legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...
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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />
–De la universidad. ¿Dónde estudiaste?<br />
–En Austin Peay y luego en la Facultad de Derecho de la Universidad de Memphis.<br />
–Siempre había querido ir a la universidad, pero no salieron así las cosas. ¿Eres de Memphis?<br />
–Nací aquí, pero me crié en Knoxville. ¿Y tú?<br />
–De una pequeña ciudad a una hora de aquí. Nos marchamos cuando quedé embarazada. Mi familia se sentía humillada. Los<br />
padres de mi marido son unos indeseables. Era el momento de marcharse.<br />
Aquí hay asuntos familiares sumamente desagradables casi a flor de piel de los que prefiero mantenerme alejado. Ha<br />
mencionado ya dos veces su embarazo, cuando era totalmente innecesario. Pero se siente sola y le apetece hablar.<br />
–¿De modo que os trasladasteis a Memphis?<br />
–Huimos a Memphis, nos casamos ante un juez de paz, una ceremonia realmente elegante, y luego tuve el aborto.<br />
–¿A qué se dedica tu marido?<br />
–Conduce una excavadora. Bebe como un condenado. Es un ex jugador que todavía sueña con el béisbol de primera división.<br />
No le había preguntado tanto. Supongo que él debía de ser un admirado atleta en el instituto, ella la animadora más atractiva, y<br />
formaron la perfecta pareja norteamericana, el señor y la señora del instituto de Podunk, la más hermosa, la más apuesta, la más<br />
atlética, la que más probabilidades tiene de éxito, hasta que una noche olvidan el preservativo y llega la catástrofe. Por alguna<br />
razón deciden no abortar. Puede que terminen sus estudios en el instituto y puede que no. Avergonzados, huyen de Podunk<br />
para refugiarse en el anonimato de la gran ciudad. Después del aborto involuntario, el idilio toca a su fin y al despertar<br />
descubren que ha llegado la vida real.<br />
Él todavía sueña con la fama y la fortuna del deporte de élite. Ella siente nostalgia de la vida sin preocupaciones que apenas<br />
acaba de pasar y sueña con una universidad que nunca verá.<br />
–Lo siento –dice– No debí haberlo mencionado.<br />
–Eres lo bastante joven para ir a la universidad –respondo.<br />
Se ríe de mi optimismo, como si dicho sueño estuviera muerto y sepultado desde hace mucho.<br />
–No terminé mis estudios secundarios.<br />
¿Qué puedo responderle? Soltarle un ridículo discurso de aliento, decirle que puede terminar sus estudios en la escuela<br />
nocturna, que está a su alcance si realmente lo desea.<br />
–¿Trabajas? –pregunto en su lugar.<br />
–De vez en cuando. ¿Qué clase de abogado quieres ser?<br />
–Me gustan los juicios. Me gustaría ejercer mi carrera en los juzgados.<br />
–¿Representando delincuentes?<br />
–Tal vez. Tienen derecho a ser oídos en la sala y a una buena <strong>defensa</strong>.<br />
–¿Asesinos?<br />
–Sí, pero la mayoría no pueden pagar a un abogado particular.<br />
–¿Violadores y personas que abusan de los menores?<br />
–No –respondo con el entrecejo fruncido después de reflexionar unos instantes.<br />
–¿Hombres que maltratan a sus esposas?<br />
–No, nunca.<br />
Lo digo con toda sinceridad y, además, tengo ciertas sospechas respecto a sus heridas. Considera mis preferencias aceptables.<br />
–La <strong>defensa</strong> penal es una especialidad inusual –aclaro. Es probable que me concentre primordialmente en casos civiles.<br />
–Pleitos y demandas.<br />
–Sí, eso es. Derecho civil.<br />
–¿Divorcios?<br />
–Prefiero evitarlos. Es un trabajo muy desagradable.<br />
Hace esfuerzos considerables para mantener la conversación de mi lado, alejada de su pasado y ciertamente, de su presente. No<br />
me importa. Las lágrimas pueden aparecer inesperadamente y no deseo estropear la conversación. Quiero que perdure.<br />
Se interesa por mis experiencias en la universidad: los estudios, las fiestas, las sociedades, la vida en las residencias, los<br />
exámenes, los profesores y los viajes. Ha visto muchas películas y tiene una idea romántica de cuatro años perfectos en un<br />
bonito campus, con las hojas de los árboles amarillas y luego rojas en otoño, estudiantes con jersey que compiten para formar<br />
parte del equipo y nuevas amistades que duran toda una vida. Esta pobre chica, que no llegó a terminar sus estudios<br />
secundarios, tiene sueños maravillosos. Su lenguaje es perfecto y su vocabulario más amplio que el mío. Me confiesa con<br />
reticencia que se habría graduado en el primer o segundo lugar de su promoción de no haber sido por su idilio juvenil con Cliff,<br />
el señor Riker.<br />
Con poco esfuerzo realzo los días de gloria de mis estudios universitarios, pasando por alto hechos tan esenciales como el de<br />
haber trabajado cuarenta horas semanales repartiendo pizzas para pagarme los estudios.<br />
Quiere que le hable de mi bufete y estoy en plena reelaboración fantástica de J. Lyman y sus dependencias cuando suena el<br />
teléfono a dos mesas de distancia. Le digo que me llaman del despacho y me disculpo.<br />
Bruiser me llama desde Yogi's, borracho, acompañado de Prince. Les divierte que esté donde estoy mientras ellos se<br />
emborrachan y apuestan por cualquier cosa que transmita el canal deportivo. El ruido de fondo parece el de una manifestación.<br />
–¿Cómo va la pesca? –exclama Bruiser por teléfono.<br />
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