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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

recuperación del Yo en su evocador poema "La inmersión en los restos del naufragio":<br />

(14)<br />

Hay una escalera de mano.<br />

La escalera de mano siempre está ahí<br />

colgando inocentemente<br />

cerca del costado de la goleta...<br />

Desciendo...<br />

Vine para explorar el naufragio...<br />

Vine para ver los daños que ha habido<br />

y los tesoros que se han conservado...<br />

Lo más importante que puedo decir acerca del momento más oportuno de<br />

este ciclo del regreso al hogar es lo siguiente: Cuando es la hora, es la hora. Aunque<br />

la mujer no esté preparada, aunque las cosas no estén hechas, aunque hoy<br />

tenga que llegar el barco. Cuando es la hora es la hora. La mujer foca regresa al<br />

mar, no porque le apetece, no porque hoy es un buen día para ir, no porque su<br />

vida está limpia y ordenada; no existe ningún momento limpio y ordenado para<br />

nadie. Se va porque es la hora y, por consiguiente, se tiene que ir.<br />

Todas tenemos nuestros métodos preferidos para convencernos de la necesidad<br />

de buscar el momento para regresar a casa; sin embargo, cuando recuperamos<br />

nuestros ciclos instintivos y salvajes, tenemos la obligación psíquica de<br />

ordenar nuestra vida de tal forma que podamos vivirla cada vez más de acuerdo<br />

con ellos. Las discusiones a propósito del acierto o el desacierto de la despedida<br />

para poder regresar a casa carecen de sentido. La simple verdad es que cuando<br />

es la hora, es la hora (15).<br />

Algunas mujeres nunca regresan a casa y siguen viviendo su vida en la zona<br />

zombi. Lo más cruel de su estado exánime es que la mujer actúa, camina,<br />

habla, se comporta e incluso hace un montón de cosas, pero ya no percibe los<br />

efectos de lo que ha fallado. Si los percibiera, su dolor la obligaría a solventar el<br />

fallo.<br />

Pero no, la mujer que se encuentra en semejante estado sigue avanzando<br />

medio ciego con los brazos extendidos para defenderse de la angustiosa pérdida<br />

del hogar. Tal como dicen en las Bahamas: "Se ha vuelto sparat", es decir, su alma<br />

se ha ido sin ella y la ha dejado debilitada, haga lo que haga.<br />

En este estado las mujeres experimentan la extraña sensación de hacer<br />

muchas cosas que no les producen la menor satisfacción. Hacen lo que creen que<br />

deseaban hacer, pero el tesoro que sostenían en sus manos se ha trocado en cierto<br />

modo en polvo. Es bueno que una mujer en semejante estado tenga esta percepción.<br />

El descontento es la puerta secreta que permite acceder a un cambio<br />

significativo y propiciador de vida.<br />

Las mujeres con quienes yo he trabajado y que llevan veinte anos o más lejos<br />

de casa siempre rompen a llorar cuando vuelven a poner por primera vez los<br />

pies en ese terreno psíquico. Por distintas razones que en su momento parecían<br />

buenas, se habían pasado muchos años aceptando un exilio permanente de su<br />

patria y habían olvidado lo inmensamente beneficioso que es el hecho de que la<br />

lluvia caiga sobre la tierra seca.<br />

Para algunas, el hogar es el inicio de una actividad. Algunas vuelven a cantar<br />

tras haberse pasado varios años sin encontrar ninguna razón para hacerlo. Se<br />

entregan al aprendizaje de algo que llevaban mucho tiempo deseando aprender.<br />

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