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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Me felicita por mi veredicto. Le doy las gracias, pero prefiero no hablar del tema, por razones que ahora no vienen al caso.<br />

Sospecho que en menos de veinticuatro horas se conocerá en Memphis la noticia de Great Benefit y desaparecerá<br />

inmediatamente la admiración que ahora se me profesa.<br />

–Esa gente está loca –dice al tiempo que arroja la ficha sobre la mesa–. Nos llaman incesantemente, dos veces esta misma<br />

mañana. Mi secretaria ha hablado con el padre de Riker y con uno de sus hermanos.<br />

–¿Qué quieren? –pregunto.<br />

–La muerte para su cliente. Que olvidemos el juicio y la sujetemos ahora mismo a la silla eléctrica. ¿Ha salido de la cárcel?<br />

–Sí.<br />

–¿Está escondida?<br />

–Sí.<br />

–Me alegro. Son tan estúpidos que no comprenden que es ilegal amenazarla. Están enfermos.<br />

Los tres estamos de acuerdo en que los Riker son unos ignorantes y muy peligrosos.<br />

–Morgan no quiere proseguir con los cargos –dice Vance al tiempo que Morgan asiente.<br />

–Es muy sencillo, señor Vance –digo–. Si lo presenta ante el gran jurado, puede que tenga suerte y obtenga una acusación<br />

oficial. Pero si va a juicio, perderá. Les mostraré ese maldito bate de aluminio al jurado y traeré una docena de expertos en<br />

abusos domésticos. La convertiré en un símbolo y ustedes quedarán muy mal intentando condenarla. No conseguirá ni un voto<br />

entre los doce del jurado.<br />

»No me importa lo que haga su familia –prosigo–, pero si le obligan a seguir adelante, lo lamentará. Le odiarán todavía más<br />

cuando el jurado la perdone y salga en libertad.<br />

–Tiene razón, Al –dice_ Morgan–. No habrá forma de condenarla.<br />

Al estaba dispuesto a arrojar la toalla antes de que entráramos en su despacho, pero necesitaba que ambos se lo confirmáramos.<br />

Accede a retirar todos los cargos. Morgan promete mandar un fax de confirmación a primera hora.<br />

Les doy las gracias y me retiro inmediatamente. Los ánimos cambian rápidamente. Estoy solo en el ascensor y no puedo evitar<br />

sonreírme al verme reflejado en la placa de bronce de los botones. ¡Se retirarán todos los cargos! ¡Para siempre!<br />

Voy casi corriendo por el aparcamiento hasta mi coche.<br />

La bala se disparó desde la calle, perforó la ventana del vestíbulo, dejó un agujero de un centímetro de diámetro, atravesó<br />

también el tabique y se empotró en la pared. Deck estaba en la sala cuando oyó el disparo. La bala le pasó a tres metros de<br />

distancia. No se acercó inmediatamente a la ventana, sino que se ocultó bajo la mesa y esperó unos minutos.<br />

A continuación cerró la puerta con llave y esperó a que llegara alguien, pero no vino nadie. Ocurrió alrededor de las diez y<br />

media, cuando yo estaba reunido con Al Vance. Al parecer nadie vio al pistolero. Nunca sabremos si alguien más oyó el<br />

disparo. El ruido ocasional de armas de fuego no es inusual en esta parte de la ciudad.<br />

La primera llamada de Deck fue a Butch, que estaba dormido. Al cabo de veinte minutos llegó al despacho, armado hasta los<br />

dientes, y procuró tranquilizar a Deck.<br />

Están examinando el agujero de la ventana cuando llego y Deck me cuenta lo sucedido. Estoy seguro de que Deck tiembla y se<br />

estremece incluso cuando está profundamente dormido, pero ahora realmente tiembla. Nos dice que está bien, pero le tiembla<br />

la voz. Butch dice que esperará debajo de la ventana y los sorprenderá si regresan. En su coche lleva dos escopetas y un rifle de<br />

asalto AK47. Que Dios ayude a los Riker si piensan pasar de nuevo para disparar.<br />

No logro localizar a Booker por teléfono. Ha salido de la ciudad con Marvin Shankle para tomar declaraciones, por lo que<br />

decido escribirle una pequeña carta para comunicarle que lo llamaré más tarde.<br />

Deck y yo nos decidimos por un almuerzo privado, lejos de grupos de admiradores y de balas perdidas. Compramos unos<br />

bocadillos y nos los comemos en la cocina de la señorita Birdie. Butch está aparcado en el camino de la casa, detrás de mi<br />

Volvo. Si hoy no logra disparar su AK47, se llevará una terrible decepción.<br />

Ayer se limpió la casa, que ahora huele bien y, temporalmente, sin su habitual aire enmohecido. Está lista para la llegada de la<br />

señorita Birdie.<br />

El trato que hemos hecho es simple y satisfactorio. Deck se queda con las fichas que quiera y yo recibo dos mil dólares,<br />

pagaderos dentro de noventa días. Se asociará con otros abogados si le parece necesario. También distribuirá los casos que no<br />

le interesen. Se le devolverán a Booker los casos de Ruffin. No le gustará, pero qué le vamos a hacer.<br />

Organizar las fichas es fácil. Es lamentable los pocos clientes y casos que hemos acumulado en seis meses.<br />

El bufete tiene tres mil cuatrocientos dólares en el banco y unas cuantas facturas pendientes.<br />

Hablamos de los detalles mientras comemos y el aspecto comercial de nuestra separación es fácil. El vínculo personal ya no lo<br />

es tanto. Deck no tiene futuro. No puede aprobar el examen de colegiatura y no tiene adónde ir. Pasará unas semanas<br />

resolviendo mis casos, pero no puede ejercer sin un Bruiser o un Rudy que dé la cara. Ambos lo sabemos, pero no lo<br />

comentamos.<br />

Me confiesa que está sin blanca. –¿Apostando? –pregunto.<br />

–Sí. Los casinos. No puedo mantenerme alejado de ellos. Ahora está relajado, casi anestesiado. Le da un gran mordisco a un<br />

bocadillo y mastica ruidosamente.<br />

Cuando abrimos nuestro bufete el verano pasado acabábamos de recibir una compensación a partes iguales del caso de Van<br />

Landel. Disponíamos de cinco mil quinientos dólares cada uno y aportamos dos mil cada uno. Yo tuve que recurrir varias veces<br />

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