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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

abstiene de dar el siguiente paso, de hacer el necesario descenso y de permanecer<br />

allí abajo el tiempo suficiente como para que ocurra algo.<br />

Vemos por tanto que en un mundo que valora a las mujeres acosadas que<br />

se entregan a incesantes actividades, el robo de la piel del alma es muy fácil, hasta<br />

el punto de que el primer robo suele producirse entre las edades de siete y dieciocho<br />

años. Para entonces casi todas las jóvenes ya han empezado a bailar en la<br />

roca del mar. Para entonces casi todas ellas habrán buscado la piel del alma pero<br />

no la habrán encontrado donde la dejaron. Y aunque en un principio tal cosa esté<br />

aparentemente destinada a favorecer el desarrollo de una estructura medial de la<br />

psique —es decir, la capacidad de aprender a vivir en el mundo espiritual y también<br />

en la realidad exterior—, demasiado a menudo semejante finalidad no se<br />

cumple y tampoco se cumple el resto de la experiencia de la iniciación, por lo que<br />

la mujer vaga por la vida sin piel.<br />

Aunque hayamos intentado impedir el robo cosiendo prácticamente nuestra<br />

persona a la piel de nuestra alma, muy pocas mujeres alcanzan la mayoría de<br />

edad con algo más que unos pocos mechones del pellejo original intactos. Apartamos<br />

a un lado nuestros pellejos mientras danzamos. Aprendemos a conocer el<br />

mundo pero perdemos la piel. Descubrimos que sin la piel empezamos a marchitarnos<br />

lentamente. Puesto que casi todas las mujeres han sido educadas de tal<br />

forma que puedan soportar estoicamente estas cosas tal como hicieron sus madres,<br />

nadie se percata de que se está produciendo una muerte hasta que un día...<br />

Cuando somos jóvenes y nuestra vida espiritual choca con los deseos y las<br />

exigencias de la cultura y del mundo, nos sentimos realmente encalladas muy<br />

lejos de nuestro hogar. Pero de mayores nos seguimos apartando cada vez más de<br />

nuestro hogar como consecuencia de nuestras decisiones acerca del quién, qué,<br />

dónde y durante cuánto tiempo. Si jamás nos han enseñado a regresar al hogar<br />

espiritual, repetimos hasta el infinito el "robo y la errante búsqueda de la pauta<br />

perdida". Sin embargo, aunque nuestras decisiones erróneas hayan sido la causa<br />

de nuestro extravío —en un lugar demasiado alejado de aquello que necesitamos—,<br />

no hay que perder la esperanza, pues el interior del alma contiene un indicador<br />

automático de ruta. Todas podemos encontrar el camino de regreso.<br />

El hombre solitario<br />

En un cuento muy parecido al núcleo del relato que aquí nos ocupa, la protagonista<br />

es una mujer que intenta seducir a una ballena macho para que copule<br />

con ella, robándole la aleta. En otros cuentos la criatura que nace es a veces un<br />

pez hembra y a veces un pez macho. A veces el viejo del mar es una venerable<br />

anciana. Puesto que en los cuentos se registran muchos cambios de sexo, la<br />

masculinidad o la feminidad de los personajes son mucho menos importantes<br />

que el proceso propiamente dicho.<br />

Por consiguiente, vamos a suponer que el hombre solitario que roba la piel<br />

de foca representa el ego de la psique de una mujer. La salud del ego suele estar<br />

determinada por la habilidad con la que una persona mide los límites del mundo<br />

exterior, por la fortaleza de la propia identidad, por la capacidad de distinguir el<br />

pasado, el presente y el futuro y por la coincidencia de las propias percepciones<br />

con la realidad consensual. Un tema eterno de la psique humana es la rivalidad<br />

entre el ego y el alma por el control de la fuerza vital. Al principio de la vida suele<br />

dominar el ego con sus correspondientes apetitos; siempre está cocinando algo<br />

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