legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Puesto que no sé dónde se encuentra su despacho, me pongo de pie y espero a que Drummond me muestre el camino. Es<br />
sumamente cortés cuando nos reunimos cerca del atril, e incluso me coloca el brazo sobre el hombro y dice que he hecho un<br />
trabajo excelente.<br />
El juez ya se ha quitado la toga cuando entramos en su despacho. Está de pie tras su escritorio y nos indica con un ademán que<br />
nos sentemos.<br />
–Adelante. Siéntense.<br />
La sala está discretamente oscura. Unas gruesas cortinas cubren la ventana, moqueta color borgoña y estantes de densos libros<br />
desde el suelo hasta el techo.<br />
Nos sentamos. Reflexiona.<br />
–Este pleito me preocupa, señor Baylor –dice por fin––. No me atrevería a calificarlo de frívolo, pero, francamente, no me<br />
impresionan sus méritos. Estoy realmente harto de esta clase de pleitos. –Hace una pausa y me mira como si esperara que<br />
respondiera, pero estoy completamente perdido– Me inclino a conceder la petición de sobreseimiento –agrega mientras abre un<br />
cajón para sacar varios frascos de píldoras, que coloca cuidadosamente sobre su escritorio, se detiene y me mira. Puede que<br />
admitan su demanda en el tribunal federal. Preséntela en otro lugar. Simplemente prefiero no incluirla en mi saturada lista de<br />
casos –añade mientras cuenta por lo menos una docena de píldoras, que extrae de cuatro cilindros de plástico– Discúlpenme,<br />
voy al lavabo –concluye antes de salir por una pequeña puerta a su derecha, que cierra ruidosamente.<br />
Contemplo inmóvil y aturdido los frascos de píldoras, con la esperanza de que se atragante. Drummond no ha dicho palabra,<br />
pero como si le hubiera llegado el momento de entrar en escena, se pone de pie y apoya el trasero sobre el borde del escritorio.<br />
Me mira con una cálida sonrisa.<br />
–Escúcheme, Rudy, soy un abogado muy caro de un bufete muy prestigioso –dice en un tono grave y confidencial, como si<br />
divulgara información secreta– Cuando se nos encarga un caso como éste, lo primero que hacemos es calcular el coste de la<br />
<strong>defensa</strong>. Antes de mover un solo dedo, le presentamos el presupuesto a nuestro cliente. Me he ocupado de muchos casos y<br />
suelo acercarme bastante al centro de la diana –agrega antes de moverse un poco, en preparación para el golpe de gracia– Les<br />
he comunicado a Great Benefit que el coste de defender este caso, incluido el juicio, oscilará entre cincuenta y setenta y cinco<br />
mil dólares. –Hace una pausa, a la espera de que manifieste lo mucho que me impresiona dicha cifra, pero me limito a<br />
contemplar su corbata mientras a lo lejos se oye la cisterna del retrete– Por consiguiente, Great Benefit me ha autorizado a<br />
ofrecerles a usted y a sus clientes una compensación de setenta y cinco mil dólares para zanjar el caso.<br />
Respiro hondo. Un sinfín de ideas descabelladas pulula por mi mente, la principal de las cuales es la cifra de veinticinco mil<br />
dólares. ¡Mis honorarios! Los veo ya sobre la mesa.<br />
Un momento. Si su amigo Harvey está a punto de sobreseer el caso, ¿por qué me ofrece ese dinero?<br />
De pronto lo comprendo: la jugada de los policías, uno bueno y uno malo. Harvey levanta el hacha y me aterroriza, a<br />
continuación interviene Leo con un toque de terciopelo. No puedo evitar preguntarme cuántas veces habrán jugado al «tira y<br />
afloja» en este despacho.<br />
–Comprenda que esto no implica admisión de responsabilidades –declara– Se trata de una oferta única, valedera sólo durante<br />
cuarenta y ocho horas, para que la tome o la deje mientras siga sobre la mesa. Si dice que no, será la tercera guerra mundial.<br />
–Pero por qué?<br />
–Simple economía. Great Benefit se ahorra dinero, sin exponerse a la posibilidad de un veredicto absurdo. No les apetece que<br />
los demanden, ¿comprende? A sus ejecutivos no les gusta perder el tiempo con declaraciones y comparecencias en los<br />
juzgados. Son gente discreta. Prefieren evitar este tipo de publicidad. Los seguros son un negocio muy competitivo y no<br />
quieren que esto llegue a oídos de sus rivales. Hay muchas razones para resolver este asunto con discreción. Muchos motivos<br />
para que sus clientes acepten el dinero y se den por satisfechos. Tenga también en cuenta que, en su mayoría, está libre de<br />
impuestos.<br />
Es muy convincente. Podría discutir los méritos del caso y hablarle de lo malvados que son sus clientes, pero se limitaría a<br />
asentir con una sonrisa. Le entraría por una oreja y le saldría por la otra. En este momento a Leo Drummond le interesa que<br />
acepte su dinero y no se alteraría aunque hablara mal de su esposa.<br />
Se abre la puerta y su señoría sale de su pequeño lavabo privado. Ahora es Leo quien necesita satisfacer sus necesidades<br />
biológicas. La pelota está en juego. El dúo se coordina.<br />
–La presión alta –dice Hale como si hablara consigo mismo, cuando se sienta tras su escritorio y recoge los frascos.<br />
No lo suficiente, querría decirle.<br />
–Me temo, muchacho, que esta demanda no es muy consistente. Tal vez pueda presionar a Leo para que haga una oferta de<br />
compensación. Eso forma parte de mi trabajo, ¿comprende? Otros jueces lo enfocan de otro modo, pero yo no. Prefiero<br />
involucrarme en los acuerdos desde el primer momento. Agiliza los procesos. Puede que esa gente le ofrezca cierta cantidad<br />
para ahorrarse los mil dólares por minuto que le pagan a Leo. –Se ríe como si tuviera mucha gracia, se le pone el rostro<br />
colorado y tose.<br />
Casi puedo ver a Leo en el retrete, escuchando con la oreja pegada a la puerta. No me sorprendería que tuvieran un micrófono<br />
en el mismo.<br />
Observo al juez hasta que se le humedecen los ojos.<br />
–Acaba de ofrecerme el coste de la <strong>defensa</strong> –digo cuando deja de toser.<br />
Es un pésimo actor y finge sorprenderse.<br />
–¿Cuánto? –pregunta.<br />
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