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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

–Están perdiendo el tiempo –exclamo, ahora más enojado de que sospechen de mí.<br />

–El señor Lancaster dice que estaba bastante furioso cuando fue anoche al bufete.<br />

–Cierto. Pero no lo suficiente como para incendiar el local. Están perdiendo el tiempo. Se lo prometo.<br />

–Dice que acababan de despedirlo y quería enfrentarse al señor Lake.<br />

–Cierto. Todo eso es verdad, pero no demuestra que tuviera motivos para incendiar su despacho. Abran los ojos.<br />

–Un asesinato cometido durante un incendio puede acarrear la pena de muerte.<br />

–¡No me diga! Estoy con ustedes. Encuentren al asesino y ásenlo. Pero déjenme tranquilo.<br />

Supongo que mi ira es bastante convincente, porque ambos se arredran simultáneamente. Uno de ellos se saca un papel<br />

doblado del bolsillo de la camisa.<br />

–Aquí tengo un informe –dice–, de hace un par de meses, según el cual se le buscaba por destrucción de propiedad privada.<br />

Algo relacionado con la rotura de un cristal, en un bufete de la ciudad.<br />

–Sabía que sus ordenadores funcionaban.<br />

–Una conducta un poco extraña para un abogado.<br />

–He visto cosas peores. Además, no soy abogado. Soy un pasante, o algo por el estilo. Acabo de terminar la carrera. Por otra<br />

parte, se retiró la denuncia, y estoy seguro de que este dato figura claramente en algún lugar de su papel. Y si realmente creen<br />

que el haber roto un cristal en abril está de algún modo relacionado con el incendio de anoche, el verdadero pirómano puede<br />

quedarse tranquilo. Está a salvo. Nunca lo atraparán.<br />

En este momento uno de ellos se incorpora de un brinco y su compañero le emula inmediatamente.<br />

–Le conviene hablar con un abogado –dice uno de ellos señalándome con el dedo– En este momento, usted es el principal<br />

sospechoso.<br />

–Claro, claro. Como ya les he dicho, si yo soy el principal sospechoso, el verdadero asesino está de suerte. Van muy<br />

desencaminados.<br />

Cierran de un portazo y desaparecen. Espero media hora y me subo al coche. Conduzco unas cuantas manzanas y me sitúo<br />

cuidadosamente cerca del almacén. Aparco, ando otra manzana y me oculto en una tienda de ultramarinos. Veo los restos<br />

humeantes del edificio a dos manzanas. Sólo uno de sus muros sigue en pie. Docenas de personas circulan de un lado para otro:<br />

abogados y secretarias que señalan en todas direcciones, y bomberos que deambulan con sus pesadas botas. La policía aísla la<br />

zona con cinta amarilla. El aire está impregnado de un penetrante olor a madera quemada y una nube grisácea cubre el barrio<br />

entero.<br />

Los suelos y los techos del edificio eran de madera y, con muy pocas excepciones, también las paredes. Si pensamos además en<br />

la enorme cantidad de libros repartidos por el edificio, así como el inevitable volumen de papel archivado, es fácil comprender<br />

que ardiera con tanta virulencia. Lo desconcertante es el hecho de que había una extensa red de rociadores antiincendios<br />

repartidos por el edificio, cuyos tubos pintados estaban por todas partes, a menudo incorporados en la decoración del local.<br />

Por razones evidentes, Prince no es madrugador. Suelen ser alrededor de las dos cuando cierra Yogi's y se desploma en el<br />

asiento trasero de su Cadillac. Firestone, su chofer de toda la vida y presunto guardaespaldas, lo conduce a casa. En un par de<br />

ocasiones, cuando los dos estaban demasiado borrachos para conducir, los he llevado a ambos a su casa.<br />

Prince suele estar en su despacho a las once, porque en Yogi's hay una actividad momentánea a la hora del almuerzo. Lo<br />

encuentro tras su escritorio a las doce, hojeando papeles y cuidando la resaca. Toma analgésicos y bebe agua mineral hasta la<br />

hora mágica de las cinco de la tarde, cuando penetra en su mundo tranquilizador del ron con agua tónica.<br />

El despacho de Prince está en un cuarto desprovisto de ventanas, debajo de la cocina, muy escondido y accesible sólo a través<br />

de tres puertas sin indicación alguna y por una escalera oculta. Es un cuadrado perfecto, con las paredes completamente<br />

cubiertas de fotografías de Prince estrechando la mano de políticos locales y otros personajes fotogénicos. También hay<br />

numerosos recortes de periódico enmarcados en los que se menciona a Prince como sospechoso, acusado, detenido, juzgado y<br />

declarado siempre inocente. Le encanta ver su nombre en los periódicos.<br />

Está de un humor de perros, como de costumbre. A lo largo de los años he aprendido a no cruzarme en su camino hasta<br />

después de la tercera copa, generalmente a las seis de la tarde. De modo que llego con seis horas de antelación. Me hace una<br />

seña para que entre y cierro la puerta a mi espalda.<br />

–¿Qué ocurre? –refunfuña.<br />

Tiene los ojos irritados. Con su largo cabello negro, su frondosa barba, camisa abierta y cuello velludo, me ha recordado<br />

siempre a Wolfman Jack.<br />

–Estoy metido en un pequeño lío –respondo.<br />

–¿Qué tiene eso de nuevo?<br />

Le cuento lo sucedido anoche: que me he quedado sin empleo, el incendio y la policía. Hago especial hincapié en el hecho de<br />

que hay un cadáver, que le preocupa particularmente a la policía. Como es perfectamente lógico. Me resulta difícil pensar que<br />

yo pueda ser el principal sospechoso, pero sin duda así lo cree la policía.<br />

–De modo que Lake ha sido asado –comenta, al parecer encantado, puesto que un buen incendio intencionado como éste es lo<br />

que a Prince le hace feliz y le alegra la mañana– Nunca me había gustado.<br />

–Él no está muerto. Su negocio ha quedado temporalmente paralizado. Volverá.<br />

Y eso es lo que más me preocupa. Jonathan Lake distribuye mucho dinero entre muchos políticos. Cultiva relaciones para<br />

comprar favores. Si está convencido de mi participación en el incendio, o aunque sólo busque temporalmente un chivo<br />

expiatorio, la policía me acosará despiadadamente.<br />

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