legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
–¿De modo que no solicitó una póliza que los cubriera? –pregunta Drummond.<br />
–No pensaba en eso cuando adquirí la póliza. Sólo quería un seguro completo.<br />
Drummond anota un pequeño punto a su favor, pero espero y confío que el jurado pronto lo olvidará.<br />
–¿Por qué ha demandado a Great Benefit por diez millones? –pregunta.<br />
Esta pregunta puede producir unos resultados catastróficos al principio del juicio, porque puede dar la impresión de que el<br />
demandante es avaricioso. Las cantidades que se solicitan en los pleitos por daños y perjuicios las deciden frecuentemente los<br />
abogados sin consultar siquiera a sus clientes. Ciertamente no le pregunté a Dot por cuánto quería demandarlos.<br />
Pero sabía que esta pregunta aparecería, porque he estudiado las transcripciones de antiguos juicios de Drummond. Dot está<br />
preparada.<br />
–¿Diez millones? –pregunta.<br />
–Eso es, señora Black. Usted ha demandado a mis clientes<br />
por diez millones de dólares. –¿Solamente?<br />
–Usted perdone.<br />
–Creí que les pedíamos mucho más.<br />
–¿Habla usted en serio?<br />
–Desde luego. Su cliente tiene mil millones de dólares y ha matado a mi hijo. Maldita sea, quería demandarles por mucho más.<br />
A Drummond le flaquean ligeramente las rodillas y mueve los pies. Pero tiene un talento extraordinario y no deja de sonreír.<br />
En lugar de refugiarse en una pregunta inofensiva o regresar a su asiento, comete un último error con Dot Black. Es otra de sus<br />
preguntas habituales.<br />
–¿Qué piensa hacer con el dinero si el jurado le otorga los diez millones de dólares?<br />
Imagínense responder de sopetón a esta pregunta ante el público de la sala. Pero Dot está perfectamente preparada.<br />
–Entregárselo a la Sociedad Norteamericana de la Leucemia. Hasta el último centavo. No quiero ni un penique de su asqueroso<br />
dinero.<br />
–Gracias –dice Drummond antes de retirarse inmediatamente a su mesa.<br />
Dos miembros del jurado se ríen cuando Dot abandona el estrado para sentarse junto a mí. Drummond está pálido.<br />
–¿Cómo lo he hecho? –me pregunta en un susurro.<br />
–De maravilla, Dot –respondo.<br />
–Necesito fumarme un cigarrillo.<br />
–Haremos un descanso dentro de un momento.<br />
Llamo a Ron Black al estrado. Él también tiene un guión y su testimonio dura menos de treinta minutos. Lo único que quiero<br />
de Ron es que confirme que se le hicieron unos análisis, que su médula era perfectamente compatible con la de su hermano<br />
gemelo y que en todo momento estuvo dispuesto a actuar como donante. Drummond no le formula ninguna pregunta. Son casi<br />
las diez y Kipler ordena un receso de diez minutos.<br />
Dot corre a los servicios para encerrarse a fumar en un retrete. Le he advertido que no fume delante de los miembros del<br />
jurado. Deck y yo nos sentamos a nuestra mesa y comparamos notas. Durante el juicio está a mi espalda y observa a los<br />
miembros del jurado. Las cartas de denegación despertaron su interés. La «estúpida carta» los puso furiosos.<br />
Mantenlos enojados, dice. Procura que sigan furiosos. Sólo los jurados iracundos conceden daños y perjuicios.<br />
El doctor Walter Kord tiene un aspecto muy elegante cuando sube al estrado. Lleva una chaqueta deportiva de mezclilla,<br />
pantalón oscuro y corbata roja, como un joven médico a quien sonríe la prosperidad. Es oriundo de Memphis, donde estudió el<br />
bachillerato, para seguir luego sus estudios en Vanderbilt y finalmente en la Facultad de Medicina de Duke. Impecables<br />
referencias. Después de haber repasado su curriculum no me cabe ninguna duda de que se trata de un experto en oncología. Le<br />
entrego el historial médico de Donny Ray y le hace al jurado un claro resumen de su tratamiento. Kord utiliza lenguaje común<br />
a ser posible y aclara inmediatamente los términos técnicos. . Como médico, está acostumbrado a odiar los juzgados, pero se<br />
siente muy a gusto consigo mismo y con el jurado.<br />
–¿Puede explicarle la enfermedad al jurado, doctor Kord? –pregunto.<br />
–Por supuesto. La leucemia mielocítica aguda, o LMA, es una enfermedad que afecta a dos grupos generacionales, el primero<br />
de los cuales son adultos de edades comprendidas entre los veinte y los treinta años, y el segundo ancianos, generalmente de<br />
más de setenta años. Los blancos son más propensos a la LMA que los de otros grupos raciales y, por alguna razón<br />
desconocida, la enfermedad es más común entre personas de ascendencia judía. Los hombres son más propensos que las<br />
mujeres. En general, la causa de la enfermedad es desconocida.<br />
»El cuerpo elabora la sangre en la médula ósea y ahí es donde ataca la LMA. Los glóbulos blancos, encargados de luchar<br />
contra las infecciones, se convierten en malignos en la leucemia aguda y su número suele aumentar cien veces más de lo<br />
normal. Cuando eso sucede, se reprimen los glóbulos rojos y el paciente está pálido, débil y anémico. Con el crecimiento<br />
incontrolado de los glóbulos blancos disminuye también la producción normal de plaquetas, tercer tipo de células de la médula<br />
ósea. Eso produce moratones, hemorragias y jaquecas. Cuando Donny Ray acudió por primera vez a mi consultorio se quejaba<br />
de mareos, asfixia, fatiga, fiebre y síntomas parecidos a los de la gripe.<br />
Cuando Kord y yo ensayábamos la semana pasada, le pedí que no le llamara señor Black, ni paciente fulano o mengano, sino<br />
Donny Ray.<br />
–¿Y qué hizo usted? –pregunto, convencido de que todo va sobre ruedas.<br />
–Le practiqué un procedimiento diagnóstico conocido como aspiración de médula ósea.<br />
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