legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Cualquier reacción por su parte delataría que escucha mis llamadas telefónicas. Eso bastaría para que lo expulsaran<br />
inmediatamente del Colegio de Abogados y, probablemente, para que se presentaran cargos contra él.<br />
Su única reacción posible consiste en mantener la boca cerrada y procurar evitar a las personas cuyos nombres mencionamos.<br />
–Tengo unos cuantos más –digo–. Sigamos hasta eso de las diez y luego reunámonos aquí, en mi despacho.<br />
–De acuerdo –responde Deck cansado, en un tono ahora mucho más verosímil.<br />
Colgamos y, al cabo de quince minutos, suena el teléfono.<br />
¿Puedo hablar con Rudy Baylor? –pregunta una voz vagamente familiar.<br />
–Rudy Baylor al habla.<br />
–Soy Billy Porter. Usted ha pasado hoy por nuestro almacén.<br />
Billy Porter es un varón blanco, lleva corbata para acudir al trabajo y dirige un almacén de Western Auto. En nuestra escala del<br />
cero al diez ha merecido un simple uno. No lo queremos en el jurado.<br />
–Sí, señor Porter, gracias por llamarme.<br />
En realidad es Butch, a quien hemos decidido conceder un pequeño papel en nuestra farsa. Está con Deck, probablemente<br />
ambos acurrucados en una cabina para protegerse del frío. Butch, como buen profesional, ha pasado por Western Auto y ha<br />
hablado con Porter de un juego de neumáticos. Intenta imitar su voz. Nunca volverán a verse.<br />
–¿Qué desea? –pregunta Billy Butch.<br />
Le hemos dicho que pareciera agresivo al principio y que rápidamente cambiara de actitud.<br />
–Pues usted verá, es acerca del juicio, ya sabe, relacionado con la citación que habrá recibido. Yo soy uno de los abogados del<br />
caso.<br />
–¿Es esto legal?<br />
–Claro que es legal, pero no se lo comente a nadie. Escúcheme, yo represento a esa anciana cuyo hijo fue asesinado por una<br />
compañía llamada Great Benefit Life Insurance.<br />
–¿Asesinado?<br />
–Efectivamente. El muchacho necesitaba una operación, pero la compañía le negó indebidamente el tratamiento. Murió hace<br />
unos tres meses de leucemia. Ésa es la razón por la que los hemos demandado. Necesitamos realmente su ayuda, señor Porter.<br />
–Esto es terrible.<br />
–El peor caso que he visto, y eso que he participado en muchísimos. Le aseguro, señor Porter, con perdón por el lenguaje, que<br />
son más culpables que la madre que los parió. Nos han ofrecido ya doscientos mil dólares para cerrarnos la boca, pero<br />
queremos mucho más. Pedimos daños y perjuicios, y necesitamos su ayuda.<br />
–¿Me elegirán? En realidad no puedo faltar al trabajo. –Elegiremos doce entre unos setenta, es todo lo que le puedo decir. Pero<br />
se lo ruego, procure ayudarnos.<br />
–De acuerdo. Haré lo que pueda. Pero prefiero no estar en el jurado, ¿comprende? –Sí, señor. Gracias.<br />
Deck llega al despacho, donde nos comemos un bocadillo. Sale otras dos veces y me llama. Mencionamos unos cuantos<br />
nombres de personas con las que presuntamente hemos hablado, y todas ellas están más que dispuestas a castigar a Great<br />
Benefit por su perversidad. Damos la impresión de que ambos circulamos por las calles, llamando a las puertas, suplicando su<br />
apoyo y quebrantando suficientes normas éticas para que me expulsen eternamente del Colegio. ¡Y esto ocurre la noche<br />
anterior al día previsto para la elección del jurado!<br />
De las sesenta y tantas personas que se presentarán para ser interrogadas, hemos logrado proyectar graves dudas sobre un tercio<br />
de ellas, después de seleccionar cuidadosamente las que más nos preocupan.<br />
Apuesto a que Leo Drummond no pegará ojo esta noche.<br />
CUARENTA Y DOS<br />
La primera impresión es decisiva. Los componentes potenciales del jurado llegan entre las ocho y media y las nueve. Cruzan<br />
nerviosos la doble puerta de madera de la sala y avanzan por el pasillo, contemplando casi boquiabiertos el entorno. Dot y yo<br />
estamos solos a un extremo de nuestra mesa, mirando hacia los bancos acolchados donde se instalan los recién llegados.<br />
Estamos de espaldas al estrado. Lo único que hay sobre nuestra mesa es un cuaderno. Deck está en una silla cerca del palco del<br />
jurado, lejos de nosotros. Dot y yo susurramos y procuramos sonreír. Siento un hormigueo en el estómago.<br />
Alrededor de la mesa de la <strong>defensa</strong>, situada al otro lado del pasillo, contrastando enormemente con la nuestra, hay cinco<br />
individuos de traje negro y rostro severo, todos ellos con montones de papeles que cubren la superficie.<br />
Mi emulación de David contra Goliat es decisiva y empieza ahora. Lo primero de lo que se percatan los miembros del jurado es<br />
de mi carencia de personal, munición y, evidentemente, recursos. Mi pobre cliente es frágil y débil. No podemos competir con<br />
esos ricos de la otra mesa.<br />
Ahora que ha concluido la instrucción del caso me he percatado de lo innecesario que es disponer de cinco abogados para la<br />
<strong>defensa</strong>. Cinco excelentes abogados. También me asombra que Drummond no sea consciente de la amenaza que eso supone a<br />
los ojos del jurado. Su cliente debe ser culpable de algo. De lo contrario, ¿por qué emplearía cinco abogados contra uno solo,<br />
que soy yo?<br />
Esta mañana se han negado a hablar conmigo. Hemos mantenido las distancias, pero sus muecas y ceño de desdén delatan su<br />
repugnancia por mi contacto directo con miembros potenciales del jurado. Les produce asco y repulsión, pero no saben qué<br />
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