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La democracia desde los márgenes - Clacso

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Campos de conflicto<br />

partir del sistema liberal de derechos políticos aún cuando existían otras<br />

formas tradicionales de organización y decisión política. Aunque el derecho<br />

a la educación y al voto universal fueron importantes avances, la tarea de<br />

la revolución quedó inconclusa y el colonialismo interno siguió imperante<br />

(Ticona, 2006), disolviendo en el mestizaje la diversidad social y cultural<br />

boliviana, el mismo que operó como expresión imaginada de la nación, como<br />

síntesis de la nacionalidad (Sanjinés, 2005).<br />

<strong>La</strong>s pretensiones de homogenización social propugnadas por el<br />

nacionalismo revolucionario continuaron bajo la égida de <strong>los</strong> gobiernos<br />

posteriores. Sin embargo, la estructura monocultural, excluyente y racista del<br />

Estado fue fuertemente interpelada por <strong>los</strong> movimientos étnicos <strong>desde</strong> finales de<br />

la década de <strong>los</strong> años 60. Con un proyecto cultural y político propio, el movimiento<br />

étnico aymara denominado katarismo (cuyo nombre alude al líder indio Tupac<br />

Katari que se rebeló contra el poder colonial en 1781) definió su lucha contra<br />

la asimilación cultural de <strong>los</strong> indígenas a una nacionalidad boliviana y, por el<br />

contrario, propuso la diversidad cultural e identitaria, particularmente aymara,<br />

en la construcción social boliviana. Su discurso se fundamentó en la explotación<br />

y discriminación históricas hacia <strong>los</strong> indígenas, cuestionó el carácter inconcluso<br />

de la Revolución del 52, y por último instituyó la autonomía organizativa y<br />

fundó la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia<br />

(csutcb) en 1979, a la cabeza de Jenaro Flores Santos (Ticona, 2006:62).<br />

<strong>La</strong> instauración del Estado de corte neoliberal a partir de 1985 supuso<br />

la (re)afirmación de la exclusión social y cultural, aunque en términos<br />

formales se aferró a una política multiculturalista. A la par de este giro<br />

político se notó un proceso de movilizaciones ascendentes de <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong><br />

indígenas de tierras bajas con un discurso relacionado con el territorio, el<br />

uso y la propiedad de <strong>los</strong> recursos naturales (Balza en Bello, 2004:142). Se<br />

conformó así la Central Indígena del Oriente Boliviano (cidob) y luego la<br />

Asamblea del Pueblo Guaraní (apg), cuya movilización más importante<br />

fue la “Marcha por el Territorio y la Dignidad” de 1990, que culminó con la<br />

exigencia de una Asamblea Constituyente y la incorporación de sus derechos<br />

en la estructura del Estado boliviano. Ante la presión de la marcha, a la<br />

que se adhirieron otros sectores sociales, el gobierno de Jaime Paz Zamora<br />

emitió cuatro decretos referidos a la restitución legal de territorios indígenas.<br />

Esta movilización étnica ocurría en un momento en el cual <strong>los</strong> organismos<br />

internacionales demandaban políticas culturales “en orden a implementar<br />

una serie de medidas en favor de <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> indígenas, como la ratificación<br />

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