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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

abandonarlo y dejar que se disipe. En una vida cohesiva la cólera no es un elemento<br />

de reserva. Es una sustancia que está esperando nuestros esfuerzos de<br />

transformación. El ciclo de la cólera es como cualquier otro ciclo; la cólera sube,<br />

cae, muere y es liberada como nueva energía. El hecho de prestar atención a la<br />

cólera da lugar al proceso de transformación. Si una persona permite que su propia<br />

cólera se convierta en su maestra y se transforme, por este medio la cólera se<br />

dispersa. Entonces puede utilizarse la energía en otras áreas, especialmente en el<br />

área de la creatividad. Aunque algunas personas afirman poder crear a partir de<br />

su cólera crónica, el problema es que la cólera limita el acceso al inconciente colectivo,<br />

de tal forma que una persona que crea a partir de la cólera tiende a crear<br />

lo mismo una y otra vez y no consigue ofrecer ninguna novedad. La cólera no<br />

transformada puede convertirse en un mantra constante en torno al tema de<br />

nuestra opresión, nuestro sufrimiento y nuestra tortura.<br />

Una amiga y compañera artística mía, que dice estar siempre furiosa, se<br />

niega a que la ayuden a resolver esta cuestión. Cuando escribe guiones acerca de<br />

la guerra, escribe acerca de la maldad de la gente, cuando escribe guiones acerca<br />

de la cultura surgen perversos personajes de la misma clase. Cuando escribe<br />

guiones acerca del amor, aparecen los mismos personajes perversos con las mismas<br />

aviesas intenciones. La cólera corroe nuestra certeza de que algo bueno puede<br />

ocurrir. Algo le ha ocurrido a la esperanza. Detrás de la pérdida de esperanza<br />

se encuentra la cólera; detrás de la cólera, el dolor, detrás del dolor, habitualmente<br />

la tortura de la clase que sea, a veces reciente pero más a menudo muy<br />

antigua.<br />

En el tratamiento físico postraumático, sabemos que, cuanto antes se cura<br />

una herida, tanto más breve es el período de recuperación. Lo mismo ocurre en<br />

los traumas psicológicos. ¿En qué situación nos encontraríamos ahora si nos<br />

hubiéramos roto una pierna en nuestra infancia y, treinta años después, aún no<br />

nos hubieran reducido debidamente la fractura?<br />

El trauma inicial provocaría una tremenda alteración de todos los demás<br />

sistemas y ritmos del cuerpo, como, por ejemplo, los sistemas inmunitario y esquelético,<br />

las pautas de la locomoción, etc. Y ésta es precisamente la situación de<br />

los antiguos traumas psicológicos. A muchas personas no se los curaron por ignorancia<br />

o por negligencia. Ahora la persona regresa de la guerra por así decirlo<br />

pero es como si todavía estuviera en la guerra, mental y físicamente. Sin embargo,<br />

alimentando la cólera —es decir, la perjudicial precipitación del trauma— en<br />

lugar de intentar resolverla, buscar su causa y averiguar qué podemos hacer al<br />

respecto, nos encerramos para el resto de nuestra vida en una habitación llena a<br />

rebosar de cólera. Y así no se puede vivir ni permanente ni intermitentemente.<br />

Hay otra vida más allá de la furia insensata. Tal como vemos en el cuento, es necesaria<br />

una práctica conciente para poder contenerla y curarla. Pero se puede<br />

hacer. Basta subir los peldaños de uno en uno.<br />

La intervención de la curandera:<br />

El ascenso a la montaña<br />

Por consiguiente, en lugar de intentar "portarnos bien" y no sentir cólera o,<br />

en lugar de utilizarla para quemar todas las cosas vivas a cien kilómetros a la redonda,<br />

es mejor pedirle primero a la cólera que se siente con nosotras a tomar un<br />

té y charlar un rato para que, de esta manera, podamos descubrir cuál fue su<br />

origen. Al principio, la cólera se comporta como el encolerizado esposo del cuento.<br />

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