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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Debido a la vista pendiente, es preferible que permanezca unos días sin empleo. Le propongo a Bruiser que guarde los<br />

formularios y aplace mi primer salario hasta después de la vista. La propuesta tiene un aire fraudulento y a Bruiser le gusta. No<br />

tiene ningún inconveniente.<br />

Me ofrece una visita rápida de las dependencias. Es exactamente lo que imaginaba: un antro de esclavos con salas dispersas<br />

aquí y allá, recuperadas de los pisos contiguos conforme se ampliaba el bufete y se derribaban tabiques, convirtiéndolo en un<br />

laberinto. Me presenta a dos mujeres ajetreadas en una pequeña sala repleta de ordenadores e impresoras. Dudo que hayan<br />

bailado sobre las mesas de los clubes.<br />

–Creo que ahora tenemos seis chicas –dice conforme avanzamos.<br />

Las secretarias son simplemente chicas.<br />

Me presenta a un par de abogados, unos individuos bastante agradables y mal vestidos, que trabajan en despachos abigarrados.<br />

–Ahora tenemos sólo cinco abogados –explica cuando en tramos en la biblioteca– Solíamos tener siete, pero eso supone<br />

demasiados quebraderos de cabeza. Prefiero cuatro o cinco. Cuanto más personal contrato, más tengo que arbitrar. Ocurre lo<br />

mismo con las chicas.<br />

La biblioteca es una sala larga y estrecha, con libros desde el suelo hasta el techo sin ningún orden aparente. En el centro hay<br />

una larga mesa cubierta de libros abiertos y montones de cuartillas.<br />

–Algunos de esos individuos son unos puercos –farfulla para sí––. Bien, ¿qué te parecen mis pequeñas dependencias?<br />

–Estupendas –respondo.<br />

Y no miento. Me alivia comprobar que aquí se ejerce realmente la abogacía. Puede que Bruiser sea un maleante con contactos<br />

en los bajos fondos, negocios turbios e inversiones fraudulentas, pero no deja de ser abogado. En sus oficinas suena el ruido del<br />

trabajo legítimo.<br />

–No tan espectacular como los magnates del centro de la ciudad –declara, sin complejo alguno– Pero está todo pagado. Lo<br />

compré hace quince años. Aquí está tu despacho –agrega, cuando salimos de la biblioteca.<br />

Dos puertas más allá, junto a una máquina de venta de refrescos, hay un viejo cuarto con un escritorio, unas sillas, archivos y<br />

cuadros de caballos en las paredes. Sobre la mesa hay un teléfono, un dictáfono Y un montón de cuadernos. Todo está pulcro.<br />

Huele a desinfectante, como si lo hubieran limpiado hace menos de una hora.<br />

Me entrega un llavero con dos llaves.<br />

–Ésta es para la puerta principal y la otra para tu despacho. Puedes entrar y salir libremente cuando se te antoje. Pero ten<br />

cuidado por la noche. Ésta no es la mejor zona de la ciudad.<br />

–Tenemos que hablar –digo después de recibir las llaves.<br />

Consulta su reloj.<br />

–¿Cuánto tiempo?<br />

–Dame treinta minutos. Es urgente.<br />

Se encoge de hombros y le sigo a su despacho, donde acomoda su voluminoso trasero en su butaca de cuero.<br />

–¿Qué sucede? –pregunta, en un tono muy profesional, al tiempo que se saca una pluma de diseño del bolsillo y se coloca<br />

delante el cuaderno obligatorio.<br />

Empieza a escribir antes de que yo diga la primera palabra.<br />

Le hago un rápido resumen del caso de los Black, que dura diez minutos. Al mismo tiempo relleno los baches de la terminación<br />

de mi empleo en el bufete Lake. Le explico cómo Barry Lancaster me ha utilizado para robar el caso y eso conduce a mi<br />

estratagema.<br />

–Tenemos que presentar hoy mismo la denuncia––declaro gravemente– Porque técnicamente el caso pertenece a Lancaster y<br />

no creo que tarde en acudir al juzgado.<br />

Bruiser me mira fijamente con sus ojos negros. Creo que he despertado su interés. Le atrae la idea de ganarle la carrera al<br />

bufete Lake.<br />

–¿Y los clientes? –pregunta– Han firmado con Lake.<br />

–Sí, pero voy a hacerles una visita ahora mismo. Me escucharán.<br />

Saco de mi maletín el borrador de una denuncia contra Great Benefit en la que Barry y yo trabajamos varias horas. Bruiser lo<br />

lee atentamente.<br />

A continuación le muestro una carta de rescisión de contrato dirigida a Barry X. Lancaster, que yo mismo he mecanografiado,<br />

para que la firmen los tres miembros de la familia Black. La examina lentamente.<br />

–Buen trabajo, Rudy –dice, y me siento como un tahúr consagrado– Deja que lo adivine. Presentas la denuncia esta tarde y<br />

luego les llevas una copia a los Black. Se la muestras y les haces firmar la carta de rescisión de contrato.<br />

–Exactamente. Sólo necesito tu nombre y tu firma en la denuncia. Me ocuparé de todo y te mantendré informado.<br />

–Eso dejará al bufete Lake con un palmo de narices, ¿no es cierto? –reflexiona mientras tira de un pelo rebelde– Me gusta.<br />

¿Cuánto puede reportar esta demanda?<br />

–Probablemente lo que decida el jurado. Dudo que haya pacto extrajudicial.<br />

–¿Y te ocuparás del juicio?<br />

–Puede que necesite un poco de ayuda. Calculo que no se celebrará hasta dentro de uno o dos años.<br />

–Te presentaré a Deck Shifflet, uno de mis asociados. Antes trabajaba para una gran compañía de seguros y examina muchas<br />

pólizas para mí.<br />

–Estupendo.<br />

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