legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
–¿Cuánto hacía que estaba en casa cuando ha llegado el señor Riker?<br />
–Unos diez minutos.<br />
–¿Qué ha ocurrido entonces?<br />
–No tiene por qué responder a esta pregunta –interrumpo–, hasta que haya hablado conmigo y yo haya podido investigar el<br />
caso. Por ahora, este interrogatorio ha concluido.<br />
Extiendo el brazo y pulso el botón del magnetófono. Smo<strong>the</strong>rton se tranquiliza mientras consulta sus notas. Hamlet regresa con<br />
la transcripción de la grabación y la estudian juntos. Kelly y yo no nos prestamos atención alguna, pero nos tocamos los pies<br />
por debajo de la mesa.<br />
Smo<strong>the</strong>rton escribe algo en un papel y me lo entrega: «Este caso se tratará como homicidio, pero pasará al departamento de<br />
abusos domésticos de la fiscalía: El nombre de la encargada es Morgan Wilson. Ella se ocupará de todo en adelante.»<br />
–¿Pero van a encerrarla?<br />
–No tengo otra alternativa. No puedo dejarla en libertad.<br />
–¿De qué se la acusa?<br />
–Homicidio involuntario.<br />
–Puede soltarla bajo mi responsabilidad.<br />
–No puedo –responde enojado–. ¿Qué clase de abogado es usted?<br />
–Entonces suéltela bajo su propia–palabra.<br />
Imposible –responde con una sonrisa de frustración a Hamlet–. Tenemos un cadáver. La fianza debe decretarla un juez. Si<br />
usted convence a su señoría de que la suelte bajo su propia palabra, estará libre. Yo soy un humilde detective.<br />
–¿Voy a la cárcel? –pregunta Kelly.<br />
–No tengo otra alternativa, señora –dice Smo<strong>the</strong>rton, de pronto mucho más amable–. Si su abogado es competente, estará libre<br />
mañana mismo. A condición, claro está, de que pueda pagar la fianza. Pero yo no puedo soltarla aunque lo desee.<br />
Estrecho el brazo sobre la mesa y le cojo la mano.<br />
–No te preocupes, Kelly. Te sacaré mañana, lo antes posible.<br />
Asiente, aprieta los dientes y procura ser fuerte.<br />
–¿Pueden colocarla en una celda a solas? –le pregunto a Smo<strong>the</strong>rton.<br />
–Oiga, mequetrefe, no soy yo quien dirige los calabozos, ¿vale? Si sabe hacerlo mejor que ellos, hable con los celadores. Les<br />
encantan los abogados.<br />
No me provoques, amigo. Hoy ya le he roto el cráneo a alguien. Nos miramos con odio.<br />
–Gracias –digo.<br />
–No hay de qué –responde, al tiempo que él y Hamlet apartan las sillas de un empujón–y salen de la sala–. Tiene cinco minutos<br />
–agrega por encima del hombro antes de dar un portazo. –No te muevas, ¿de acuerdo? –susurro–. Te observan a través de esa<br />
ventana. Y aquí probablemente hay micrófonos.<br />
De modo que ten cuidado con lo que dices.<br />
No dice nada. Yo sigo con mi papel de abogado. –Lamento lo sucedido. –¿Qué significa homicidio involuntario?<br />
–Puede significar muchas cosas, pero básicamente que se ha cometido un asesinato sin intención de hacerlo.<br />
–¿A cuánto tiempo podrían sentenciarme? –Primero deben condenarte, y eso no sucederá. –¿Me lo prometes?<br />
–Te lo prometo. ¿Estás asustada?<br />
Se frota suavemente los ojos y reflexiona un buen rato. –Tiene muchos parientes y todos son como él, borrachos y violentos.<br />
Me dan mucho miedo.<br />
No sé qué responder. Yo también tengo miedo de ellos. –¿Pueden obligarme a asistir al funeral?<br />
–No.<br />
–Me alegro.<br />
Vienen a por ella al cabo de unos minutos y en esta ocasión utilizan esposas. Veo cómo se la llevan a lo largo del pasillo. Se<br />
detienen frente a un ascensor y Kelly vuelve la cabeza para verme. La saludo con la mano y desaparece.<br />
CINCUENTA Y DOS<br />
En todo asesinato se cometen veinticinco errores. Quien recuerda diez es un genio. Por lo menos eso fue lo que oí en una<br />
ocasión en una película. No ha sido exactamente un asesinato, sino un acto de <strong>defensa</strong> propia. No obstante, van apareciendo<br />
errores.<br />
Camino alrededor de mi escritorio, que está cubierto de montones de papeles cuidadosamente ordenados. He hecho un<br />
diagrama del piso, el cuerpo, la ropa, el revólver, el bate, las latas de cerveza y todo lo que recuerdo. He dibujado la posición<br />
de mi coche, el de Kelly y el de Cliff en el aparcamiento. He escrito un montón de páginas con todos los detalles de lo sucedido<br />
aquella noche. Creo que pasé menos de quince minutos en el piso, pero escrito parece una pequeña novela. ¿Cuántos gritos o<br />
gemidos pudieron oírse desde el exterior? Cuatro a lo sumo, creo. ¿Cuántos vecinos vieron a un desconocido abandonar la casa<br />
después de los gritos? Quién sabe.<br />
Eso, a mi parecer, fue el primer error. No debí haberme marchado tan pronto. Debí haber esperado unos diez minutos, para<br />
comprobar si alguien había oído algo, antes de escabullirme en la oscuridad de la noche.<br />
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