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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

Ver a Kelly me levanta el ánimo. Volvemos a comer comida china en su habitación, con la puerta cerrada con llave y mi<br />

revólver bajo la chaqueta.<br />

Nos embargan tantas emociones que compiten por nuestra atención que la conversación no es fácil. Le cuento lo de Great<br />

Benefit y le sabe mal, sólo porque me ve muy desilusionado. El dinero no significa nada para ella.<br />

Unas veces nos reímos y otras casi lloramos. Le preocupa el mañana y el pasado mañana y lo que la policía haga o descubra. El<br />

clan Riker la aterra. Empiezan a cazar a los cinco años. Las armas son algo habitual en su vida. Le asusta la perspectiva de<br />

volver a la cárcel, aunque le prometo que no ocurrirá. Si la policía y la acusación se ponen duros, les contaré la verdad.<br />

Menciono lo sucedido anoche y es incapaz de hablar de ello. Echa a llorar y pasamos mucho rato sin hablar.<br />

Abro la puerta y avanzo sigilosamente por el oscuro pasillo y a través de la extensa casa, hasta encontrar a Betty Norvelle<br />

mirando sola la televisión en la sala de estar. Conoce los más mínimos detalles de lo sucedido anoche. Le cuento que Kelly está<br />

demasiado desanimada para dejarla sola en este momento. Debo quedarme con ella y dormiré en el suelo si es necesario. A<br />

pesar de la rigurosa prohibición respecto a la estancia de hombres en la casa, decide hacer una excepción en este caso.<br />

Nos acostamos juntos en la pequeña cama, sobre las sábanas y las mantas, abrazados. Yo no dormí anoche, he hecho una<br />

pequeña siesta por la tarde, y me siento como si apenas hubiera dormido en una semana. No quiero abrazarla demasiado fuerte,<br />

porque temo hacerle daño. Me quedo dormido.<br />

CINCUENTA Y TRES<br />

Puede que la defunción de Great Benefit sea una gran noticia en Cleveland, pero en Memphis no le importa prácticamente a<br />

nadie. No se menciona en el periódico del miércoles. Aparece un breve artículo sobre Cliff Riker. La autopsia ha revelado que<br />

murió como consecuencia de varios golpes en la cabeza, con algún objeto contundente. Su viuda ha sido detenida y puesta en<br />

libertad. Su familia clama justicia. El funeral se celebrará mañana, en la pequeña ciudad de la que él y Kelly huyeron.<br />

Mientras Deck y yo hojeamos el periódico, llega un fax del despacho de Peter Corsa. Es una copia de un largo artículo de<br />

primera plana de un periódico de Cleveland, donde se habla de los últimos sucesos en el escándalo de PinnConn. Por lo menos<br />

dos grandes jurados entran en acción. Se presentan cantidades extraordinarias de demandas contra la compañía y empresas<br />

subsidiarias, particularmente Great Benefit, cuya solicitud de insolvencia merece un considerable estudio aparte. La actividad<br />

es asombrosa entre los abogados.<br />

M. Wilfred Keeley fue detenido ayer por la tarde en el aeropuerto de Nueva York, cuando esperaba para embarcar en un avión<br />

destino a Londres. Le acompañaba su esposa y aseguró que sólo iban de vacaciones. Sin embargo, no pudieron facilitar el<br />

nombre de un solo hotel en Europa donde los esperaran.<br />

Al parecer, las compañías han sido saqueadas en los dos últimos meses. Al principio, el dinero se utilizó para cubrir malas<br />

inversiones, pero luego empezó a distribuirse por paraísos fiscales en el mundo entero. En todo caso, ha desaparecido.<br />

La primera llamada del día procede de Leo Drummond. Me habla de Great Benefit como si no supiera nada. Charlamos<br />

brevemente y es difícil decidir quién está más deprimido. Ninguno de nosotros cobrará por la batalla que hemos librado. No<br />

comenta la pelea con su ex cliente sobre mi oferta. Claro que su anterior cliente tampoco está en condiciones de demandarlo<br />

por representación indebida. En realidad, Great Benefit ha eludido el veredicto del caso Black y, por consiguiente, tampoco<br />

puede alegar que la representación de Drummond haya sido indebida. Trent & Brent se ha ahorrado un buen quebradero de<br />

cabeza.<br />

La segunda llamada es de Roger Rice, el nuevo abogado de la señorita Birdie. Me felicita por el veredicto. Si lo supiera... Dice<br />

que no ha dejado de pensar en mí desde que vio mi fotografía en el periódico dominical. La señorita Birdie intenta modificar su<br />

testamento y están hartos de ella en Florida. Delbert y Randolph consiguieron por fin su firma en un documento de elaboración<br />

casera, con el que acudieron a los abogados de Atlanta e insistieron en conocer los detalles de los bienes de su madre. Los<br />

abogados se negaron. Los hermanos siguieron en Atlanta un par de días. Uno de los abogados llamó a Roger Rice y la verdad<br />

salió a relucir. Delbert y Randolph le preguntaron a bocajarro si su madre poseía veinte millones de dólares. Él no pudo evitar<br />

echarse a reír y eso molestó a los muchachos. Por fin llegaron a la conclusión de que su madre les tomaba el pelo y regresaron<br />

a Florida.<br />

El lunes por la noche, la señorita Birdie llamó a Roger Rice a su casa y le comunicó que regresaba a Memphis. Le dijo que<br />

había estado intentando llamarme, pero yo parecía estar muy ocupado. El señor Rice le habló del juicio y del veredicto de<br />

cincuenta millones de dólares, lo cual pareció complacerla enormemente.<br />

–Estupendo –exclamó–. No está mal para un jardinero. Pareció alegrarse muchísimo de que fuera rico.<br />

En todo caso, Rice quiere advertirme que puede llegar en<br />

cualquier momento. Le doy las gracias.<br />

Morgan Wilson ha estudiado a fondo la ficha de Riker y no es partidaria de proseguir con los cargos. Pero su jefe, Al Vance,<br />

está indeciso. Entro con ella en su despacho.<br />

Vance fue elegido como fiscal del distrito hace muchos años y logra que le reelijan con mucha facilidad. Tiene unos cincuenta<br />

años y en otra época aspiró a ocupar altos cargos políticos. La oportunidad nunca se presentó y se ha contentado con su fiscalía.<br />

Tiene una cualidad inusual entre fiscales: no le gustan las cámaras.<br />

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