legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Accede, pero a las tres y media estoy empujando de nuevo la carretilla, con la señorita Birdie pisándome los talones.<br />
Después de ocho horas de intenso trabajo he dispersado exactamente setenta y nueve sacos de estiércol, menos de un tercio del<br />
cargamento.<br />
Poco después del almuerzo había insinuado por primera vez que me esperaban en Yogi's a las seis. Por supuesto es mentira. Me<br />
he comprometido a trabajar en la barra desde las ocho hasta la hora de cerrar. Pero ella no puede saberlo y estoy decidido a<br />
librarme del estiércol antes de que anochezca. A las cinco dejo simplemente de trabajar. Le digo que estoy cansado, que me<br />
duele la espalda, que debo ir a trabajar y subo por la escalera mientras ella me contempla desde el jardín con tristeza. No me<br />
importa que me eche de la casa si se le antoja.<br />
El majestuoso sonido de los truenos me despierta tarde el domingo por la mañana y permanezco entumecido entre las sábanas,<br />
con el son de la copiosa lluvia en el tejado. Mi cabeza está perfectamente, anoche dejé de beber cuando trabajaba. Pero el resto<br />
de mi cuerpo parece inmerso en hormigón, incapaz de moverse. El más mínimo movimiento me produce un dolor insoportable.<br />
Duele incluso cuando respiro.<br />
Ayer, en algún momento de la epopeya, la señorita Birdie me preguntó si esta mañana me gustaría rezar con ella. Asistir a la<br />
iglesia no es una de las condiciones de mi alquiler, pero por qué no hacerlo, pensé. Si esa solitaria anciana desea que la<br />
acompañe a la iglesia, es lo mínimo que puedo hacer por ella. Ciertamente no puede perjudicarme.<br />
Entonces le pregunté a qué iglesia asistía. Al Tabernáculo de la Abundancia, en Dallas, me respondió. Participa en directo, vía<br />
satélite, a la ceremonia del reverendo Kenneth Chandler, sin moverse de su propia casa.<br />
Me disculpé. Parecía disgustada, pero no tardó en reponerse.<br />
De niño, mucho antes de que mi padre sucumbiera al alcohol y me mandara a una escuela militar, iba de vez en cuando a la<br />
iglesia con mi madre. Mi padre nos acompañó un par de veces, pero no hizo más que refunfuñar y tanto mi madre como yo<br />
preferíamos que se quedara en casa leyendo el periódico. Era una pequeña iglesia metodista con un simpático pastor, el<br />
reverendo Howie, que contaba historias divertidas y hacía que todo el mundo se sintiera querido. Recuerdo la satisfacción de<br />
mi madre cuando oía sus sermones. Había muchos chiquillos en las clases de catecismo, y no me importaba que me lavaran y<br />
almidonaran los domingos por la mañana para asistir a la iglesia.<br />
En una ocasión le practicaron a mi madre una pequeña operación y permaneció tres días en el hospital. Como es de suponer, las<br />
señoras de la parroquia conocían hasta los más íntimos detalles de la operación y> durante tres días, nuestra casa se llenó de<br />
cacerolas, pasteles, tartas, panes y numerosos recipientes<br />
con más comida de la que mi padre y yo podíamos consumir en un año. Organizaron también un sistema de vigilia. Se turnaron<br />
para supervisar la comida, limpiar la cocina y recibir a otras damas que traían más comida. Durante los tres días que mi madre<br />
permaneció en el hospital, y los tres primeros días a partir de su regreso a casa, en todo momento estuvo con nosotros por lo<br />
menos una de dichas damas, a mi parecer custodiando la comida.<br />
A mi padre le resultó odioso. Por una parte, con la casa llena de señoras beatas, no podía circular a sus anchas ni tomar una<br />
copa. Creo que sabían que le gustaba empinar el codo y puesto que habían logrado ocupar la casa, estaban decididas a<br />
sorprenderlo. Además, esperaban de él que se comportara como un amable anfitrión, cosa que mi padre era incapaz de hacer.<br />
Después de las primeras veinticuatro horas, pasó la mayor parte del tiempo en el hospital, pero no exactamente cuidando de su<br />
indispuesta esposa. Estaba en la sala de espera, viendo la televisión y tomando colas sazonadas con alcohol.<br />
Lo recuerdo con cariño. Nunca había habido tanto calor en nuestra casa, ni comida tan deliciosa. Las señoras cuidaban de mí<br />
como si mi madre hubiera fallecido y me encantaba ser el centro de atención. Eran las tías y abuelas que nunca había conocido.<br />
Poco después de la recuperación de mamá, el reverendo Howie se vio obligado a huir debido a una indiscreción que nunca<br />
comprendí plenamente, y desapareció la congregación. Alguien insultó a mi madre y a partir de entonces dejamos de frecuentar<br />
la iglesia. Creo que mi madre y Hank, su nuevo marido, asisten de vez en cuando a alguna ceremonia. Al principio eché de<br />
menos la iglesia, pero luego me acostumbré a no acudir a la misma. A veces, mis amigos me instigaban a que volviera, pero no<br />
tardé en considerarme demasiado sofisticado para asistir. Una novia que tuve en la universidad me llevó a misa varias veces,<br />
precisamente los sábados por la noche, pero yo soy demasiado protestante para comprender esos ritos.<br />
La señorita Birdie ha mencionado tímidamente la posibilidad de trabajar en el jardín esta tarde. Pero le he explicado que hoy es<br />
el día del Señor, consagrado al descanso, y que mis creencias me impiden trabajar los domingos.<br />
No ha sabido qué responder.<br />
CATORCE<br />
Tres días seguidos de lluvia intermitente han obligado a interrumpir mi trabajo de jardinero. El martes por la noche me he<br />
escondido en mi piso para preparar el examen de colegiatura. De pronto suena el teléfono, es Dot Black y en seguida me<br />
percato de que algo anda mal, de lo contrario no me llamaría.<br />
–Acabo de recibir una llamada del señor Barry Lancaster –dice– Asegura que es mi abogado.<br />
–Así es, Dot. Es un abogado muy experto de mi bufete. Trabaja conmigo.<br />
Supongo que Barry sólo ha querido comprobar algunos detalles.<br />
–Pues eso no ha sido lo que me ha dicho. Ha llamado para preguntarme si Donny Ray y yo podemos pasar mañana por su<br />
despacho, dice que necesita que firmemos unos documentos. He preguntado por usted y me ha contestado que no trabaja allí.<br />
Quiero saber qué ocurre.<br />
51