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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

naturalmente, que no está disponible debido a sus sagradas obligaciones en los juzgados. Pero no sólo él está ocupado, sino que<br />

también lo están los seis futuros testigos. ¡Todos y cada uno de ellos!<br />

Kipler organizó una conferencia por teléfono con Drummond y conmigo, y las cosas se pusieron feas, por lo menos para la<br />

<strong>defensa</strong>. Drummond está realmente comprometido y ha mandado por fax la orden preliminar de otro juzgado para demostrarlo.<br />

Lo que ha enojado al juez ha sido la afirmación de Drummond, de que no podría trasladarse tres días a Cleveland hasta dentro<br />

de dos meses. Además, los funcionarios en cuestión eran personas muy ocupadas y podrían transcurrir varios meses antes de<br />

poderlos reunir a todos en un mismo lugar.<br />

Kipler ha ordenado esta vista para poder ensañarse oficialmente con Drummond y dejar constancia de ello. Puesto que he<br />

hablado con su señoría a diario durante los últimos cuatro días, sé exactamente lo que está a punto de ocurrir. No será<br />

agradable, ni yo tendré mucho que decir.<br />

–Se abre la sesión –dice Kipler en dirección a la relatora, y los clónicos de la otra mesa, que hoy son cuatro, se inclinan sobre<br />

sus cuadernos–. Con referencia al caso dos uno cuatro seis seis ocho, Black contra Great Benefit, el demandante ha presentado<br />

una notificación para tomar declaración al representante designado de la compañía y a otros cinco empleados del acusado el<br />

lunes día cinco de octubre, en sus oficinas centrales de Cleveland, Ohio. El abogado defensor previsiblemente ha protestado,<br />

alegando la existencia de previas obligaciones. ¿Es eso correcto, señor Drummond?<br />

–Sí, señor –responde Drummond, después de levantarse lentamente–. He presentado ya a la sala la copia de una orden<br />

preliminar para comparecer ante un tribunal federal en un caso que se inicia el lunes, en el que actúo como abogado principal<br />

de la <strong>defensa</strong>.<br />

Drummond y Kipler han discutido ya violentamente dos veces sobre el mismo tema, pero es importante hacerlo ahora para que<br />

quede constancia oficial de ello.<br />

–¿Y cuándo podría usted incluir este asunto en su agenda? –pregunta Kipler, con mucho sarcasmo.<br />

Yo estoy solo en mi mesa. Deck no me acompaña. Hay por lo menos cuarenta abogados a mi espalda, en los bancos de la sala,<br />

todos contemplando la paliza que está a punto de recibir el gran Leo F. Drummond. Deben preguntarse quién soy yo, ese<br />

desconocido novato, tan bueno como para que el juez luche por mí.<br />

–Bueno, su señoría, tengo una agenda muy completa –responde Drummond, mientras se mueve con cierta incomodidad–. Tal<br />

vez podría...<br />

–Tengo entendido que ha dicho dentro de dos meses. ¿Estoy en lo cierto? –pregunta Kipler con aparente estupor, como si le<br />

pareciera imposible que cualquier abogado pudiera estar tan ocupado.<br />

–Sí, señor. Dos meses.<br />

–¿Asistiendo a juicios?<br />

–Juicios, declaraciones, peticiones y apelaciones. Tendré mucho gusto en mostrarle mi agenda.<br />

–En este momento, señor Drummond, no se me ocurre nada peor –responde Kipler–. Le diré lo que vamos a hacer y le ruego<br />

que me escuche atentamente, porque lo voy a dictar por escrito en forma de orden. Le recuerdo, señor Drummond, que este<br />

caso procede por vía rápida y en mi sala eso significa sin demoras. Estas seis declaraciones se iniciarán a primera hora de la<br />

mañana del lunes en Cleveland –afirma el juez, al tiempo que Drummond se hunde en su silla y empieza a escribir<br />

afanosamente–. Si no puede asistir, lo siento por usted. Pero a juzgar por su última comparecencia, dispone de otros cuatro<br />

abogados que colaboran con usted en este caso: Morehouse, Plunk, Hill y Grone. Todos ellos, dicho sea de paso, tienen mucha<br />

más experiencia que el señor Baylor que, si mal no recuerdo, se colegió el verano pasado. Comprendo que no pueden mandar a<br />

un solo abogado a Cleveland, que deberán ser por lo menos dos, pero estoy seguro de que disponen de suficientes abogados<br />

para representar adecuadamente a su cliente.<br />

Las palabras del juez retumban en el aire. Los abogados a mi espalda están increíblemente inmóviles y silenciosos. Intuyo .que<br />

muchos de ellos esperaban esto desde hacía años.<br />

–Además, los seis empleados citados en la notificación estarán disponibles el lunes por la mañana y lo seguirán estando hasta<br />

que el señor Baylor haya terminado con ellos. Esta empresa está registrada para ejercer sus actividades comerciales en<br />

Tennessee. Está bajo mi jurisdicción en este asunto y ordeno a las seis personas en cuestión que colaboren plenamente.<br />

Drummond y sus compañeros se hunden aún más en sus asientos y escriben con mayor rapidez.<br />

–Por otra parte, la acusación ha solicitado fichas y documentos –agrega Kipler antes de hacer una pausa para mirar fijamente a<br />

la mesa de la <strong>defensa</strong>–. Escúcheme, señor Drummond, no pretenda hacer juegos malabares con los documentos. insisto en una<br />

plena cooperación, con todos los documentos sobre la mesa. El lunes y el martes estaré pendiente del teléfono, y si me llama el<br />

señor Baylor para comunicarme que no ha recibido los documentos a los que tiene derecho, lo llamaré a usted para asegurarme<br />

de que lo haga. ¿Me ha comprendido?<br />

–Sí, señor –responde Drummond.<br />

–¿Puede asegurarse de que su cliente también lo comprenda?<br />

–Creo que sí.<br />

Kipler se relaja un poco y respira hondo. La sala está sumida en el más absoluto silencio.<br />

–Pensándolo mejor, señor Drummond, me gustaría ver su agenda. En el supuesto de que no le importe.<br />

Drummond se la ha ofrecido hace unos minutos y claramente no puede negársela ahora. Es una gruesa libreta encuadernada en<br />

cuero negro, donde consta la vida y compromisos de un hombre muy ocupado. Es también algo muy personal y sospecho que<br />

Drummond no tenía realmente intención de mostrársela al juez.<br />

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