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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

mañana. Transcurre una hora antes de ir a por otro café. La clientela es ahora escasa y detecto a dos pacientes accidentados al<br />

otro lado de la sala. Ambos llevan bastantes vendas y escayola. Deck ya les habría acosado, pero yo no.<br />

Al cabo de un rato me sorprende descubrir que me siento a gusto. El lugar es tranquilo y nadie me conoce. Es ideal para<br />

estudiar. El café no está mal y a partir de la segunda taza va a mitad de precio. Estoy lejos de la señorita Birdie y, por<br />

consiguiente, sin tener que pensar en trabajos físicos. Mi jefe quiere que esté aquí y aunque se supone que debo estar al acecho,<br />

nunca sabrá la diferencia. Afortunadamente no tengo ningún cupo. No estoy comprometido a contratar un número determinado<br />

de casos semanales.<br />

El teléfono emite un triste gemido. Es Bruiser haciendo una comprobación. ¿Ha habido suerte? No, respondo, mientras observo<br />

cómo esos dos desgraciados en sus sillas de ruedas comparan sus lesiones. Dice que ha hablado con el teniente y que las cosas<br />

pintan bien. Está convencido de que se concentrarán en otras pistas, otros sospechosos. ¡Buena pesca!, exclama con una<br />

carcajada antes de colgar, para dirigirse indudablemente a Yogi's y tomar unas copas con Prince.<br />

Después de estudiar otra hora dejo la mesa para subir al octavo piso y visitar a Dan Van Landel. Está dolorido, pero dispuesto a<br />

hablar. Le comunico la buena noticia de que hemos hablado con la compañía de seguros del otro conductor y dispone de una<br />

buena póliza. Le explico que su caso lo tiene todo, repitiendo lo que hace un rato me ha contado Deck: clara culpabilidad (¡el<br />

conductor borracho por si faltaba poco!), una póliza de seguros muy completa y unas buenas lesiones. Buenas en el sentido de<br />

que sus huesos fracturados podrán convertirse fácilmente en esa condición mágica de la invalidez permanente.<br />

Dan logra sonreír amablemente. Está contando ya su dinero. Claro que todavía no ha llegado el momento de repartir el pastel<br />

con Bruiser.<br />

Me despido y prometo visitarle mañana. Puesto que me han destinado al hospital, podré visitar a todos mis clientes. ¡Vaya<br />

servicio!<br />

La cafetería vuelve a estar llena de gente cuando regreso y recupero mi posición en el rincón. He dejado los libros<br />

desparramados sobre la mesa y en uno de ellos se lee claramente Texto de colegiatura Elton. El título ha llamado la atención de<br />

un grupo de jóvenes médicos en la mesa contigua y me miran con recelo cuando me instalo en mi silla. Se hace un mutis<br />

instantáneo y comprendo que han estado hablando de mi material. No tardan en marcharse. Voy a por otro café y me sumerjo<br />

en las maravillas de los procesos federales.<br />

La clientela se reduce a un puñado de personas. Ahora tomo café descafeinado y me asombra lo que he llegado a repasar en las<br />

últimas cuatro horas. Bruiser llama de nuevo a las nueve y cuarenta y cinco. Parece que está en algún bar. Quiere que esté en su<br />

despacho a las nueve de la mañana para comentar algún aspecto jurídico de su actual juicio de narcotráfico. Le aseguro que allí<br />

estaré.<br />

Detestaría que mi abogado se inspirara en teorías jurídicas para utilizar en mi <strong>defensa</strong>, mientras tomaba copas en un bar de<br />

alterne.<br />

Pero Bruiser es mi abogado.<br />

A las diez estoy solo en la cafetería. Permanece abierta toda la noche, de modo que la cajera no me presta ninguna atención.<br />

Estoy profundamente sumergido en el lenguaje de las negociaciones preliminares cuando de repente oigo el estornudo delicado<br />

de una joven. Levanto la cabeza y, dos mesas más allá, veo a una paciente en una silla de ruedas, la única persona, aparte de<br />

mí, que hay en la cafetería. Lleva la pierna derecha escayolada a partir de la rodilla y la tiene extendida, ofreciendo una vista de<br />

la parte inferior de la escayola. A juzgar por mis conocimientos médicos a esta altura de mi carrera parece reciente.<br />

Es muy joven y extraordinariamente atractiva. No puedo evitar contemplarla unos segundos antes de concentrarme de nuevo en<br />

mis notas. Luego vuelvo a mirarla. Tiene el cabello oscuro, parcialmente recogido en la nuca. Sus ojos son castaños y parecen<br />

húmedos. Sus marcadas facciones son hermosas, a pesar de una contusión en el lado izquierdo de la mandíbula. Una<br />

desagradable contusión, como las que suelen dejar los puñetazos. Lleva la bata blanca habitual del hospital y bajo la misma<br />

parece casi frágil.<br />

Un anciano con una chaqueta rosada, una de las innumerables almas caritativas que trabajan como voluntarios en Saint Peter,<br />

coloca suavemente un vaso de zumo de naranja sobre la mesa, frente a ella.<br />

–Toma, Kelly –dice como un perfecto abuelo.<br />

–Gracias –responde ella con una leve sonrisa.<br />

–e parecen bien treinta minutos? –pregunta.<br />

–Treinta minutos –asiente al tiempo qué se muerde el labio inferior.<br />

–¿Puedo hacer algo más por ti?<br />

–No, gracias.<br />

Le da unos golpecitos en el hombro y abandona la cafetería.<br />

Estamos solos. Procuro no mirarla, pero es imposible. Me concentro todo el tiempo que puedo en mis papeles y luego levanto<br />

lentamente la cabeza hasta verla. No está directamente enfrente de mí, sino a un ángulo de casi noventa grados. Levanta el vaso<br />

y veo los vendajes de sus muñecas. Todavía no se ha percatado de mi presencia. En realidad, me doy cuenta de que no vería a<br />

nadie aunque la sala estuviera llena de gente. Kelly está en su propio mundo.<br />

Parece tener el tobillo fracturado. La contusión del rostro cumpliría los requisitos de Deck de lesiones múltiples, aunque no<br />

parece haber laceración. Las heridas de las muñecas son desconcertantes. A pesar de su atractivo, no siento la tentación de<br />

acosarla. Parece muy triste y no deseo empeorar su estado de ánimo. Lleva una fina alianza en el anular de la mano izquierda.<br />

No debe de tener más de dieciocho años.<br />

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