— hasta<br />

el extremo de que todo lo que se pueda hacer con lo sobrante sea una creación.<br />

No es cuestión de querer, no es un acto individual de voluntad; es simplemente<br />

algo que se tiene que hacer.<br />

La fuerza creativa discurre por el terreno de nuestra psique buscando los<br />

huecos naturales, los arroyos que existen en nosotras. Nosotras nos convertimos<br />

en sus tributarios, en sus cuencas; somos sus estanques, sus charcos, sus corrientes<br />

y sus santuarios. La fuerza creativa salvaje discurre por los techos que<br />

tengamos, por los innatos y por los que nosotras cavamos con nuestras propias<br />

manos. No tenemos que llenarlos, sólo tenemos que construirlos.<br />

En la tradición arquetípica se tiene la idea de que si alguien prepara un lugar<br />

psíquico especial, el ser, la fuerza creativa, la fuente de¡ alma se enterará, se<br />

abrirá camino hacia él y establecerá en él su morada. Tanto si esta fuerza es convocada<br />

por el bíblico "sigue adelante y prepara un lugar para el alma" como si lo<br />

es por una voz que, como en la película Field of Dreams (1) en la que un campesino<br />

oye una voz que lo insta a construir un campo de golf para los espíritus de los<br />

jugadores difuntos, le dice: "Si lo construyes, ellos vendrán", el hecho de preparar<br />

un lugar adecuado propicia la venida de la gran fuerza creativa.<br />

En cuanto este gran río subterráneo encuentra sus estuarios y sus brazos<br />

en nuestra psique, nuestra vida creativa se llena y se vacía, sube y baja en las<br />

distintas estaciones exactamente igual que un río salvaje. Estos ciclos dan lugar<br />

a que las cosas se hagan, se alimenten, decaigan y mueran a su debido tiempo,<br />

una y otra vez.<br />

La creación de algo en un punto determinado del río alimenta a los que se<br />

acercan a él, a las criaturas que se encuentran corriente abajo y a las del fondo.<br />

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