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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

–¿Dónde está la víctima? –interrumpe el juez.<br />

–Ha optado por no comparecer –responde la fiscal.<br />

–Por qué? –pregunta el juez.<br />

Porque está en una silla de ruedas, quiero exclamar.<br />

La fiscal se encoge de hombros, como si no lo supiera y, además, como si realmente no le importara. El abogado de Cliff<br />

también se encoge de hombros, como si lo sorprendiera que la mujer no estuviera presente para mostrar sus lesiones.<br />

La fiscal es una persona muy ocupada, con docenas de casos para presentar antes del mediodía. Relata brevemente un resumen<br />

de los hechos, la detención y la falta de pruebas, debido a que la víctima no está dispuesta a declarar.<br />

–Ésta es la segunda vez –declara el juez con la mirada fija en Cliff– ¿Por qué no se divorcia de ella antes de que la mate?<br />

–Estamos buscando ayuda, su señoría –responde Cliff en un tono plañidero, claramente fingido.<br />

–Pues dense prisa. Si vuelve a comparecer con una acusación semejante, no sobreseeré el caso. ¿Me ha comprendido?<br />

–Sí, señor –responde Cliff, como si lamentara enormemente la molestia.<br />

Se le entregan los documentos al juez y éste los firma, sin dejar de mover la cabeza. Caso sobreseído.<br />

Una vez más no se ha oído la voz de la víctima. Está en casa con un tobillo fracturado, pero no ha sido eso lo que le ha<br />

impedido comparecer. Está escondida porque prefiere no recibir otra paliza. Me pregunto el precio que habrá pagado por retirar<br />

la denuncia.<br />

Cliff estrecha la mano de su abogado, avanza con arrogancia por el pasillo, pasa junto a mi banco y sale por la puerta libre para<br />

hacer lo que se le antoje con toda inmunidad, porque ella no tiene quien la ayude.<br />

Hay una lógica frustrante en esta administración de justicia. A poca distancia, con sus monos anaranjados y debidamente<br />

esposados, hay un grupo de violadores, asesinos y narcotraficantes. La administración apenas dispone de tiempo para ocuparse<br />

de esos maleantes, e implementar algún nivel de justicia. ¿Cómo cabe esperar que se interese por los derechos de una mujer<br />

maltratada?<br />

Mientras yo me examinaba la semana pasada, Deck hacía llamadas telefónicas. Encontró la nueva dirección y número de<br />

teléfono de los Riker. Acababan de trasladarse a un gran complejo de pisos, al sudeste de Memphis. Un dormitorio,<br />

cuatrocientos dólares mensuales. Cliff trabaja en una compañía naviera, no lejos de nuestras oficinas, en un muelle no<br />

sindicado. Deck sospecha que gana unos siete dólares por hora. Su abogado no es más que otro picapleitos del millón que hay<br />

en esta ciudad.<br />

Le he contado a Deck la verdad acerca de Kelly. Me dijo que le parecía importante saberlo, porque de ese modo, cuando me<br />

vuele la cabeza con una escopeta, podrá contarle a todo el mundo por qué lo hizo.<br />

También me ha aconsejado que la olvide. Sólo puede traerme problemas.<br />

Hay una nota sobre mi escritorio diciéndome que acuda inmediatamente al despacho de Bruiser. Está solo tras su mesa<br />

descomunal, hablando por teléfono, el de su derecha. Hay otro a su izquierda y otros tres dispersos por la sala. Uno en su<br />

coche, otro en su maletín y el que me entregó para poder estar en contacto conmigo veinticuatro horas al día.<br />

Hace una seña para que me siente, levanta sus ojos negros y rojos al techo, como si estuviera hablando con algún chiflado, y<br />

emite un gruñido de afirmación en dirección al teléfono. Los tiburones están dormidos u ocultos tras alguna roca. El filtro del<br />

acuario zumba y burbujea.<br />

Deck me ha susurrado confidencialmente que Bruiser gana entre trescientos y quinientos mil dólares anuales en el bufete.<br />

Resulta difícil creerlo al contemplar su abigarrado despacho. Tiene a cuatro asociados acechando en la maleza, a la caza de<br />

víctimas de accidentes. (Y ahora me tiene a mí.) Deck logró hacerse con cinco casos el año pasado, que le aportaron a Bruiser<br />

ciento cincuenta mil. Tiene un montón de casos de drogas, y se ha ganado la reputación en el campo del narcotráfico de que es<br />

un abogado en quien se puede confiar. Pero, según Deck, los verdaderos ingresos de Bruiser Stone proceden de sus<br />

inversiones. Está involucrado, pero nadie sabe hasta qué punto, y el gobierno federal intenta averiguarlo desesperadamente, en<br />

los negocios topless de Memphis y Nashville. Es un sector en el que se mueve mucho dinero al contado, de modo que no hay<br />

forma de saber cuánto le reporta.<br />

Se ha divorciado tres veces, según me cuenta Deck mientras se come un grasiento bocadillo en el local de Trudy, tiene tres<br />

hijos adolescentes que, comprensiblemente, viven con sus respectivas madres, le gusta la compañía de las jóvenes animadoras<br />

de los clubes, bebe y apuesta demasiado, y por mucho dinero que tenga en sus manos, nunca es el suficiente para sentirse<br />

satisfecho.<br />

La policía federal lo detuvo hace siete años y lo acusó de practicar negocios ¡legales, pero el gobierno no tuvo la más mínima<br />

oportunidad. Al cabo de un año se retiraron los cargos, Deck me ha confesado que le preocupa la investigación del FBI de los<br />

bajos fonos de Memphis, en la que aparecen constantemente los nombres de Bruiser Stone y Prince Thomas, su mejor amigo.<br />

Deck asegura también que la conducta de Bruiser es ligeramente inusual: bebe demasiado, se enoja con mayor facilidad y<br />

chilla y protesta más de lo habitual en el despacho.<br />

Hablando de teléfonos. Deck está convencido de que el FB1 ha intervenido todos los teléfonos de nuestro bufete, incluido el<br />

mío. También cree que han instalado micrófonos en las paredes. No sería la primera vez, afirma con absoluta seriedad. Y ten<br />

cuidado también en Yogi's.<br />

Ayer por la tarde me dejó con esta reconfortante idea. Si apruebo el examen de colegiatura, me largo en cuanto tenga un poco<br />

de dinero en el bolsillo.<br />

Por fin, Bruiser cuelga el teléfono y se frota sus irritados ojos.<br />

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