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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

alta dirigiéndome a Deck antes de colgar para que quede grabado. Descolgamos los tres teléfonos del bufete y salgo corriendo a<br />

la calle, donde está aparcado mi Volvo. Butch lo ha inspeccionado y parece estar libre de micrófonos. Con la ayuda del servicio<br />

de información llamo al abogado de Cleveland.<br />

Resulta ser una importantísima llamada.<br />

Su nombre es Peter Corsa. Está especializado en Derecho laboral y en toda clase de discriminación en el trabajo, y representa a<br />

una joven llamada Jackie Lemancyzk. Acudió a su despacho cuando la despidieron inesperadamente de Great Benefit sin<br />

ninguna razón aparente, y juntos esperan obtener satisfacción por una multitud de agravios. Al contrario de lo que me habían<br />

dicho, la señorita Lemancyzk no ha abandonado Cleveland. Ha cambiado de piso y su número de teléfono no figura en la guía.<br />

Le cuento a Corsa que hemos hecho innumerables llamadas a Cleveland, sin hallar rastro de Jackie Lemancyzk. Uno de los<br />

ejecutivos de la compañía, Richard Pellrod, me había dicho que se había trasladado a algún lugar del sur de indiana.<br />

Corsa me confirma que no es cierto. No ha abandonado Cleveland en ningún momento, pero se ha ocultado.<br />

Es una historia extraordinariamente sensacional y Corsa no ahorra detalles.<br />

Su cliente ha mantenido relaciones sexuales con varios de sus jefes en Great Benefit. Me asegura que es muy atractiva. Sus<br />

promociones y salario dependían directamente de su disposición a acostarse con uno y otro. En un momento dado había sido la<br />

única mujer en llegar a ocupar el cargo de encargado decano de reclamaciones, pero fue degradada cuando rompió sus<br />

relaciones con el vicepresidente de reclamaciones, Everett Lufkin, que parece una comadreja, pero le gusta el sexo retorcido.<br />

Estoy de acuerdo en que parece una comadreja. Le tomé declaración durante cuatro horas y me ensañaré con él la semana<br />

próxima, cuando comparezca como testigo.<br />

Su pleito se basará en acoso sexual y otras infracciones laborales, pero también sabe mucho acerca de los trapos sucios en el<br />

departamento de reclamaciones de Great Benefit. ¡Se acostaba con el vicepresidente de reclamaciones! Pronostica que hay<br />

muchos pleitos en camino.<br />

Por fin le formulo la pregunta esencial:<br />

–¿Vendrá a declarar?<br />

No lo sabe. Tal vez. Pero tiene miedo. Son gente nefasta con mucho dinero. Actualmente se siente muy débil y está bajo<br />

tratamiento.<br />

Accede a que hable con ella por teléfono y organizamos una conferencia nocturna desde mi piso. Le explico que no es buena<br />

idea llamarme al despacho.<br />

Lo único en lo que logro pensar es en el juicio. Cuando Deck no está en el despacho, camino de un lado para otro hablando<br />

solo y le cuento al jurado lo nefasta que es la compañía Great Benefit, interrogo testigos, hablo delicadamente con Dot y el<br />

doctor Kord, y dejo al jurado embelesado con mis conclusiones. No obstante, sigue siendo difícil pedirle al jurado diez<br />

millones en daños y perjuicios, y mantengo seria la cara. Tal vez si tuviera cincuenta años, hubiera intervenido en centenares de<br />

casos y me sintiera seguro de lo que estoy haciendo, osaría pedirle diez millones al jurado. Pero para un novato que ha<br />

terminado la carrera hace nueve meses, parece absurdo.<br />

Pero los pido de todos modos. Los pido en mi despacho, en el coche y especialmente en mi casa, a menudo a las dos de la<br />

madrugada, cuando no logro conciliar el sueño. Hablo con esas doce personas, esos doce rostros que ahora tienen nombres,<br />

esos seres humanos maravillosamente justos que me escuchan, asienten y están impacientes por hacer justicia.<br />

Estoy a punto de ganar la batalla, de destruir públicamente a Great Benefit en la sala y lucho constantemente para controlar<br />

dichos pensamientos. Maldita sea, no es fácil. Los hechos, el jurado, el juez, los abogados asustados de la otra parte. Todo<br />

suma mucho dinero.<br />

Algo tiene que fallar.<br />

Hablo una hora con Jackie Lemancyzk. En algunos momentos parece fuerte y decidida, en otros está a punto de desmoronarse.<br />

No quería acostarse con esos individuos, repite una y otra vez, pero era la única forma de progresar. Está divorciada y tiene un<br />

par de hijos.<br />

Accede a venir a Memphis. Ofrezco pagarle el billete de avión y los gastos de su estancia, con la tranquilidad y seguridad de<br />

que mi bufete dispone de los medios necesarios. Me obliga a prometerle que si declara lo hará por sorpresa y sin previo aviso a<br />

Great Benefit.<br />

La tienen aterrorizada. Creo que la sorpresa será maravillosa.<br />

Pasamos el fin de semana en el bufete, durmiendo sólo unas horas en nuestros pisos respectivos, y luego regresando como<br />

almas en pena al despacho para seguir preparándonos.<br />

Mis escasos momentos de relajación los debo a Tyrone Kipler. Le he agradecido en silencio un millar de veces que<br />

seleccionara el jurado con una semana de antelación al juicio y que me permitiera dirigirles extraoficialmente unos<br />

comentarios. Antes, el jurado constituía una gran parte de lo desconocido, un elemento inmensamente temible. Ahora conozco<br />

sus nombres y sus rostros, y he charlado con ellos sin la ayuda de notas escritas. Les gusto, y desconfían de mi rival.<br />

A pesar de mi descomunal inexperiencia, estoy plenamente convencido de que el juez Kipler me salvará de mí mismo.<br />

Deck y yo nos despedimos alrededor de la medianoche del domingo. Cae una ligera nevada cuando salgo del bufete. Una ligera<br />

nevada en Memphis suele suponer una semana de vacaciones en las escuelas y el cierre de todas las dependencias<br />

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