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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

trabajo con un mismo grupo de inteligentes niños a lo largo de varios años, he<br />

visto que este sueño desciende sobre los niños hacia la edad de once años. Es<br />

cuando empiezan a tomarse cuidadosamente medidas y a compararse con los<br />

demás. En este período sus ojos pasan de la claridad al oscurecimiento y, a pesar<br />

de que no paran de moverse, se mueren a menudo irremediablemente de frío.<br />

Tanto si se muestran demasiado distantes como si se comportan demasiado bien,<br />

en ninguno de ambos estados reaccionan a lo que ocurre en lo más hondo de su<br />

ser y poco a poco el sueño va cubriendo su clara mirada y la capacidad de reacción<br />

de su naturaleza.<br />

Supongamos que, en el transcurso de este período, nos ofrecen algo a cambio<br />

de nada. Que hemos conseguido en cierto modo creer que, si nos quedamos<br />

dormidas, algo bueno nos ocurrirá. Las mujeres saben lo que eso significa.<br />

Cuando una mujer abandona los instintos que le indican los momentos<br />

adecuados para decir que sí o decir que no, cuando pierde la perspicacia, la intuición<br />

y otros rasgos salvajes, se encuentra en unas situaciones que le prometían<br />

oro pero que, al final, sólo le causan dolor. Algunas mujeres abandonan su<br />

arte por un grotesco matrimonio de conveniencia o renuncian al sueño de su vida<br />

para convertirse en una esposa, hija o muchacha "demasiado buena" o dejan su<br />

verdadera vocación para llevar otra vida esperando que sea más aceptable, satisfactoria<br />

y, sobre todo, más sana.<br />

De esta y de otras maneras perdemos nuestros instintos. En lugar de llenarnos<br />

la vida con una posibilidad de iluminación nos cubrimos con una especie<br />

de manto de oscuridad. Nuestra capacidad de intuir la naturaleza de las cosas en<br />

el exterior y nuestra vista interior están roncando muy lejos, por lo que, cuando<br />

el demonio llama a la puerta, nosotras nos acercamos como unas sonámbulas, le<br />

abrimos y le dejamos entrar.<br />

El demonio es el símbolo de la oscura fuerza de la psique, del depredador<br />

que en este cuento no se identifica como tal. El demonio es un bandido arquetípico<br />

que necesita, busca y aspira la luz. Teóricamente, si alcanzara la luz —es decir,<br />

una vida con posibilidad de amor y creatividad—, el demonio de3aría de ser el<br />

demonio.<br />

En este cuento el demonio está presente porque se siente atraído por la<br />

dulce luz de la joven. Su luz no es una luz cualquiera sino la luz de un alma virgen<br />

atrapada en un estado de sonambulismo. Oh, qué bocado tan sabroso. Su<br />

luz resplandece con conmovedora belleza, pero ella ignora su valor. Semejante<br />

luz, que puede ser el fulgor de la vida creativa de una mujer, su alma salvaje, su<br />

belleza física, su inteligencia o su generosidad, siempre atrae al depredador. Esta<br />

luz que tampoco se da cuenta de nada y no está protegida es siempre el objetivo.<br />

Una vez trabajé con una mujer de la que todos se aprovechaban, su marido,<br />

los hijos, su madre, su padre o los desconocidos. Tenía cuarenta años y aún<br />

se encontraba en esta fase del trato/traición de su desarrollo interior. Por su dulzura,<br />

su cordial y cariñoso tono de voz, sus modales exquisitos, no sólo atraía a<br />

los que le quitaban una pavesa sino a toda una ingente multitud que se reunía<br />

delante del fuego de su alma y le impedía recibir calor.<br />

El trato desventajoso que había hecho consistía en no decir nunca que no<br />

para ganarse el afecto de los demás. El depredador de su psique le ofreció el oro<br />

de ser apreciada a cambio de perder el instinto que le decía: "Ya basta." Comprendió<br />

plenamente el daño que ella misma se estaba haciendo cuando una vez<br />

soñó que se encontraba a gatas e, medio de un inmenso gentío, tratando de alar-<br />

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