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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

El primer mes de negocios con Deck ha producido unos resultados paupérrimos. Hemos ingresado un total de mil doscientos<br />

dólares en honorarios: cuatrocientos de Jimmy Monk, un ladronzuelo de tiendas que Deck captó en el juzgado de primera<br />

instancia, doscientos de un caso de oficio que Deck consiguió de algún modo extraño y todavía incomprensible, y quinientos<br />

de un caso de compensación laboral que Deck le robó a Bruiser antes de abandonar su bufete. Los cien dólares restantes<br />

proceden de una pareja de edad madura que entró casualmente en nuestro bufete. Buscaban antigüedades subieron<br />

equivocadamente por la escalera y me sorprendieron echando una siesta en mi despacho.<br />

Charlamos amigablemente, una cosa condujo a otra y esperaron mientras mecanografiaba sus testamentos. Me pagaron al<br />

contado y se lo comuniqué debidamente a Deck, nuestro contable. De este modo tan ético gané mis primeros honorarios.<br />

Hemos gastado quinientos dólares en el alquiler, cuatrocientos en papel y tarjetas, unos quinientos cincuenta en conexiones y<br />

depósitos, ochocientos para el alquiler de equipos telefónicos, incluido el primer mes, trescientos del primer plazo de mesas y<br />

otros muebles suministrados por el propietario de la planta baja, doscientos del Colegio de Abogados, trescientos de gastos<br />

varios de difícil definición, setecientos cincuenta de un fax, cuatrocientos por la instalación y el primer mes de alquiler de un<br />

ordenador barato, y cincuenta de un anuncio en una guía local de restaurantes.<br />

Hemos gastado un total de cuatro mil doscientos cincuenta dólares, en su mayoría, afortunadamente, en gastos iniciales que no<br />

se repetirán. Deck lo ha calculado al dedillo. Saldados éstos estima que el bufete nos costará mil novecientos dólares<br />

mensuales. Finge estar encantado con nuestro progreso.<br />

Es difícil ignorar su entusiasmo. Vive en el despacho. Está solo, lejos de sus hijos y en una ciudad que no es la suya. No creo<br />

que pase mucho rato divirtiéndose por la ciudad. El único interés que ha mencionado tener es por los casinos de Mississippi.<br />

Suele llegar al bufete alrededor de una hora después de llegar yo. Pasa la mayor parte de la mañana en su despacho, hablando<br />

por teléfono con Dios sabe quién. Estoy seguro de que atosiga a alguien, o comprueba informes sobre accidentes, o<br />

simplemente se relaciona con sus contactos. Todas las mañanas me pregunta si tengo algo para mecanografiar. Hemos<br />

comprobado que él mecanografía mucho mejor que yo, y siempre está dispuesto a escribir mis cartas y documentos. Se<br />

esfuerza como un endiablado para contestar el teléfono, corre a por café, barre la oficina y se ocupa de todas las fotocopias. No<br />

se le caen los anillos y quiere que yo sea feliz.<br />

No se prepara para el examen. Hablamos de ello en una ocasión y cambió rápidamente de tema.<br />

Hacia el mediodía, suele hacer planes para ir a algún lugar indeterminado y ocuparse de algún asunto misterioso. Tengo la<br />

certeza de que en algún lugar hay mucha actividad jurídica, tal vez en el tribunal municipal o en el de insolvencias, por donde<br />

circulan muchas personas que necesitan abogados. Pero no hablamos de ello. Por la noche visita los hospitales.<br />

En los primeros días dividimos nuestras pequeñas dependencias y definimos nuestros territorios. Deck opina que yo debería<br />

pasar la mayor parte del día deambulando por los numerosos juzgados en busca de clientes. Detecto su frustración por mi<br />

escasa agresividad. Está harto de mis consideraciones éticas y tácticas. El mundo real es muy agresivo y está lleno de abogados<br />

hambrientos que saben pelear sin cuartel, y si uno se queda sentado aquí todo el día, acaba por morirse de hambre. Los buenos<br />

casos no llegarán solos ni por casualidad.<br />

Por otra parte, Deck me necesita porque estoy legalmente autorizado a ejercer. Puede que nos repartamos el dinero, pero no es<br />

una sociedad igualitaria. Se considera prescindible y por ello se ofrece voluntario para los trabajos más duros. Está<br />

perfectamente dispuesto a perseguir ambulancias, deambular por los vestíbulos de edificios federales y acechar en las salas de<br />

urgencias de los hospitales porque está satisfecho con el convenio que le concede el cincuenta por ciento. No encontraría<br />

mejores condiciones en ningún otro lugar.<br />

Basta con uno, repite una y otra vez. Uno oye eso permanentemente en este negocio. Un caso importante y puedes jubilarte.<br />

Esa es una de las razones por las que los abogados cometen tantas vilezas, como la de poner anuncios a todo color en las<br />

páginas amarillas, carteles y pancartas en los autobuses, o la de acechar clientes potenciales por teléfono. Te tapas la nariz,<br />

haces caso omiso del hedor de tus actos, e ignoras el desdén de los<br />

abogados de los grandes bufetes, porque con uno basta.<br />

Deck está decidido a encontrarlo para nuestro pequeño bufete. Mientras él deambula por la ciudad, yo logro mantenerme<br />

ocupado. Hay cinco pequeñas municipalidades incorporadas, adosadas a los límites de la ciudad de Memphis. Cada una de<br />

ellas dispone de su propio juzgado municipal, con su correspondiente cupo de jóvenes abogados de oficio para representar a<br />

acusados indigentes que han cometido delitos menores. Los jueces y los fiscales son jóvenes que trabajan a tiempo partido, en<br />

su mayoría ex alumnos de la Universidad de Memphis que suelen cobrar menos de quinientos dólares mensuales. Tienen<br />

bufetes que prosperan en los suburbios y dedican unas horas semanales a la administración de justicia penal. He ido a<br />

visitarlos, les he brindado sonrisas y cumplidos, les he expresado mi necesidad de trabajar en sus juzgados, y los resultados han<br />

sido variados. Actualmente me han nombrado para representar a seis indigentes, acusados de diversos delitos, desde posesión<br />

de drogas, pasando por hurto, hasta escándalo público. Cobraré, a lo sumo, cien dólares por caso y deben cerrarse en menos de<br />

dos meses. Después de haberme reunido con mis clientes, discutido con ellos su declaración de culpabilidad, negociado con la<br />

acusación y acudido a los suburbios para su comparecencia ante el juez, habré dedicado, como mínimo, cuatro horas a cada<br />

caso. Eso supone veinticinco dólares por hora, sin deducir gastos ni impuestos.<br />

Pero, por lo menos, sirve para mantenerme ocupado e ingresar un poco de dinero. Conozco gente, distribuyo tarjetas y les digo<br />

a mis nuevos clientes que hablen de mí con sus amigos, que les expliquen que puedo resolver todos sus problemas legales. Pero<br />

sólo puede tratarse de otras miserias: divorcios, insolvencias y delitos en general. Es la vida de un abogado.<br />

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