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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

AGRADECIMIENTOS<br />

Esta obra acerca de la naturaleza instintiva de las mujeres está en marcha<br />

desde hace veinticinco años. En el transcurso de este período muchas personas,<br />

muchos testigos capacitados que me han alentado a seguir, han entrado en mi<br />

vida. En mis tradiciones, cuando llega el momento de dar las gracias a las personas,<br />

se suele tardar varios días en hacerlo; por eso casi todas nuestras celebraciones,<br />

desde los velatorios a las bodas, tienen que durar por lo menos tres días,<br />

pues el primer día se dedica a reír y a llorar, el segundo debe transcurrir entre<br />

peleas y gritos y el tercero ha de utilizarse para hacer las paces. Después siguen<br />

los cantos y los bailes. Por consiguiente, va por todas las personas de mi vida que<br />

aún siguen cantando y bailando:<br />

Bogie, mi esposo y amante, que me ayudó a editar la obra y que aprendió a<br />

transcribir a máquina para poder ayudarme a mecanografiar la copia del manuscrito,<br />

una y otra vez. Tiaja, que se presentó espontáneamente y se encargó de todas<br />

las cuestiones administrativas, me hizo la compra y me hizo reír, convenciéndome<br />

más de lo que ya estaba de que una hija adulta es también una hermana.<br />

Muy especialmente, mis parientes, mis familias, mi tribu, mis mayores,<br />

tanto vivos como en espíritu, por haber dejado sus huellas.<br />

Nedd Leavitt, ser humano, mi agente, tremendamente hábil en el manejo de<br />

los asuntos entre los mundos. Ginny Faber, mi editor de Ballantine que, durante<br />

el nacimiento de este libro, alumbró una obra perfecta, una pequeña criatura salvaje<br />

llamada Susannah.<br />

Tami Simon, productora de audios, artista e inspiradora que brilla con luz<br />

propia por haber preguntado lo que yo sabía. Devon Christensen, maestro del detalle,<br />

siempre al pie del cañón. A ellos y a todo el excelente equipo de Sounds<br />

True, incluyendo el álter ego de cada uno de ellos, The Duck por encargarse del<br />

negocio y por el inmenso apoyo que me prestaron para que yo pudiera entregarme<br />

por entero a esta obra escrita.<br />

Lucy y Virginia, que surgieron de la niebla justo a tiempo. Mi gratitud a<br />

Spence, un regalo en sí misma, por compartir conmigo estas dos bendiciones. La<br />

chica n. o. n. a. . que oyó la llamada y atravesó todo un abrupto territorio para<br />

llegar justo en el momento apropiado. Juan Manuel, mi hijo, por ser un traductor<br />

especial.<br />

Mis tres hijas mayores cuyas vidas de mujeres son para mí una fuente de<br />

inspiración y perspicacia. Mis analizados, que, a lo largo de los años, han puesto<br />

de manifiesto tanta anchura y profundidad y me han revelado los muchos matices<br />

de la sombra y las muchas cualidades de la luz. Yancey Stockwell y Mary<br />

Kouri, que cuidaron de mis escritos desde el principio. Craig M., por el apoyo que<br />

me ha brindado su amor de toda la vida. Jean Car1son, mi vieja cascarrabias que<br />

me recordaba la necesidad de levantarme y recorrer tres veces un círculo. El difunto<br />

jan Vanderburgh, que me dejó un último regalo. Betsy Wolcott, tan generosa<br />

con su apoyo psíquico a la alegría de otras personas. Nancy Pilzner Dougherty,<br />

por decir lo que podía ser posible en el futuro. Kate Furler, de Oregón, y Mona<br />

Angniq McElderry, de Kotzebue, Alaska, por la creación del cuento hasta bien entrada<br />

la noche hace veinticinco años. Arwind Vasavada, analista junguiano hindú<br />

y anciano de mi familia psíquica. Steve Sanfield, por amar también a la mujer de<br />

la ópera del Sur cuyos pies no se movían muy bien con patines de hielo.<br />

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