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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

luminosos que parpadean, centros comerciales y moteles baratos. Cerca de aquí debe de haber unas galerías comerciales.<br />

Parece un lugar seguro.<br />

Hay muchas habitaciones libres y pago treinta y dos dólares al contado por una noche. Pido el recibo, tal y como me ha dicho<br />

Deck que lo hiciera.<br />

Dos minutos después de la medianoche me meto en la cama, me dedico a contemplar el techo y, entre otras cosas, me doy<br />

cuenta de que a excepción del recepcionista, nadie en el mundo sabe dónde estoy. No tengo a nadie a quien llamar.<br />

Evidentemente, no logro conciliar el sueño.<br />

Desde que empecé a odiar Great Benefit, he tenido una imagen mental de su oficina central. Imagino un edificio alto y<br />

moderno con mucho cristal reluciente, una fuente frente a la entrada principal, mástiles, y el nombre y logotipo de la empresa<br />

repujados en bronce. Un lugar rebosante de riqueza y prosperidad corporativa.<br />

Pero no es exactamente así. El edificio es fácil de encontrar, porque la dirección está escrita en grandes letras negras junto a la<br />

entrada de hormigón: 5550 Baker Gap Road. Pero el nombre de Great Benefit no aparece por ninguna parte. En realidad, el<br />

edificio no es identificable desde la calle. No hay fuentes, ni mástiles, sólo una enorme plaza de bloques de cinco plantas,<br />

aparentemente adosados. Es todo muy moderno e increíblemente feo. Las fachadas son de cemento blanco con ventanas<br />

ahumadas.<br />

Afortunadamente la entrada está señalizada y entro en un pequeño vestíbulo, con unas cuantas plantas en macetas de plástico<br />

junto a una pared y una atractiva recepcionista junto a otra. Lleva unos elegantes auriculares en la cabeza, con un fino cable<br />

junto a la mejilla que sostiene un pequeño micrófono cerca de sus labios. En la pared a su espalda figuran los nombres de<br />

indefinidas empresas: PinnConn Group, Green Lakes Marine y Great Benefit Life Insurance, cada una con su correspondiente<br />

logotipo repujado en bronce. ¿Cuál es propietaria de las demás?<br />

–Me llamo Rudy Baylor y tengo una cita con el señor Paul Moyer –digo educadamente.<br />

–Un momento, por favor –responde antes de pulsar un botón–. Señor Moyer, está aquí el señor Baylor –dice sin dejar de<br />

sonreír.<br />

Su despacho debe de estar cerca, porque en menos de un minuto me recibe efusivamente, estrechándome la mano y<br />

colmándome de cumplidos. Le sigo por un pasillo hasta el ascensor. Es casi tan joven como yo y habla incesantemente sin<br />

decir nada. Nos apeamos en el cuarto piso y ya estoy completamente desorientado en esa horrenda monstruosidad<br />

arquitectónica. El suelo del cuarto piso está enmoquetado, las luces tenues y hay cuadros en las paredes. Moyer no deja de<br />

charlar mientras avanzamos por el pasillo, abre una gruesa puerta y me indica mi lugar.<br />

Bienvenido a la casa de la fortuna. Me encuentro en una sala de reuniones, con una larga y ancha reluciente mesa elíptica en el<br />

centro de la misma, y por lo menos quince sillas tapizadas en cuero a su alrededor. Una brillante araña cuelga del centro del<br />

techo. A mi izquierda hay una barra. A mi derecha una bandeja con café, bollos y galletas. Alrededor de la comida hay un<br />

grupo de conspiradores, por lo menos ocho individuos, todos ellos con traje oscuro, camisa blanca, corbata a rayas y zapatos<br />

negros. Ocho contra uno. El temblor de mis entrañas se convierte en terremoto. ¿Dónde está Tyrone Kipler cuando lo necesito?<br />

En este momento, incluso la presencia de Deck sería reconfortante.<br />

Cuatro de ellos son mis compinches de Trent & Brent. Otro me resulta familiar de la vista en Memphis y los otros tres me son<br />

desconocidos. Todos dejan inmediatamente de hablar cuando se percatan de mi llegada. Momentáneamente, dejan incluso de<br />

beber y masticar para mirarme fijamente. He interrumpido una conversación muy importante.<br />

T. Pierce Morehouse es el primero en reaccionar.<br />

–Adelante, Rudy –dice, pero sólo porque se siente obligado a ello.<br />

Saludo con la cabeza a B. Dewey Clay Hill III, a Alec Plunk hijo y a Brandon Fuller Grone, y luego estrecho la mano de los<br />

otros cuatro conforme Morehouse recita sus nombres, que olvido inmediatamente. Jack Underhall es el rostro familiar de las<br />

escaramuzas en la sala de Kipler. Es uno de los abogados empleados por Great Benefit, a quien han nombrado como portavoz<br />

de la compañía.<br />

Mis rivales parecen frescos y relajados después de un vuelo rápido, una tranquila cena y una descansada noche. Su ropa está<br />

planchada y almidonada, como si hubiera salido del armario esta mañana y no de una maleta. Mis ojos están cansados e<br />

irritados, mi camisa arrugada. Pero tengo cosas más importantes en que pensar.<br />

Llega la taquígrafa y T. Pierce nos conduce a un extremo de la mesa. Señala aquí y allá, reservando la cabeza de la mesa para<br />

el testigo, y preguntándose momentáneamente dónde debería instalarse cada uno. Por fin lo decide. Me instalo en la silla<br />

indicada e intento acercarla a la mesa. No es fácil, pesa una tonelada. Al otro lado de la mesa, por lo menos a tres metros de<br />

distancia, los cuatro muchachos de Trent & Brent abren sus maletines con todo el ruido posible: cerrojos, cremalleras, carpetas,<br />

movimiento de papeles... En pocos segundos, la mesa está cubierta de hojas.<br />

Los cuatro funcionarios de traje oscuro deambulan por detrás de la relatora, sin saber exactamente qué hacer, a la espera de las<br />

instrucciones de T. Pierce.<br />

–Bien, Rudy –dice, después de organizar finalmente sus papeles–. Hemos considerado que podríamos empezar por tomarle<br />

declaración al portavoz de la compañía, Jack Underhall.<br />

Lo suponía y ya he decidido no aceptarlo.<br />

–No, creo que no –respondo, con cierto nerviosismo.<br />

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