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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

No puedo evitar sonreírme. Sé quién ganó la disputa.<br />

–Beck jura que no pensaban prescindir de usted –prosigue Madeline. No estoy segura de creerle, pero le he explicado que<br />

debían haberlo hablado con usted hace mucho tiempo. Ahora es todavía un estudiante, casi licenciado, y a punto de convertirse<br />

en miembro asociado de un bufete, pero no un objeto. Le he dicho que sabía cómo explotaban al personal, pero también le he<br />

explicado que la esclavitud había sido abolida. No puede tomarlo o dejarlo, transferirlo o conservarlo, protegerlo o desecharlo a<br />

su antojo.<br />

Ésa es mi chica. Exactamente lo que yo pienso.<br />

–Después de nuestra discusión he hablado con el decano. El decano ha llamado a Donald Hucek, socio gerente de Tinley Britt.<br />

Han intercambiado varias llamadas y por fin Hucek le ha ofrecido la misma versión: Beck deseaba conservarlo, pero usted no<br />

reúne las condiciones que Tinley Britt exige a sus nuevos<br />

miembros asociados. El decano ha manifestado sus dudas y Hucek se ha comprometido a examinar su currículum y referencias.<br />

–No hay lugar para mí en Trent & Brent –digo como si tuviera muchas opciones.<br />

–Huek piensa lo mismo que usted. Dice que Tinley Britt preferiría abstenerse.<br />

–Estupendo –respondo, porque no se me ocurre nada más ingenioso que decir.<br />

Madeline me conoce mejor. Sabe que estoy sufriendo.<br />

–Tenemos muy poca influencia en Tinley Britt. Sólo han contratado a cinco de nuestros licenciados en los tres últimos años.<br />

Han crecido tanto que no se les puede presionar. Franca<br />

mente, yo no querría trabajar con ellos.<br />

Madeline intenta consolarme, hacerme sentir como si me<br />

hubiera ocurrido algo positivo. ¿Quién necesita a Trent & Brent y su salario inicial de cincuenta mil pavos anuales?<br />

–¿Qué queda? –pregunto.<br />

–No mucho –responde inmediatamente– A decir verdad, nada –agrega después de consultar unas notas– He llamado a todo el<br />

mundo que conozco. Había una vacante como ayudante de defensor público, a tiempo partido, doce mil anuales, pero se ocupó<br />

hace dos días. Se la ofrecí a Hall Pasterini. ¿Lo conoce?<br />

Bendito sea. Por fin ha encontrado trabajo.<br />

Supongo que ahora la gente me bendice a mí.<br />

–Y hay un par de perspectivas bastante buenas como asesor jurídico en pequeñas empresas, pero ambas exigen el examen de<br />

colegiatura aprobado.<br />

El examen se celebra en julio. Por regla general, todos los bufetes contratan a sus nuevos miembros asociados inmediatamente<br />

después de la licenciatura, les pagan, los preparan para el<br />

examen y cuando lo aprueban están ya en plena carrera.<br />

–Seguiré buscando, ¿de acuerdo? –dice después de dejar sus notas sobre el escritorio– Puede que aparezca algo.<br />

–¿Qué puedo hacer yo?<br />

–Empezar a llamar de puerta en puerta. Hay tres mil abogados en esta ciudad, la mayoría de los cuales trabajan solos, o en<br />

despachos de dos o tres letrados. Éstos no tratan con nuestro servicio de colocación, de modo que no los conocemos. Vaya a su<br />

encuentro. Yo empezaría por los pequeños bufetes, de dos, tres o cuatro abogados, e intentaría convencerlos. Ofrézcase para<br />

trabajar en sus sumarios de pescado, ocuparse de sus cobros atrasados...<br />

–¿Sumarios de pescado? –pregunto.<br />

–Por supuesto. Todos los abogados tienen un montón de sumarios de pescado. Los guardan en un rincón y cuanto más tiempo<br />

pasa, peor huelen. Son los casos que los abogados desearían no haber aceptado.<br />

Las cosas que no le enseñan a uno en la facultad.<br />

–¿Puedo hacerle una pregunta?<br />

–Claro. ¿De qué se trata?<br />

–Ese consejo que acaba de darme sobre llamar de puerta en puerta, ¿cuántas veces lo ha repetido en los últimos tres meses?<br />

Sonríe brevemente, después consulta un papel impreso.<br />

–Tenemos unos quince estudiantes que todavía no han encontrado trabajo.<br />

–Y que en estos momentos están recorriendo las calles.<br />

–Probablemente. En realidad es difícil saberlo. Algunos tienen otros planes, que no siempre comparten conmigo.<br />

Son más de las cinco y Madeline quiere marcharse.<br />

–Gracias, señora Skinner. Gracias por todo. Es agradable saber que alguien se interesa.<br />

–Seguiré buscando, se lo prometo. Venga a verme la semana próxima.<br />

–Lo haré. Gracias.<br />

Regreso sin ser visto a mi mesa en la biblioteca.<br />

SEIS<br />

La casa Birdsong está relativamente cerca del centro de la ciudad, en una zona antigua y adinerada, a sólo unos tres kilómetros<br />

de la Facultad de Derecho. Sus vicios robles a lo largo de las aceras le brindan un aspecto recluido. Algunas de sus casas son<br />

hermosas, con jardines impecables y lujosos coches que brillan frente a sus puertas. Otras parecen casi abandonadas y asoman<br />

fantasmagóricamente entre una tupida jungla de árboles descuidados y silvestres matorrales. También las hay entre lo uno y lo<br />

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