legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Según el anuario jurídico, Nunley, Ross & Perry es un bufete de abogacía general, constituido por tres letrados de poco más de<br />
cuarenta años, sin miembros asociados ni pasantes.<br />
Gran parte de su trabajo parecen ser las transacciones inmobiliarias, que me resultan insoportables, aunque éste no es el<br />
momento de dejarme llevar por mis escrúpulos. Están en el tercer piso de un moderno edificio de hormigón. El ascensor es<br />
lento y dentro hace calor.<br />
La zona de recepción es muy agradable, con una alfombra oriental sobre un suelo de madera noble sintética. Sobre una mesilla<br />
de cristal veo ejemplares de People y Us. La secretaria cuelga el teléfono y sonríe.<br />
–Buenos días. ¿Puedo hacer algo por usted?<br />
–Sí. Deseo ver al señor Nunley.<br />
Sin dejar de sonreír, dirige la mirada a una gruesa agenda sobre su impecable escritorio.<br />
–¿Tiene usted una cita? –pregunta, perfectamente consciente de que no la tengo.<br />
–No.<br />
–Comprendo. El señor Nunley está muy ocupado en este momento.<br />
Puesto que trabajé en un bufete el año pasado, tenía la absoluta seguridad de que el señor Nunley estaría muy ocupado. Es lo<br />
habitual. Ningún abogado del mundo admitiría, ni permitiría que lo hiciera su secretaria, que no estaba agobiado de trabajo.<br />
Podría ser peor. Esta mañana podía haber estado en el tribunal federal.<br />
Roderick Nunley es el socio decano de este bufete y, según el anuario jurídico, licenciado de la Universidad Estatal de<br />
Memphis. He procurado incluir en mi plan de ataque tantos ex alumnos de mi facultad como he podido. í<br />
–No me importa esperar –digo, y le dirijo una sonrisa.<br />
Ella también sonríe. Todos sonreímos. Se abre una puerta del corto pasillo y se nos acerca un individuo en mangas de camisa.<br />
Levanta la cabeza, me ve y de pronto estamos cerca el uno del otro. Le entrega una carpeta a la sonriente secretaria.<br />
–Buenos días –dice– ¿Qué puedo hacer por usted? –pregunta, con una voz clara y realmente agradable.<br />
La secretaria intenta responder, pero yo me anticipo.<br />
–Tengo que hablar con el señor Nunley –digo.<br />
–Soy yo –responde al tiempo que me tiende la mano derecha– Rod Nunley.<br />
–Me llamo Rudy Baylor –contesto mientras estrecho fuertemente su mano– Soy estudiante de tercer curso en la Universidad<br />
Estatal de Memphis, estoy a punto de licenciarme, y quería hablar con usted de trabajo.<br />
Estamos estrechándonos todavía la mano y no percibo ningún relajamiento cuando menciono el empleo.<br />
–Claro –dice– ¿De modo que busca trabajo? –agrega al tiempo que mira a la secretaria, como para preguntarle «¿cómo ha<br />
podido permitir que sucediera esto?».<br />
–Sí, señor. Si pudiera concederme sólo diez minutos. Sé que está muy ocupado.<br />
–Bueno, el caso es que dentro de unos minutos debo tomar una declaración jurada y luego me esperan en la audiencia –<br />
responde después de dar media vuelta, mirarme, echarle una ojeada a su secretaria y consultar su reloj<br />
Pero en el fondo es una buena persona, con una faceta amable. Puede que un día no muy lejano estuviera en mi lugar. Le<br />
suplico con la mirada, al tiempo que le ofrezco una delgada carpeta con mi currículum y una carta.<br />
–De acuerdo, pase, pero sólo un momento.<br />
–Le llamaré dentro de diez minutos –dice inmediatamente la secretaria para congraciarse con su jefe.<br />
–Bien, diez minutos máximo –dice en un tono grave después de contemplar varios segundos su reloj, como todo buen<br />
abogado– Y llame a Blanche. Dígale que llegaré unos minutos tarde.<br />
Se han recuperado los dos de maravilla. Me atenderán, pero no antes de organizar conjuntamente mi pronta partida.<br />
–Sígame, Rudy –agrega con una sonrisa.<br />
Le piso los talones por el pasillo.<br />
Su despacho es una sala cuadrada, con una pared cubierta de libros tras el escritorio y una impresionante selección de diplomas<br />
en la pared frente a la puerta. Examino los documentos enmarcados: un certificado de asistencia al Rotary Club, Boy Scout<br />
voluntario, abogado del mes, por lo menos dos licenciaturas, una fotografía de Rod con un político de rostro encarnado,<br />
afiliación a la Cámara de Comercio... Ese individuo enmarca cualquier cosa.<br />
Sentado frente a su enorme escritorio puedo oír el tictac del reloj.<br />
–Discúlpeme por irrumpir sin previo aviso en su despacho –empiezo a decir–, pero realmente necesito un trabajo.<br />
–¿Cuándo se licencia? –pregunta, con los codos apoyados sobre la mesa.<br />
–El mes próximo. Sé que es tarde para buscar trabajo, pero tengo–una buena razón.<br />
A continuación le hablo de mi empleo en Brodnax & Speer. Cuando llego a la parte de Tinley Britt, hago hincapié en lo que<br />
espero que sea su repulsión por los grandes bufetes. Es una rivalidad natural, los abogados independientes, como mi<br />
compañero Rod aquí presente, los que tienen pequeños despachos en la ciudad, frente a los de calcetines de seda de los grandes<br />
edificios. Miento un poco cuando le cuento que Tinley Britt había intentado convencerme para que trabajara para ellos, hasta<br />
llegar convenientemente a la conclusión de que no podría en modo alguno trabajar para un gran bufete. Simplemente no lo<br />
llevo en la sangre. Soy demasiado independiente. Quiero representar a la gente, no a las grandes corporaciones.<br />
Esto dura menos de cinco minutos.<br />
Es un buen oyente, un poco nervioso con el ruido de fondo de los teléfonos. Sabe que no va a contratarme, de modo que se<br />
dedica a pasar el tiempo, a la espera de que transcurran los diez minutos.<br />
–Qué mala jugada –exclama compasivamente cuando concluyo el relato.<br />
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