legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
Almuerzo solo en la cooperativa vegetariana cerca de nuestro despacho. Habichuelas negras, arroz con salsa de tomate, y una<br />
infusión de hierbas. Siempre que vengo aquí me siento más sano. Como lentamente, revolviendo las alubias y con la mirada<br />
fija en los noventa y dos nombres de la lista. Drummond, con sus ilimitados recursos, utilizará un equipo de investigadores<br />
para localizar a esas personas y explorar sus vidas. Harán cosas como fotografiar en secreto sus casas y sus coches, averiguar si<br />
han estado involucrados en algún proceso judicial, obtener sus referencias financieras e historial laboral, e investigar los trapos<br />
sucios, como posibles divorcios, insolvencias, o cargos penales. Consultarán los archivos públicos para averiguar cuánto han<br />
pagado por sus casas. Lo único prohibido es el contacto personal, ya sea directamente o a través de un intermediario.<br />
Cuando nos reunamos en la sala para elegir a los doce componentes del jurado, Drummond y compañía dispondrán de una<br />
amplia ficha para cada una de esas personas. Dichas fichas serán evaluadas no sólo por él y sus compañeros, sino que también<br />
serán meticulosamente analizadas por un equipo de asesores profesionales para la elección del jurado. En la historia de la<br />
jurisprudencia norteamericana, los asesores para la elección del jurado son una especie relativamente nueva. Suelen ser<br />
abogados con cierto grado de pericia y experiencia en el estudio de la naturaleza humana. Muchos de ellos son también<br />
siquiatras o sicólogos. Circulan por el país y venden sus conocimientos a precios exorbitantes a abogados que puedan<br />
permitírselos.<br />
En la facultad oí la anécdota de un asesor contratado por Jonathan Lake por ochenta mil dólares. El jurado dictó un veredicto<br />
de varios millones y, por consiguiente, los honorarios del asesor eran una menudencia.<br />
Los asesores de Drummond estarán en la sala cuando seleccionemos a los miembros del jurado. Observarán discretamente sus<br />
rostros, el lenguaje corporal, sus atuendos, sus modales...<br />
Yo, por otra parte, tengo a Deck, que es un ejemplar inusual del género humano por derecho propio. Les entregaremos una<br />
copia de la lista a Butch, Booker y cualquier otra persona que pueda reconocer uno o dos nombres. Haremos llamadas<br />
telefónicas, tal vez comprobaremos un par de direcciones, pero nuestro trabajo es mucho más difícil. En general, nos veremos<br />
obligados a elegir a las personas por su aspecto en la sala.<br />
CUARENTA Y UNO<br />
Ahora voy a las galenas por lo menos tres veces por semana, normalmente a la hora de cenar. En realidad, tengo mi propia<br />
mesa en el paseo, junto a la verja del mirador de la pista de patinaje sobre hielo, donde como pollo chow mein y contemplo<br />
cómo patinan los chiquillos. Desde mi mesa tengo también una buena vista de los transeúntes, para que nadie pueda cogerme<br />
por sorpresa. Ha pasado una única vez, sola y, aparentemente, sin dirigirse a ningún lugar en particular. Sentí un poderoso<br />
deseo de unirme a ella, cogerla de la mano y llevarla a alguna tienda elegante donde pudiéramos ocultarnos entre los estantes y<br />
charlar.<br />
Éste es el mayor centro comercial en muchos kilómetros a la redonda y a veces está bastante abarrotado de gente. Observo a las<br />
personas que deambulan y me pregunto si alguna de ellas formará parte de mi jurado. ¿Cómo encuentro noventa y dos personas<br />
entre un millón?<br />
Imposible. Hago lo que puedo con mis recursos. Deck y yo copiamos inmediatamente en cartulinas las fichas de los candidatos,<br />
y llevo permanentemente un juego conmigo.<br />
Estoy sentado aquí esta noche, en el paseo del centro comercial, observando a las personas que circulan, y me saco otra<br />
cartulina del bolsillo: R. C. Badley, dice en mayúsculas. Cuarenta y siete años de edad, blanco, fontanero, acabado el<br />
bachillerato, vive en un suburbio del sudeste de Memphis. Tapo la cartulina para asegurarme de que mi memoria es correcta.<br />
Lo es. He practicado tanto que ya estoy harto de esa gente. Sus nombres están pegados a la pared de mi despacho y paso por lo<br />
menos una hora diaria estudiando lo que ya he memorizado. Próxima ficha: Lionel Barton, veinticuatro años de edad, varón<br />
negro, estudiante universitario a tiempo partido y dependiente en un almacén de repuestos de automóvil, vive en un piso del sur<br />
de Memphis.<br />
Mi modelo ideal como miembro del jurado es un joven negro, que haya terminado por lo menos el bachillerato. La sabiduría<br />
popular confirma que el mejor jurado parada acusación lo constituyen los negros. Sienten afinidad con la víctima y desconfían<br />
de la Norteamérica blanca corporativa. ¿Quién puede reprochárselo?<br />
Mis sentimientos son ambiguos respecto a hombres y mujeres. Según la sabiduría tradicional, las mujeres son más tacañas con<br />
el dinero porque sufren las adversidades de la economía familiar. Son menos propensas a otorgar generosas recompensas,<br />
porque el dinero no acabará nunca en su bolso. Sin embargo, en este caso particular, Max Leuberg es partidario de las mujeres<br />
porque son madres. Ellas sienten el dolor de perder un hijo. Se identificarán con Dot, y si hago bien mi trabajo y logro<br />
enfurecerlas debidamente, procurarán arruinar a Great Benefit. Creo que tiene razón.<br />
Por consiguiente, si pudiera hacerlo a mi manera, el jurado lo formarían doce mujeres negras, preferiblemente con hijos.<br />
Deck, evidentemente, tiene otra teoría. Teme a los negros, porque Memphis está tan racialmente polarizado. Acusador blanco,<br />
acusado blanco, todo el mundo blanco a excepción del juez. ¿Qué puede importarles a los negros?<br />
Éste es un ejemplo perfecto de la falacia que supone estereotipar al jurado según la raza, clase social, edad y educación de sus<br />
componentes. En realidad, nadie puede prever lo que hará cualquiera a la hora de deliberar. He leído todos los libros de la<br />
biblioteca sobre la selección de jurados y tengo tantas dudas ahora como antes de leerlos.<br />
Sólo hay un tipo de persona al que es preciso evitar en este caso: los ejecutivos blancos. Son atroces en casos de daños y<br />
perjuicios. Suelen dirigir las deliberaciones. Son educados, autoritarios, organizados y desprecian a los abogados.<br />
Afortunadamente, suelen estar demasiado ocupados para formar parte de un jurado. He detectado sólo cinco en mi lista y estoy<br />
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