13.09.2013 Views

legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

–Todavía no estoy demasiado seguro. últimamente he pensado bastante en colocar mi propia placa, ya sabe, trabajar por mi<br />

cuenta. Soy una persona bastante independiente y no estoy seguro de poder trabajar con otra gente. Me gusta la idea de tener<br />

mi propio despacho.<br />

Me mira fijamente. Su sonrisa ha desaparecido. Sus ojos no<br />

se separan de los míos. Está confusa.<br />

–Es maravilloso –dice por fin, y se levanta para preparar el café.<br />

Si esa encantadora viejecita es multimillonaria, lo disimula a la perfección. Examino la sala. La mesa bajo mis codos tiene<br />

patas de aluminio y una superficie desgastada de formica. Todos los muebles, utensilios y aparatos fueron adquiridos hace<br />

varias décadas. Vive en una casa relativamente abandonada y conduce un viejo coche. No parece tener sirvientas ni criados. Ni<br />

ningún elegante perrito de compañía.<br />

–Estupendo –repite mientras coloca las tazas sobre la mesa.<br />

No emana vapor de las mismas. La mía está ligeramente caliente. El café es flojo, insípido y pasado.<br />

–Buen café –digo al tiempo que hago chasquear los labios.<br />

–Gracias. ¿De modo que piensa abrir su propio pequeño bufete?<br />

–Estoy pensándolo. Sé que al principio será difícil. Pero si trabajo mucho y trato debidamente a la gente, luego no tendré que<br />

preocuparme de buscar clientes.<br />

Sonríe con sinceridad y mueve lentamente la cabeza.<br />

–Eso es maravilloso, Rudy. Tiene mucho valor. Creo que la profesión necesita más jóvenes como usted.<br />

Yo soy lo último que necesita la profesión: otro buitre hambriento merodeando por las calles, buscando basura para los<br />

tribunales, intentando forzar algún acontecimiento para extraerles algún dinero a clientes destituidos.<br />

–Puede que se pregunte por qué estoy aquí –digo entre sorbos de café.<br />

–Me alegro de que haya venido.<br />

–Yo también me alegro de volver a verla. Pero quería hablar con usted de su testamento. Estaba tan preocupado que anoche no<br />

pude conciliar el sueño pensando en sus bienes.<br />

Se le humedecen los ojos. Está emocionada.<br />

–Hay algunas cosas que me preocupan particularmente ––declaro, con el ceño propio de un buen abogado, al tiempo que me<br />

saco la pluma del bolsillo para entrar en acción– En primer lugar, y le ruego que no se lo tome a mal, me inquieta realmente<br />

que usted, o cualquier cliente, tome unas medidas tan duras con su propia familia.<br />

La señorita Birdie aprieta los labios, pero no responde.<br />

–En segundo lugar, y de nuevo le ruego que me disculpe, no podría vivir conmigo mismo como abogado si no le mencionara<br />

mi profunda aversión a redactar un testamento, o cualquier otro documento, mediante el cual se otorgue la mayor parte de una<br />

fortuna a un personaje de la televisión.<br />

–Es un hombre de Dios –responde enfáticamente la señorita Birdie para defender la integridad del reverendo Kenneth<br />

Chandler.<br />

–Lo sé. De acuerdo. ¿Pero por qué dejárselo todo, señorita Birdie? ¿Por qué no el veinticinco por ciento, por ejemplo, que sería<br />

perfectamente razonable?<br />

–Tiene muchos gastos. Y su reactor está haciéndose viejo. Me lo ha contado todo.<br />

–De acuerdo, pero el Señor no espera que le financie usted todos los gastos al reverendo, ¿no es cierto?<br />

–Lo que me diga el Señor es privado, gracias.<br />

–Por supuesto. Lo que intento decirle, y estoy seguro de que usted lo sabe, es que muchos de esos personajes han tenido<br />

grandes tropiezos, señorita Birdie. Se ha descubierto que muchos de ellos despilfarran millones dándose la gran vida: casas,<br />

coches, vacaciones, vestuario... Muchos son estafadores.<br />

–No es un estafador.<br />

–No he dicho que lo fuera.<br />

–¿Qué pretende insinuar?<br />

–Nada –respondo, tomo un largo trago de café y compruebo que no está enojada, pero poco le falta– Estoy aquí como abogado,<br />

señorita Birdie, eso es todo. Usted me pidió que le redactara un testamento, y mi obligación es la de interesarme por todo su<br />

contenido. Tomo seriamente mi responsabilidad.<br />

Desaparece la multitud de surcos alrededor de su boca y se suaviza de nuevo su mirada.<br />

–Es usted muy amable –dice.<br />

Supongo que muchos ancianos ricos como la señorita Birdie, especialmente los que sufrieron durante la gran depresión y han<br />

amasado su propia fortuna, protegen celosamente su dinero con la ayuda de contables, abogados y desagradables banqueros.<br />

Pero la señorita Birdie es tan ingenua y confiada como una pobre viuda jubilada.<br />

–Necesita el dinero –dice, después toma un sorbo de café y me mira con cierta desconfianza.<br />

–¿Podemos hablar del dinero?<br />

–¿Por qué quieren los abogados hablar siempre del dinero?<br />

–Hay muy buenas razones para ello, señorita Birdie. Si no toma ciertas precauciones, el gobierno se quedará con gran parte de<br />

sus bienes. Ahora pueden aplicarse algunas medidas, una cuidadosa organización del capital, que permitan ahorrar muchos<br />

impuestos.<br />

–Tanto galimatías jurídico –exclama frustrada.<br />

25

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!