legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
a mis ahorros, pero tengo dos mil ochocientos en el banco, que he ahorrado viviendo austeramente, e ingresando algún dinero<br />
siempre que he podido. Deck tampoco se lo gasta. Lo desperdicia en las mesas de juego.<br />
–Anoche hablé con Bruiser –dice, y no me sorprende. –¿Donde está?<br />
–En Las Bahamas. –¿Está Prince con él? –Sí.<br />
Ésa es una buena noticia. Estoy seguro de que Deck lo sabía hace mucho tiempo.<br />
–De modo que lo han logrado –digo mientras miro por la ventana, e intento imaginarlos con sombreros de paja y gafas de sol,<br />
puesto que siempre vivían a oscuras.<br />
–Sí. No sé cómo lo lograron. Hay cosas que no se preguntan –dice Deck con la mirada en blanco y aspecto meditabundo.<br />
–¿Sabías que el dinero está todavía aquí?<br />
–¿Cuánto?<br />
–Cuatro millones, al contado. Lo que ahorraron en los clubes.<br />
–¿Cuatro millones?<br />
–Sí. Están escondidos en el sótano de un almacén. Aquí en Memphis.<br />
–¿Y cuánto te ofrecen?<br />
–El diez por ciento si lo hago llegar a Miami. Bruiser dice que él puede ocuparse del resto.<br />
–No lo hagas, Deck. –No hay peligro.<br />
–Te descubrirán y acabarás en la cárcel.<br />
–Lo dudo. Los federales han dejado de vigilar. No saben<br />
nada del dinero. Se supone que Bruiser se llevó lo que quiso y no<br />
necesita más.<br />
–¿Lo necesita?<br />
–No lo sé. Pero estoy seguro de que lo quiere.<br />
–No 10 hagas, Deck.<br />
–Es pan comido. El dinero cabe en una pequeña furgoneta. Bruiser dice que se tardará dos horas a lo sumo en cargarlo. Luego<br />
conduciré la furgoneta a Miami y esperaré instrucciones. En cuestión de dos días me haré rico.<br />
En su voz hay un tono remoto. No me cabe la menor duda de que lo intentará. Él y Bruiser han estado planeándolo. He dicho lo<br />
suficiente. Además, no me escucha.<br />
Salimos de la casa de la señorita Birdie y nos dirigimos a mi piso. Deck me ayuda a trasladar algunos bultos a mi coche, que ya<br />
tiene lleno el maletero y la mitad del asiento trasero. No voy a regresar al despacho, de modo que nos despedimos junto al<br />
garaje.<br />
–No te reprocho que te vayas –dice.<br />
–Ten cuidado, Deck.<br />
Nos damos un abrazo y, durante unos segundos, se me forma un nudo en la garganta.<br />
–¿Te das cuenta, Rudy, de que has dejado tu huella en los anales de la historia?<br />
–Lo hemos hecho juntos.<br />
–Sí, ¿y qué hemos ganado a fin de cuentas?<br />
–Podemos presumir.<br />
Nos estrechamos la mano y los ojos de Deck están húmedos. Veo cómo se aleja por el camino y sube al coche de Butch.<br />
Le escribo una larga carta a la señorita Birdie y prometo llamarla. Se la dejo sobre la mesa de la cocina, porque estoy seguro de<br />
que no tardará en llegar. Inspecciono una vez más la casa y me despido de mi piso.<br />
Acudo a una sucursal de mi banco y cierro mi cuenta. Un fajo de veintiocho billetes de cien dólares tiene un tacto agradable.<br />
Los oculto bajo la esterilla.<br />
Casi ha oscurecido cuando llamo a la puerta de los Black. Dot abre y casi sonríe al verme.<br />
La casa está oscura y silenciosa, todavía de luto. Me pregunto si jamás cambiará. Buddy está en cama con la gripe.<br />
Mientras nos tomamos un café instantáneo, le cuento delicadamente lo de la insolvencia de Great Benefit y que una vez más ha<br />
sido víctima de un fraude. A no ser que se produzca un milagro en un futuro lejano, no recibiremos un centavo. No me<br />
sorprende su reacción.<br />
Parece haber varias razones complejas que han provocado la<br />
muerte de la compañía, pero en este momento Dot prefiere pensar que ha sido ella quien ha apretado el gatillo. Se le iluminan<br />
los ojos y se refleja una enorme felicidad en su rostro cuando asimila la noticia. Los ha arruinado. Una decidida mujer de<br />
Memphis, Tennessee, ha arruinado a esos hijos de perra.<br />
Mañana acudirá a la tumba de Donny Ray y se lo contará.<br />
Kelly espera impaciente en la sala de estar, con Betty Norvelle. Tiene en las manos una pequeña bolsa negra que le compré<br />
ayer, con algunos artículos de baño y unas prendas que le han regalado en el hogar. Contiene todas sus posesiones.<br />
Firmamos los papeles necesarios y le damos las gracias a Betty. Nos cogemos de la mano cuando nos dirigimos al coche.<br />
Respiramos hondo cuando estamos dentro del vehículo y nos alejamos.<br />
El revólver está debajo del asiento, pero he dejado de preocuparme.<br />
–¿Hacia dónde, querida? –pregunto al llegar a la autopista de circunvalación.<br />
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