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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

ción de que nos hemos perdido. Aun en medio del no saber, el no ver, el "vagar a<br />

ciegas", hay un "Algo", un "Alguien" desordenadamente presente que nos acompaña.<br />

Si giramos a la izquierda, él también gira a la izquierda. Si giramos a la derecha,<br />

nos sigue de cerca, nos sostiene y nos ayuda a hacer el camino.<br />

Ahora estamos en otra nigredo de un vagabundeo en el que no sabemos<br />

qué será de nosotras y, sin embargo, en esta apurada situación, se nos ofrece el<br />

alimento del Árbol de la Vida. El hecho de comer del Árbol de la Vida en el país de<br />

los muertos es una antigua metáfora de la fecundación. En la tierra de los vivos<br />

se creía que un alma se podía introducir en un fruto o cualquier otro comestible<br />

para que la futura madre lo comiera y ella se pudiera regenerar en su carne. Aquí<br />

pues, casi a medio camino, se nos ofrece el cuerpo de la Madre Salvaje a través<br />

de la sustancia de la pera y nosotras comemos aquello en lo que nosotras mismas<br />

llegaremos a convertirnos (24).<br />

La cuarta fase: El descubrimiento del amor<br />

en el mundo subterráneo<br />

A la mañana siguiente el rey viene a contar sus peras. Falta una y el hortelano<br />

le revela lo que ha visto. "Anoche dos espíritus vaciaron el foso, entraron en<br />

el vergel bajo la luz de la luna y uno que era manco se comió la pera que el árbol<br />

le ofreció."<br />

Aquella noche el rey monta guardia con su hortelano y con su mago que<br />

sabe hablar con los espíritus. A medianoche la doncella aparece flotando por el<br />

bosque con sus sucios andrajos, su cabello desgreñado, el rostro surcado de tiznaduras<br />

de mugre y los brazos sin manos, acompañada del espíritu.<br />

Una vez más, otro árbol se inclina y la doncella se come la pera que cuelga<br />

del extremo de la rama. El mago se acerca, pero no demasiado, y pregunta:<br />

—¿Eres de este mundo o no eres de este mundo?<br />

La doncella contesta:<br />

—Antes era del mundo, pero no soy de este mundo.<br />

El rey interroga al mago.<br />

—¿Es un ser humano o es un espíritu?<br />

El mago contesta que es ambas cosas. El rey corre hacia ella y le promete<br />

amor y lealtad:<br />

—No te abandonaré. A partir de hoy, cuidaré de ti.<br />

Se casan y él le manda hacer unas manos de plata.<br />

El rey es una sagaz criatura del mundo de la psique subterránea. No es<br />

simplemente un viejo rey sino que es uno de los principales vigilantes del inconciente<br />

femenino. Vigila la botánica del crecimiento del alma; su vergel (que es<br />

también el de su madre) está lleno de árboles de la vida y de la muerte. El rey<br />

pertenece a la familia de los dioses salvajes. Como la doncella, es capaz de resistir<br />

muchas cosas. Y, como la doncella, tiene otro descenso por delante. Pero de eso<br />

ya hablaremos después.<br />

En cierto modo, se podría decir que sigue los pasos de la doncella. La psique<br />

siempre vigila su propio proceso. Es una premisa sagrada. Significa que,<br />

cuando vagas sin rumbo, hay otro ser —por lo menos uno y, a menudo, más de<br />

uno— que está curtido y tiene experiencia y está aguardando que llames a la<br />

puerta, golpees tina piedra, te comas una pera o aparezcas sin más, para anunciar<br />

tu llegada al mundo subterráneo. Esta amorosa presencia monta guardia a<br />

la espera de que aparezca la buscadora que vaga sin rumbo. Las mujeres lo sa-<br />

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