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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Dot y yo ayudamos a Donny Ray a levantarse de la cama y a cruzar la casa hasta el jardín. Está muy débil e intenta<br />

valerosamente caminar sin ayuda. Cuando nos acercamos al roble, observo atentamente a Drummond cuando ve a Donny Ray<br />

por primera vez. Su arrogante rostro permanece impasible y me apetecería decirle: «Fíjate bien, Drummond. Observa lo que ha<br />

hecho tu cliente.» Pero no es culpa suya. La decisión de denegar la reclamación fue tomada por alguna persona todavía<br />

indeterminada de Great Benefit, mucho antes de que Drummond estuviera al corriente de ello. Sin embargo, es la persona más<br />

próxima en quien descargar el odio.<br />

Acomodamos a Donny Ray en una mecedora acolchada. Dot coloca y ordena los cojines a su alrededor, para asegurarse de que<br />

esté lo más cómodo posible. Respira con dificultad y su rostro está húmedo. Tiene peor aspecto.<br />

Le presento educadamente al juez Kipler, las dos relatoras del juzgado, Deck, Drummond y los otros dos componentes de Trent<br />

& Brent. Está demasiado débil para estrechar la mano y se limita a asentir e intenta sonreír.<br />

Colocamos la cámara exactamente delante de él, con el objetivo a poco más de un metro de su cara. Deck intenta enfocar. Una<br />

de las relatoras es videógrafa titulada e intenta que Deck se quite de en medio. En el vídeo aparecerá exclusivamente Donny<br />

Ray. Se oirán otras voces, pero la suya será la única cara que verá el jurado.<br />

Kipler me coloca a la derecha de Donny Ray y a Drummond a su izquierda. Su señoría se sienta junto a mí. Ocupamos todos<br />

nuestros lugares y acercamos las sillas al testigo. Dot está a pocos pasos detrás de la cámara, observando atentamente todos los<br />

movimientos de su hijo.<br />

Los vecinos, muertos de curiosidad, miran por encima de la verja metálica a menos de seis metros y medio. Por una radio a alto<br />

volumen, a lo largo de la calle, se oye a Conway Twitty, pero todavía no molesta. Es sábado por la mañana y a lo lejos se oye<br />

el zumbido de segadoras de césped y cortadoras de setos.<br />

Donny Ray toma un sorbo de agua y procura prescindir de los cuatro abogados y el juez que lo observan. El propósito de la<br />

declaración es evidente: el jurado debe oír ya su testimonio, porque ya habrá muerto cuando se inicie el juicio. Tiene que<br />

inspirar compasión. Hasta hace unos pocos años se le habría tomado declaración de la forma convencional: un relator del<br />

juzgado registraría las preguntas y respuestas, mecanografiaría la declaración y durante el juicio se la leeríamos al jurado. Pero<br />

ha llegado la tecnología. Actualmente muchas declaraciones, especialmente las de testigos moribundos, se graban en vídeo y se<br />

muestra la grabación al jurado. Ésta se registrará también según el método convencional, de acuerdo con las instrucciones de<br />

Kipler. De ese modo ambas partes y el propio juez podrán consultarla sin tener que mirar todo el vídeo.<br />

El coste de la declaración dependerá de su duración. Las relatoras cobran por página y Deck me ha aconsejado que resuma mis<br />

preguntas. Es nuestra declaración, nosotros debemos pagarla, y calcula que costará unos cuatrocientos dólares. Los pleitos son<br />

caros.<br />

Kipler le pregunta a Donny Ray si está listo para proceder y luego le ordena a la relatora que le tome juramento. Promete decir<br />

la verdad. Puesto que es mi testigo y el propósito de la declaración no es el de indagar, sino el de contar con una prueba<br />

suplementaria, mi interrogatorio directo debe ajustarse a las normas de aportación de pruebas. Estoy muy nervioso, pero<br />

enormemente aliviado por la presencia de Kipler.<br />

Le pregunto a Donny Ray su nombre, dirección, lugar de nacimiento y algunos datos relacionados con sus padres y demás<br />

familia. Cosas básicas, tan fáciles para él como para mí. Responde lentamente y frente a la cámara, como se lo he indicado.<br />

Conoce todas las preguntas que le haré y la mayoría de las que Drummond, probablemente, le formulará. Está de espaldas al<br />

tronco del roble, un bonito fondo. De vez en cuando se seca la frente con un pañuelo, sin prestar atención a las miradas curiosas<br />

de nuestro pequeño grupo.<br />

Aunque no le he pedido que aparente estar lo más enfermo y débil posible, ciertamente parece hacerlo. O puede que sólo le<br />

queden unos días de vida.<br />

Frente a mí, Drummond, Grone y Hill con cuadernos sobre las rodillas, intentan escribir palabra por palabra las respuestas de<br />

Donny Ray. Me pregunto a cuánto ascenderán sus honorarios por asistir un sábado a una declaración. A los pocos minutos, se<br />

quitan las chaquetas azules y aflojan las corbatas.<br />

Durante una prolongada pausa, se oye de pronto un portazo y aparece Buddy en el jardín. Se ha cambiado de camisa: ahora<br />

lleva un jersey rojo con manchas negras y una misteriosa bolsa de papel en la mano. Procuro concentrarme en mi testigo, pero<br />

no puedo evitar mirar a Buddy de reojo mientras cruza el jardín, sin dejar de observarnos con recelo. Sé exactamente adónde se<br />

dirige.<br />

La puerta del conductor del Fairlane está abierta y salen gatos por todas las ventanas cuando se instala en el vehículo. Dot<br />

frunce el entrecejo y me mira nerviosa. Yo muevo rápidamente la cabeza, como para decirle: «Déjelo tranquilo. Es<br />

inofensivo.» Si ella pudiera lo mataría.<br />

Hablo con Donny Ray de su educación, experiencia laboral, el hecho de que nunca ha abandonado el domicilio paterno, nunca<br />

se ha registrado como votante, ni ha tenido nunca problemas legales. Está resultando mucho más fácil de lo que imaginé<br />

anoche tumbado en la hamaca. Parezco un verdadero abogado.<br />

Le hago una serie de preguntas muy estudiadas sobre su enfermedad y el tratamiento que ha recibido. Lo hago con suma<br />

cautela, porque Donny Ray no puede repetir nada de lo que le haya contado su médico, especular, ni expresar opiniones<br />

técnicas. Eso equivaldría a hablar de oídas. Otros testigos cubrirán dichos aspectos en el juicio, o al menos eso espero. A<br />

Drummond se le ilumina la mirada. Absorbe todas las respuestas, las analiza inmediatamente y espera la siguiente. Está<br />

perfectamente sereno.<br />

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