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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

desposeído de mi dignidad. Lucho para recuperarme, señor Drummond. Intento salvarme a mí misma y si creo que algún<br />

tratamiento puede ayudarme, no vacilaré en solicitarlo. Si por lo menos su cliente pagara las malditas cuentas.<br />

–He terminado, su señoría –dice Drummond antes de retirarse rápidamente a su mesa.<br />

Acompaño a Jackie casi hasta la puerta. Le doy varias veces las gracias y prometo llamar a su abogado. Deck sale con ella para<br />

llevarla al aeropuerto.<br />

Son casi las once y media. Quiero que el jurado reflexione sobre su declaración durante el almuerzo y le solicito al juez Kipler<br />

un temprano receso. Alego oficialmente que necesito analizar unas copias informáticas, antes de llamar al próximo testigo.<br />

Los diez mil dólares de multa han llegado mientras estábamos en la sala y Drummond los ha depositado en plica, junto a un<br />

recurso de apelación y un informe de veinte páginas. Se propone apelar contra dicha sanción y el dinero quedará depositado en<br />

una cuenta del juzgado, a la espera de la decisión definitiva. Tengo otras cosas en que pensar.<br />

CUARENTA Y CINCO<br />

Recibo algunas sonrisas de los miembros del jurado cuando regresan a sus asientos después del almuerzo. Se supone que no<br />

deben hablar del caso hasta que se les haga entrega oficial del mismo, pero todo el mundo sabe que lo comentan cada vez que<br />

abandonan la sala. Hace unos años, dos miembros del jurado se liaron a puñetazos al discutir la veracidad de cierto testigo. El<br />

problema fue que se trataba del segundo testigo, en un juicio cuya duración prevista era de dos semanas. El juez decretó el<br />

juicio nulo y empezaron de nuevo.<br />

Han tenido dos horas para digerir y asimilar el testimonio de Jackie. Ha llegado el momento de que les muestre la forma de<br />

corregir algunas de dichas maldades. Es hora de hablar de dinero.<br />

–Con la venia de su señoría, la acusación llama al señor Wilfred Keeley al estrado.<br />

Encuentran a Keeley cerca de la sala, y entra cargado de energía y con anhelo por declarar. Parece vigoroso y amable, al<br />

contrario de Lufkin, y a pesar de las mentiras irrefutables de su compañía. Evidentemente quiere asegurarle al jurado que está<br />

al mando y que se puede confiar en él.<br />

Le formulo algunas preguntas generales para establecer que es en efecto el director gerente, el jefe supremo de Great Benefit.<br />

Lo admite con toda franqueza. A continuación le entrego una copia del último informe financiero de la compañía y lo examina<br />

como si lo leyera todas las mañanas.<br />

–Dígame, señor Keeley, ¿puede decirle al jurado cuál es el valor activo de su compañía?<br />

–¿A qué se refiere por valor activo? –replica.<br />

–Me refiero al valor neto.<br />

–Éste no es un concepto claro.<br />

–Claro que lo es. Observe el informe financiero que tiene delante, tome por una parte los haberes, reste los débitos, y dígale al<br />

jurado cuál es el saldo. Ése es el valor neto.<br />

–No es tan simple.<br />

Muevo con incredulidad la cabeza.<br />

–¿Admite usted que el valor neto de su compañía es de aproximadamente cuatrocientos cincuenta millones de dólares?<br />

Además de la utilidad evidente de sorprender a un ejecutivo mintiendo, otra ventaja es que los demás testigos tienen que decir<br />

la verdad. Keeley debe ser completamente honrado y estoy seguro de que Drummond ha insistido mucho en ello. No habrá sido<br />

fácil.<br />

–Es una estimación razonable. Estoy de acuerdo.<br />

–Gracias. Ahora, dígame, ¿de cuánto dinero líquido dispone su compañía?<br />

La pregunta era inesperada. Drummond se levanta y protesta. Kipler no admite la protesta.<br />

–Bueno, es difícil saberlo –responde antes de sumirse en el estado de angustia que al parecer cabe esperar de Great Benefit.<br />

–Vamos, señor Keeley, usted es el director gerente. Hace dieciocho años que está en la compañía. Procede del mundo de las<br />

finanzas. ¿De cuánto dinero líquido disponen?<br />

Espero pacientemente mientras examina las páginas como un endemoniado. Por fin me da una cifra y ahí es donde le doy las<br />

gracias a Max Leuberg. Levanto mi copia y le pido que me aclare cierta cuenta de reserva en particular. Cuando les demandé<br />

por diez millones de dólares, depositaron el dinero en una cuenta de reserva para pagar la demanda. Lo mismo hacen con todos<br />

los pleitos. Sigue siendo su dinero, que se invierte y gana dividendos, pero ahora está calificado de obligación. A las compañías<br />

de seguros les encanta que las demanden por muchos millones de dólares, porque pueden reservar el dinero y alegar que son<br />

casi insolventes.<br />

Y todo es perfectamente legal. Es un sector no regulado, con su propio conjunto de tenebrosos métodos de contabilidad.<br />

Keeley empieza a utilizar complicados términos financieros, que nadie alcanza a comprender. Prefiere confundir al jurado, a<br />

admitir la verdad.<br />

Le pregunto por otra cuenta de reserva, antes de pasar a una de excedentes. Excedentes limitados. Excedentes ilimitados. Le<br />

formulo un sinfín de preguntas y parezco bastante inteligente. Con la ayuda de las notas de Leuberg, compagino las cifras y le<br />

pregunto a Keeley si la compañía dispone de unos cuatrocientos ochenta y cinco millones en dinero líquido.<br />

–Ojalá –responde con un carcajada, sin provocar siquiera una sonrisa.<br />

–¿Entonces de cuanto dinero líquido dispone, señor Keeley?<br />

–Pues no lo sé. Supongo que alrededor de cien millones.<br />

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