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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

ra que los encuentre. Eso es lo malo del hambre. Si algo le parece capaz de saciar<br />

su anhelo, la mujer lo tomará sin discusión.<br />

Trampa 4: La lesión del instinto de conservación,<br />

la consecuencia de la captura<br />

El instinto es algo muy difícil de definir, pues sus configuraciones son invisibles<br />

y aunque intuyamos que éstas forman parte de la naturaleza humana desde<br />

tiempos nadie sabe muy bien donde se alojan desde un punto de vista neurológico<br />

o cómo influyen exactamente en nosotros. Desde un punto de vista psicológico<br />

Jung aventuró la hipótesis según la cual los instintos derivaban del inconciente<br />

psicoide, de un estrato de la psique en el que la biología y el espíritu se rozan.<br />

Tras una cuidadosa reflexión, yo he llegado a tener la misma opinión e incluso<br />

me atrevo a decir que el instinto creativo en particular es el lenguaje lírico<br />

del Yo en la misma medida en que lo es la simbología de los sueños.<br />

Etimológicamente la palabra "instinto" deriva del verbo latino instinguere,<br />

que significa "instigar", "estimular" y también del vocablo instinctus, que significa<br />

"impulso", "instigación". La idea del instinto se puede valorar positivamente como<br />

un algo interior que, mezclado con la premeditación y la conciencia, guía a los<br />

seres humanos hacia una conducta integral. Una mujer nace con todos los instintos<br />

intactos.<br />

Aunque se podría decir que la niña del cuento se ha visto arrastrada a un<br />

nuevo ambiente en el que se suaviza su aspereza y se eliminan las dificultades de<br />

su vida, lo que ocurre en realidad es que cesa su individuación y se detiene su<br />

impulso de desarrollo. Y, cuando la anciana, la presencia aniquiladora, considera<br />

que la obra del espíritu creativo es un desecho y no una riqueza, la niña se refugia<br />

en el silencio y se entristece, tal como suele ocurrir cuando el espíritu creativo<br />

se aleja de la vida del alma natural. Peor todavía, el instinto de la niña de escapar<br />

de aquella apurada situación queda totalmente anulado. En lugar de aspirar a<br />

una nueva vida, se sienta en un charco psíquico de pegamento. El hecho de no<br />

huir cuando ello es absolutamente necesario provoca depresión. Otra trampa.<br />

Podemos llamar al alma lo que gustemos, nuestro matrimonio con lo salvaje,<br />

nuestra esperanza para el futuro, nuestra desbordante energía, nuestra pasión<br />

creativa, nuestra manera, lo que nosotras hacernos, el Amado, el novio salvaje,<br />

la "pluma en el aliento de Dios" (5). Cualesquiera que sean las palabras o las<br />

imágenes que utilicemos para designar este proceso de nuestra vida, eso es lo<br />

que ha sido capturado. Por esta razón el espíritu creativo de la psique se siente<br />

tan desvalido.<br />

A través de diversos estudios de la fauna salvaje, se ha descubierto que distintas<br />

especies de animales cautivos —por muy amorosamente que se hayan<br />

construido los lugares que ocupan en los zoos y por mucho que los quieran sus<br />

cuidadores humanos, tal como efectivamente ocurre— son a menudo incapaces<br />

de procrear, sus apetitos de alimento y descanso se tuercen y sus conductas vitales<br />

quedan reducidas al letargo, al malhumor o a una inoportuna agresividad.<br />

Los zoólogos llaman a esta conducta de los animales cautivos "depresión animal".<br />

Cada vez que se encierra una criatura en una jaula, sus ciclos naturales del sueño,<br />

de la selección de la pareja, el celo, el acicalamiento, el apareamiento, etc., se<br />

deterioran. Y, cuando se pierden los ciclos naturales, se produce el vacío. El vacío<br />

no equivale a la plenitud, tal como ocurre en el concepto budista del vacío sagra-<br />

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