legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
–Su petición para transferir el caso a un tribunal federal queda denegada, señor Drummond. Seguirá en esta sala –afirma<br />
categóricamente Kipler al tiempo que firma la orden.<br />
La decisión no es bien recibida al otro lado del pasillo, aunque procuran no manifestarlo.<br />
–¿Algo más? –pregunta Kipler.<br />
–No, su señoría –responde Drummond, mientras recoge sus papeles y se retira del atril.<br />
Lo observo de reojo. Cuando regresa a la mesa de la <strong>defensa</strong>, mira fugazmente a los dos ejecutivos y veo que en su mirada se<br />
refleja un miedo inconfundible. Se me ponen los pelos de punta en las piernas y los antebrazos.<br />
Ahora Kipler cambia de tema.<br />
–El demandante ha presentado también dos peticiones –dice–. En la primera solicita que se acelere el caso y en la segunda que<br />
se tome cuanto antes declaración a Donny Ray Black. Puesto que ambas están en cierto modo relacionadas, señor Baylor, ¿por<br />
qué no nos ocupamos de ambas al mismo tiempo?<br />
–Por supuesto, su señoría –respondo ya de pie.<br />
¡Como si se me pudiera ocurrir sugerir lo contrario!<br />
–¿Puede hacer su presentación en diez minutos?<br />
Después de la devastación que acabo de presenciar, cambio inmediatamente de estrategia.<br />
–Con la venia de su señoría, mis informes hablan por sí mismos. En realidad no tengo nada nuevo que agregar.<br />
Qué brillante ese joven abogado. Kipler me brinda una cálida sonrisa y ataca inmediatamente a la <strong>defensa</strong>.<br />
–Señor Drummond, usted se ha opuesto a que este caso siga la vía rápida. ¿Cuál es el inconveniente?<br />
Hay agitación en la mesa de la <strong>defensa</strong>, y por fin T. Pierce Morehouse se levanta lentamente y se ajusta la corbata.<br />
–Con la venia de su señoría, si me permite que me dirija a la sala, consideramos que este caso necesita cierto tiempo de<br />
preparación para el juicio. En nuestra opinión, acelerar el caso sólo servirá para sobrecargar innecesariamente ambas partes –<br />
responde Morehouse en un tono lento y comedido, con palabras cuidadosamente elegidas.<br />
–Bobadas –exclama Kipler, mirándolo fijamente.<br />
–¿Cómo dice?<br />
–Que eso son bobadas. Permítame que le haga una pregunta, señor Morehouse. Como abogado defensor, ¿ha accedido usted<br />
alguna vez a que se acelerara un proceso?<br />
Morehouse hace una mueca y mueve ligeramente los pies.<br />
–Pues... desde luego, su señoría.<br />
–Muy bien. Dígame el nombre del caso y la sala donde se presentó.<br />
T. Pierce mira con desesperación a B. Dewey Clay Hill III, quien a su vez mira ansiosamente a M. Alec Plunk hijo. El señor<br />
Drummond se niega a levantar la cabeza; prefiere mantener la mirada fija en un sumario terriblemente importante.<br />
–Lo siento, su señoría, tendré que responderle en otro momento.<br />
–Llámeme esta tarde antes de las tres, y si a las tres no lo ha hecho, le llamaré yo. Estoy realmente ansioso por saber cuál es el<br />
caso que usted accedió a acelerar.<br />
T. Pierce se dobla por la cintura y espira, como si acabara de recibir una patada en la barriga. Casi puedo oír el zumbido de los<br />
ordenadores de Trent & Brent a medianoche, buscando en vano dicho caso.<br />
–Sí, su señoría –responde débilmente.<br />
–Como usted sabe, acelerar un caso depende exclusivamente de mi discreción. Por la presente se concede la petición del<br />
demandante. La <strong>defensa</strong> presentará su respuesta dentro de siete días. Entonces se iniciará el período de presentación de<br />
pruebas, que concluirá dentro de ciento veinte días a partir de hoy.<br />
Eso vuelve a agitar a la mesa de la <strong>defensa</strong>. Los abogados empiezan a intercambiarse papeles y documentos. Drummond y<br />
compañía susurran entre sí con el entrecejo fruncido. Los representantes de la gran empresa agachan la cabeza. Es casi<br />
divertido.<br />
T. Pierce Morehouse permanece semisentado, con su trasero a escasos centímetros del cuero del asiento y con los brazos y<br />
codos preparados para levantarse.<br />
–La última petición solicita que se agilice la declaración de Donny Ray Black –dice su señoría con la mirada fija en la mesa de<br />
la <strong>defensa</strong>–. Estoy seguro de que no querrán oponerse a esto –agrega–. ¿Quién de ustedes, caballeros, desea responder?<br />
Junto con dicha petición presenté una declaración jurada de dos páginas del doctor Walter Kord, donde afirma sin ninguna<br />
ambigüedad que a Donny Ray le queda poco tiempo de vida. La respuesta de Drummond estaba repleta de divagaciones y<br />
vaguedades; parecía estar demasiado ocupado para molestarse.<br />
T. Pierce se incorpora lentamente, abre las manos, extiende los brazos y empieza a decir algo cuando Kipler le interrumpe.<br />
–No, me dirá que usted conoce mejor el estado de salud del paciente que su propio médico.<br />
–No, señor –responde T. Pierce.<br />
–Y no me dirá tampoco que ustedes se oponen seriamente a esta petición.<br />
Es perfectamente evidente que su señoría está a punto de pronunciar una orden y T. Pierce se sitúa con suma habilidad en<br />
terreno neutral.<br />
–Es sólo una cuestión de programación, su señoría. Todavía no hemos presentado nuestra respuesta.<br />
–Sé exactamente cuál será su respuesta. No van a sorprenderme. Y les ha sobrado tiempo para presentar todo lo demás –dice el<br />
juez antes de dirigirse de pronto a mí–. ¿Señor Baylor? Deme una fecha.<br />
–Cualquier día, su señoría. A cualquier hora –respondo con una sonrisa.<br />
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