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Mujeres

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Clarissa Pinkola Estés <strong>Mujeres</strong> que corren con los lobos<br />

las concesiones territoriales de Nuevo México y era una pobre pero herniosa hija<br />

de un español de la que se aprovechó un acaudalado constructor.<br />

Después está la versión de los fantasmas; La Llorona va gimiendo de noche<br />

por un estacionamiento de caravanas; la de la "prostituta enferma de sida"; La<br />

Llorona que ejerce su oficio en la Town River de Austin. Pero la versión más sorprendente<br />

me la contó un niño. Primero les relataré la línea argumental de los<br />

grandes cuentos de La Llorona y después el asombroso sesgo del cuento.<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

La Llorona<br />

Un rico hidalgo corteja a una pobre pero hermosa mujer y se gana su afecto.<br />

Ella le da dos hijos, pero él no se digna casarse con ella. Un día él le anuncia<br />

que regresa a España para contraer matrimonio con una acaudalada dama elegida<br />

por su familia, y que se llevará a sus hijos.<br />

La joven enloquece de dolor y actúa con los gritos y aspavientos propios de<br />

las locas. Le araña el rostro, se araña el suyo, le rasga la ropa y se rasga la suya.<br />

Toma a sus hijitos, corre con ellos al río y los arroja al agua. Los niños se ahogan,<br />

La Llorona cae desesperada de rodillas en la orilla del río y se muere de pena.<br />

El hidalgo regresa a España y se casa con la rica. El alma de La Llorona asciende<br />

al cielo. Allí el guardián de la entrada le dice que puede ir al cielo, pues ha<br />

sufrido mucho, pero no podrá entrar hasta que recupere las almas de sus hijos<br />

en el río.<br />

Y por esta razón hoy se dice que La Llorona recorre la orilla del río con su<br />

largo cabello volando al viento e introduce los largos dedos en el agua para buscar<br />

en el fondo a sus hijos. Y por eso también los niños no deben acercarse al río<br />

cuando se hace de noche, pues La Llorona los podría confundir con sus hijos y<br />

llevárselos consigo para siempre (3).<br />

∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼∼<br />

Y ahora vamos a una Llorona moderna. A medida que la cultura va experimentando<br />

los efectos de distintas influencias, nuestra forma de pensar, nuestras<br />

actitudes y nuestros temas de interés cambian también. Y lo mismo ocurre con el<br />

cuento de La Llorona. Cuando el año pasado estuve en Colorado recogiendo cuentos<br />

de fantasmas, Danny Salazar, un niño de diez años sin dientes frontales,<br />

unos pies surrealísticamente grandes y un cuerpo huesudo (destinado a ser muy<br />

alto algún día) me contó esta versión. Me dijo que La Llorona no mató a sus hijos<br />

por las razones que se indican en la versión antigua.<br />

—No, no —me aseguró Danny. La Llorona se fue con un rico hidalgo que<br />

tenía unas fábricas río abajo. Pero algo falló. Durante su embarazo, La Llorona<br />

bebió agua del río. Sus hijos, que eran gemelos, nacieron ciegos y con los dedos<br />

palmeados porque el hidalgo había envenenado el río con los desechos de sus fábricas.<br />

El hidalgo le dijo a La Llorona que no la quería ni a ella ni a sus hijos. Se<br />

casó con una mujer muy rica a la que le encantaban los productos de la fábrica.<br />

La Llorona arrojó a los niños al río para que no tuvieran que sufrir las penalidades<br />

de la vida, E inmediatamente después cayó muerta de pena. Fue al cielo pero<br />

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