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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

–Deben empezar a organizar su próximo paso.<br />

Me encantaría que fuera mi casa, pero todavía no hemos hablado de ello.<br />

–¿Cuántas mujeres hay aquí? –pregunto.<br />

–Hoy cinco. Kelly, tú tendrás una habitación privada con baño. La comida no está mal. Puedes comer en tu habitación o con las<br />

demás. No disponemos de servicios médicos ni jurídicos. No ofrecemos terapia ni asesoramiento. Lo único que ofrecemos es<br />

amor y protección. Aquí estás a salvo. Nadie te encontrará. Y tenemos un guardia armado que circula por aquí.<br />

–¿Puede venir a verme? –pregunta Kelly al tiempo que mueve la cabeza en dirección a mí.<br />

–Sólo permitimos una visita, que debe ser autorizada previamente. Llame cuando quiera venir y asegúrese de que no le siguen.<br />

Lamento no poder permitir que pase la noche aquí.<br />

–No tiene importancia –respondo.<br />

–¿Desea saber algo más? De lo contrario, debo mostrarle a Kelly la casa. Puede venir a verla esta noche si lo desea.<br />

Sé captar una indirecta. Me despido de Kelly y prometo visitarla esta noche. Me pide que le traiga una pizza. Después de todo,<br />

es viernes por la noche.<br />

Cuando me alejo tengo la impresión de haberla introducido en los bajos fondos.<br />

Un periodista de la prensa de Cleveland se me acerca en el vestíbulo del juzgado con la intención de hablar de Great Benefit.<br />

¿Sabía que el fiscal general de Ohio, según los rumores, está investigando la compañía? No respondo. Me sigue hasta la sala.<br />

Deck está solo en la mesa de la acusación. Kipler brilla por su ausencia. Todo el mundo espera.<br />

Butch le ha entregado los documentos a Cliff Riker cuando salía a almorzar. Riker ha intentado discutir con él, pero Butch no<br />

se ha dejado amilanar, le ha respondido que no le importaba resolverlo con los puños y Riker se ha retirado inmediatamente.<br />

Mi nombre figura en la citación, por tanto, de ahora en adelante, tendré que ser precavido..<br />

Llega más gente a la sala, cuando son casi las dos. Aparece Booker y se sienta con nosotros. Cooper Jackson, Hurley y<br />

Grunfeld regresan de su almuerzo. Han tomado varias copas. El periodista se sienta en la última fila. Nadie quiere hablar con<br />

él.<br />

Hay muchas teorías sobre las deliberaciones del jurado. Se supone que un veredicto rápido es favorable a la acusación en un<br />

caso como éste. El hecho de que la deliberación se prolongue significa que no hay acuerdo entre los miembros del jurado.<br />

Escucho esas especulaciones infundadas y no puedo estarme quieto. Salgo a tomar un vaso de agua, a continuación voy al<br />

retrete y luego al bar. Prefiero caminar a estar sentado en la sala. Tengo un nudo terrible en el estómago y me late<br />

violentamente el corazón.<br />

Booker me conoce mejor que nadie y me acompaña. También está nervioso. Deambulamos sin rumbo fijo por los pasillos de<br />

mármol, sólo para matar el tiempo. Y esperar. En tiempos difíciles es importante estar con amigos. Le doy las gracias por haber<br />

venido. Responde que no se lo habría perdido por nada en el mundo.<br />

A las tres y media estoy convencido de que he perdido. Tenía que haber sido una decisión sumamente fácil, una simple<br />

cuestión de elegir un porcentaje y calcular el resultado. Puede que haya confiado excesivamente en mí mismo. Recuerdo un<br />

caso tras otro de veredictos miserables en este condado. Estoy a punto de convertirme en una estadística, un ejemplo más de<br />

por qué a un abogado de Memphis le conviene aceptar una oferta razonable. El tiempo transcurre con una lentitud pasmosa.<br />

Alguien me llama desde algún lugar lejano. Es Deck, está en la puerta de la sala y agita los brazos desesperadamente.<br />

–Dios mío –exclamo.<br />

–Tranquilízate –dice Booker, y al instante echamos a correr hacia la sala.<br />

Respiro hondo, rezo una rápida oración y entro en la sala. Drummond y sus cuatro secuaces están sentados a su mesa. Dot está<br />

sola en la nuestra. Todo el mundo ocupa sus lugares. El jurado entra en la sala cuando me acerco para sentarme junto a mi<br />

cliente. Sus rostros no revelan nada. Cuando están todos sentados, su señoriales pregunta:<br />

–¿Ha alcanzado el jurado un veredicto?<br />

–Sí, su señoría –responde Ben Charnes, el joven negro licenciado encargado del jurado.<br />

–¿Está escrito en un papel de acuerdo con mis instrucciones?<br />

–Sí, señor.<br />

–Le ruego que se levante y lo lea.<br />

Charnes se pone de pie lentamente. Tiene un papel en las manos que tiembla visiblemente. No tanto como mis manos. Respiro<br />

con cierta dificultad. Me siento tan mareado que tengo la sensación de que voy a desmayarme. Dot, sin embargo, está muy<br />

serena. Ya ha ganado la batalla contra Great Benefit. Han reconocido en la sala que eran culpables. Ya no le importa nada de lo<br />

que pueda suceder.<br />

Estoy decidido a permanecer impasible, sin manifestar mis emociones, sea cual fuere el veredicto. Lo hago tal como me han<br />

enseñado. Hago garabatos en un cuaderno. Una fugaz ojeada a mi izquierda confirma que los cinco abogados de la <strong>defensa</strong><br />

emplean la misma táctica.<br />

–Nosotros, los miembros del jurado –lee Chames después de aclararse la garganta–, fallamos a favor del demandante y<br />

concedemos los doscientos mil dólares de gastos. –Hace una pausa, con todas las miradas fijas en el papel–. Además, nosotros,<br />

los miembros del jurado –agrega después de aclararse de nuevo la garganta–, fallamos a favor del demandante en lo referente a<br />

daños y perjuicios y otorgamos la cantidad de cincuenta millones de dólares.<br />

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