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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

cuenta que allí, en uno de los ambientes más inhóspitos y una de las más duras<br />

culturas cazadoras del mundo, el amor no significa un coqueteo o una búsqueda<br />

con el simple propósito de complacer el ego, sino un vínculo visible formado por<br />

el tendón psíquico de la resistencia, una unión que perdura en la prosperidad y<br />

en la austeridad, a lo largo de los días y noches más complicados y más sencillos.<br />

La unión de dos seres se ve en sí misma como una magia angakok, como una relación<br />

a través de la cual ambos individuos pueden conocer "quién es el que<br />

manda".<br />

Pero esta clase de unión plantea ciertas exigencias. Para poder crear este<br />

amor duradero, se invita a un tercer participante. Es el que yo llamo la Mujer Esqueleto.<br />

También se le podría llamar Doña Muerte y, como tal, sería otra figura de<br />

la Vida/Muerte/Vida en uno de sus múltiples disfraces. Bajo esta forma, Doña<br />

Muerte no es una enfermedad sino una divinidad.<br />

En una relación, desempeña el papel del oráculo que sabe cuándo es el<br />

momento de que los ciclos empiecen y terminen 1. Como tal, es el aspecto más<br />

salvaje de la relación, el que más temen los hombres y a veces incluso las mujeres,<br />

pues, cuando se ha perdido la confianza en la transformación, también se<br />

pierden los ciclos naturales del desarrollo y el desgaste.<br />

Para crear un amor duradero, ambos amantes tienen que abrazar a la Mujer<br />

Esqueleto y aceptar su presencia en la relación. Aquí, en un primitivo ambiente<br />

inuit y convertida en cuento literario original a partir de un poema oral de cinco<br />

versos que me facilitó Mary Uukalat, está la Mujer Esqueleto. Aquí están también<br />

las fases psíquicas por las que hay que pasar para aprender a abrazarla.<br />

Vamos a mirar a través de las imágenes que surgen del humo de este cuento.<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

La Mujer Esqueleto<br />

Había hecho algo que su padre no aprobaba, aunque ya nadie recordaba lo<br />

que era. Pero su padre la había arrastrado al acantilado y la había arrojado al<br />

mar. Allí los peces se comieron su carne y le arrancaron los ojos. Mientras yacía<br />

bajo la superficie del mar, su esqueleto daba vueltas y más vueltas en medio de<br />

las corrientes.<br />

Un día vino un pescador a pescar, bueno, en realidad, antes venían muchos<br />

pescadores a esta bahía. Pero aquel pescador se había alejado mucho del<br />

lugar donde vivía y no sabía que los pescadores de la zona procuraban no acercarse<br />

por allí, pues decían que en la cala había fantasmas.<br />

El anzuelo del pescador se hundió en el agua y quedó prendido nada menos<br />

que en los huesos de la caja torácica de la Mujer Esqueleto. El pescador Pensó:<br />

"¡He pescado uno muy gordo! ¡Uno de los más gordos!" Ya estaba calculando<br />

mentalmente cuántas personas podrían alimentarse con aquel pez tan grande,<br />

cuánto tiempo les duraría y cuánto tiempo él se podría ver libre de la ardua tarea<br />

de cazar. Mientras luchaba denodadamente con el enorme peso que colgaba del<br />

anzuelo, el mar se convirtió en una agitada espuma que hacía balancear y estremecer<br />

el kayak, pues la que se encontraba debajo estaba tratando de desengancharse.<br />

Pero, cuanto más se esforzaba, más se enredaba con el sedal. A pesar de<br />

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