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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

Las mujeres de talento, incluso cuando reivindican sus vidas creativas, incluso<br />

cuando brotan cosas bellas de sus manos, de sus plumas y de sus cuerpos,<br />

siguen dudando de su valía como escritoras, pintoras, artistas y personas reales.<br />

Y por supuesto que son reales, por más que muchas veces se complazcan en<br />

atormentarse poniendo en entredicho lo que es "real". Una campesina es una<br />

campesina real cuando contempla la tierra y planifica las cosechas de la primavera.<br />

Una corredora es real cuando da el primer paso, una flor es real cuando todavía<br />

está en su tallo materno, un árbol es real cuando es todavía una semilla en la<br />

piña del pino. Lo real es lo que tiene vida.<br />

El desarrollo del animus varía de mujer a mujer. No es una criatura perfectamente<br />

formada que brota de los muslos de los dioses — Aparentemente posee<br />

una capacidad innata, pero tiene que "crecer", aprender y ser adiestrado. Su objetivo<br />

es convertirse en una poderosa fuerza directa. Pero cuando el animus sufre<br />

daño como con de las múltiples fuerzas de la cultura y el yo, una especie de cansancio,<br />

de abatimiento o de indiferencia que algunos denominan "ser neutral" se<br />

interpone entre el mundo interior de la psique y el mundo exterior de la página en<br />

blanco, la tela vacía, la pista de baile, el consejo de administración o la reunión<br />

que nos espera. Este "algo" —por regla general con los ojos entornados, incomprendido<br />

o mal utilizado— ensucia el río, obstruye los pensamientos, paraliza la<br />

pluma y el pincel, traba las articulaciones durante un interminable período de<br />

tiempo, forma costras sobre las nuevas ideas y nosotras sufrimos los efectos.<br />

En la psique se produce un extraño fenómeno: cuando una mujer se encuentra<br />

bajo los efectos de un animus negativo, cualquier intento de crear algo lo<br />

induce a atacar a la mujer. Ésta piensa matricularse en algún curso o va a clase,<br />

pero se queda atascada de golpe y se asfixia por falta de alimento y de apoyo. Una<br />

mujer acelera, pero se queda constantemente rezagada. Cada vez hay más proyectos<br />

de labor de punto sin terminar, más cuadros de flores jamás plantados,<br />

más excursiones jamás realizadas, más notas jamás escritas para decir simplemente<br />

"Tengo interés", más lenguas extranjeras jamás aprendidas, más lecciones<br />

de música abandonadas, más tramas colgadas del telar, esperando y esperando...<br />

Se trata de manifestaciones vitales deformadas. Son los hijos envenenados<br />

de La Llorona. Y a todos se los arroja de nuevo a las contaminadas aguas del río<br />

que tanto daño les habían causado. En las mejores circunstancias arquetípicas<br />

tendrían que atragantarse un poco y, como el ave fénix, renacer de las cenizas<br />

bajo una nueva forma. Pero aquí algo malo le ocurre al animus y por eso la mujer<br />

tropieza con dificultades para distinguir entre uno y otro impulso y ya no digamos<br />

para manifestar y llevar a la práctica las propias ideas en el mundo. Y entretanto<br />

el río está tan lleno de excrementos y complejos que de sus aguas no puede<br />

brotar nada para la nueva vida.<br />

Y, como consecuencia de ello, viene lo más difícil: tenemos que adentrarnos<br />

en el cieno y buscar los valiosos dones que se ocultan debajo del mismo. Como La<br />

Llorona, tenemos que rastrear el fondo del río en busca de nuestra vida del alma,<br />

de nuestra vida creativa. Y otra cosa, también muy difícil: tenemos que limpiar el<br />

río para que La Llorona pueda ver y tanto ella como nosotros podamos encontrar<br />

las almas de los hijos y recuperar la paz que nos permita volver a crear.<br />

Con su inmenso poder para devaluar lo femenino y su incapacidad para<br />

comprender el carácter de puente de lo masculino (16) la cultura agrava el efecto<br />

de las "fábricas" y de la contaminación. Con harta frecuencia la cultura exilia el<br />

animus de la mujer, formulando una de aquellas insolubles y absurdas preguntas<br />

que los complejos consideran válidas y ante las cuales muchas mujeres se aco-<br />

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