legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
–Señor Pellrod, como encargado decano de reclamaciones, ¿puede usted mirar directamente a los ojos de la señora Black y<br />
decirle que la reclamación de su hijo fue tramitada correctamente por su departamento? ¿Es usted capaz de hacerlo?<br />
Entorna los párpados, mueve la cara, frunce el entrecejo y mira a Drummond en busca de apoyo.<br />
–Creo que no puede obligarme a hacerlo –responde después de aclararse la garganta, fingiéndose ofendido.<br />
–Gracias. Eso es todo.<br />
Termino en menos de cinco minutos y la <strong>defensa</strong> está desconcertada. Calculaban que pasaría el resto del día con Reisky, y<br />
mañana con Pellrod. Pero no quiero perder el tiempo con esos mequetrefes. Quiero dirigirme al jurado.<br />
Kipler decreta un descanso de dos horas para comer. Llamo a Leo a un lado y le entrego una lista de seis testigos adicionales.<br />
–¿Qué diablos es eso? –pregunta.<br />
–Seis médicos, todos de aquí, todos oncólogos, todos dispuestos a declarar en la sala si su curandero sube al estrado.<br />
Walter Kord está furioso con la estrategia de Drummond, de presentar los trasplantes de médula como algo experimental. Ha<br />
presionado a sus socios y amigos, y están todos dispuestos a declarar.<br />
–No es un curandero.<br />
–Usted sabe perfectamente que no es más que un curandero. Un chiflado de Nueva York o algún país extranjero. Aquí tengo a<br />
seis muchachos de la región. Llámelo al estrado. Será divertido.<br />
–Estos testigos no están en la orden preliminar. Es una sorpresa injusta.<br />
–Son testigos de refutación. Vaya a protestar al juez. Lo dejo junto al estrado, con mi lista en la mano.<br />
Después del almuerzo, pero antes de que Kipler ordene que se haga silencio en la sala, charlo cerca de mi mesa con el doctor<br />
Walter Kord y dos de sus socios. Sentado solo en primera fila, tras la mesa de la <strong>defensa</strong>, está el doctor Milton Jiffy, el<br />
curandero de Drummond. Cuando los abogados se preparan para<br />
la sesión de la tarde, llamo a Drummond y le presento a los socios de Kord. Es un momento difícil. Drummond está enojado<br />
por su presencia en la sala. Se sientan los tres en primera fila, detrás de mi mesa. Los cinco muchachos de Trent & Brent no<br />
pueden evitar mirarlos fijamente.<br />
Entra el jurado y Drummond llama a Jack Underhall al estrado. Se le toma juramento, ocupa su asiento y sonríe como un idiota<br />
al jurado. Han estado observándolo durante tres días y no comprendo cómo Drummond puede esperar que alguien le crea.<br />
El propósito de su testimonio pasa a ser perfectamente evidente. Todo está relacionado con Jackie Lemancyzk. Mintió en lo<br />
referente a los diez mil dólares al contado, en cuanto a la firma de un acuerdo, porque no existe dicho acuerdo, en cuanto a la<br />
estratagema para denegar reclamaciones, en lo referente al sexo con sus superiores, e incluso en cuanto a la denegación de la<br />
compañía de pagar sus gastos médicos. Underhall empieza en un tono ligeramente compasivo, pero no tarda en ponerse duro y<br />
vengativo. Es imposible decir cosas tan horribles con una sonrisa en los labios, pero está particularmente ansioso por<br />
denigrarla.<br />
Es una maniobra audaz y arriesgada. El hecho de que ese maleante acuse a alguien de mentir no deja de ser paradójico. Han<br />
decidido que este juicio es mucho más importante que cualquier acción jurídica subsecuente por parte de Jackie.<br />
Aparentemente, Drummond está dispuesto a arriesgar su enajenación completa del jurado, con la esperanza de generar<br />
suficientes dudas como para enturbiar las aguas. Probablemente considera que no tiene mucho que perder, con un malicioso<br />
ataque contra una joven que no está presente y no puede defenderse.<br />
Underhall nos comunica que la conducta laboral de Jackie era atroz. Se emborrachaba y se llevaba muy mal con sus<br />
compañeros de trabajo. Algo había que hacer. Le ofrecieron la oportunidad de dimitir, para no estropear sus perspectivas<br />
laborales. No tuvo nada que ver con el hecho de que estuviera a punto de declarar, ni nada en absoluto con la reclamación de<br />
los Black.<br />
Su testimonio es extraordinariamente breve. Confían en que suba y baje del estrado sin causar demasiado daño. No es mucho lo<br />
que puedo hacer, a excepción de esperar que al jurado le repugne tanto como a mí. Es abogado y no quiero discutir con él.<br />
–Señor Underhall, ¿tiene su compañía fichas del personal empleado en la misma? –pregunto amablemente.<br />
–Sí.<br />
–¿Tienen una ficha de Jackie Lemancyzk?<br />
–Sí.<br />
–¿La tiene aquí?<br />
–No, señor.<br />
–¿Dónde está?<br />
–En nuestras oficinas, supongo. –¿En Cleveland?<br />
–Sí. En nuestras oficinas.<br />
–¿De modo que no podemos verla?<br />
–No la tengo, ¿comprende? Nadie me ha pedido que la trajera.<br />
–¿Incluye evaluación laboral y cosas por el estilo? –Sí.<br />
–Si un empleado recibe una amonestación, degradación o traslado, ¿figura en su ficha personal? –Sí.<br />
–¿Aparece alguna de dichas anotaciones en la ficha de Jackie?<br />
–Eso creo.<br />
–¿Contiene su ficha una copia de su carta de dimisión? –Sí.<br />
–Pero tendremos que confiar en su palabra en cuanto al contenido de dicha ficha, ¿no es cierto?<br />
–Nadie me ha pedido que la trajera, señor Baylor. Consulto mis notas y me aclaro la garganta.<br />
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