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legítima defensa (the rainmaker) - john grisham - Juventud ...

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John Grisham Legítima <strong>defensa</strong><br />

mientras charlamos. Siente curiosidad por mi vida sexual y le aseguro que actualmente es inexistente. Le comunico que el<br />

negocio prospera. Él trabaja día y noche. Charlene quiere tener otro hijo, pero puede que no sea fácil dejarla embarazada. No<br />

está nunca en casa.<br />

La vida de un abogado ajetreado.<br />

TREINTA Y NUEVE<br />

Sabíamos que estaba en el correo, pero la decisión con que pisa al andar me indica que ha llegado. Deck entra alegremente en<br />

mi despacho, agitando el sobre en la mano.<br />

–¡Ha llegado! ¡Ha llegado! ¡Somos ricos!<br />

Abre el sobre, extrae delicadamente el cheque y lo deposita con suavidad sobre mi escritorio. Lo admiramos. ¡Veinticinco mil<br />

dólares de State Farm! Es Navidad.<br />

Puesto que Derrick Dogan utiliza todavía muletas para andar, acudimos inmediatamente a su casa con los documentos<br />

necesarios. Firma donde le indicamos y le entregamos el dinero. Él recibe exactamente dieciséis mil seiscientos sesenta y siete<br />

dólares, y nosotros ocho mil trescientos treinta. Deck quería cobrarle los gastos de copias, correo, llamadas telefónicas y otros<br />

varios, que la mayoría de los abogados acostumbra a cobrar a sus clientes, en el momento de la liquidación, pero yo me he<br />

negado.<br />

Nos despedimos de él, le deseamos buena suerte y procuramos manifestar cierta tristeza respecto a lo sucedido. No es fácil.<br />

Hemos decidido quedarnos con tres mil cada uno y dejar el resto en el fondo del bufete, para los inevitables meses de penuria<br />

en el futuro. Vamos a almorzar en un elegante restaurante del este de Memphis, por cuenta del bufete. El bufete tiene ahora una<br />

tarjeta de crédito oro, expedida por una sucursal bancaria desesperada, cuyo director está impresionado por mi rango social<br />

como abogado. Contesté con evasivas las preguntas referentes a insolvencias previas. Deck y yo nos hemos comprometido con<br />

un apretón de manos a no utilizar dicha tarjeta sin el consentimiento de ambos.<br />

Cojo mis tres mil y me compro un coche. Evidentemente no es nuevo, pero no he dejado de soñar con él desde que supimos<br />

con certeza que el caso Dogan estaba resuelto. Es un Volvo DL de mil novecientos ochenta y cuatro, azul, con cuatro<br />

velocidades y overdrive, en muy buen estado y con sólo doscientos mil kilómetros. Es poco para un Volvo. Su primer y único<br />

propietario era un banquero, a quien le gustaba revisarlo personalmente.<br />

He considerado la posibilidad de comprarme un coche nuevo, pero no puedo soportar la idea de endeudarme.<br />

Es mi primer coche de abogado. Me dan trescientos dólares por mi Toyota y los invierto en comprar un teléfono para mi nuevo<br />

vehículo. Rudy Baylor va llegando lentamente.<br />

Hace varias semanas decidí que no pasarla la Navidad en esta ciudad. Los recuerdos del año pasado son todavía demasiado<br />

dolorosos. Estaré solo y será más fácil si me ausento. Deck ha mencionado la posibilidad de que pasáramos juntos las fiestas,<br />

pero no ha sido más que una sugerencia vaga desprovista de detalles. Le he dicho que probablemente me reunirla con mi<br />

madre.<br />

Cuando mi madre y Hank no están de viaje en su furgoneta aparcan el vehículo tras una pequeña casa que él tiene en Toledo.<br />

Nunca he visto la casa, ni la furgoneta, ni estoy dispuesto a pasar la Navidad con Hank. Mi madre me llamó poco después del<br />

día de Acción de Gracias, con una vaga invitación para pasar las fiestas con ellos. Le respondí que no podría porque estaba<br />

muy ocupado. Le mandaré una felicitación.<br />

No me desagrada mi madre, simplemente hemos dejado de hablarnos. El distanciamiento ha sido gradual, sin ningún incidente<br />

desagradable con austeras palabras que uno tarda años en olvidar.<br />

Según Deck, el sistema jurídico se paraliza desde el quince de diciembre hasta después de Año Nuevo. No se celebran juicios<br />

ni vistas. Los abogados se dedican a celebrar fiestas en sus bufetes y almuerzos para el personal. Es un momento ideal para<br />

abandonar la ciudad.<br />

Guardo los documentos del caso Black en el maletero de mi reluciente Volvo, junto con unas mudas, y me lanzo a la carretera.<br />

Circulo sin rumbo fijo por pequeñas carreteras de dos carriles, en dirección noroeste, hasta encontrarme con nieve en Kansas y<br />

Nebraska. Duermo en moteles baratos, me alimento de comida rápida y contemplo el paisaje. Una tormenta invernal ha asolado<br />

las praderas del norte. Hay montañas de nieve junto a las carreteras. Las llanuras están tan blancas e inmóviles como cúmulos<br />

caídos del cielo.<br />

Me siento estimulado por la soledad de la carretera.<br />

Es el veintitrés de diciembre cuando llego finalmente a Madison, Wisconsin. Encuentro un pequeño hotel, con comida caliente<br />

en su acogedor restaurante, y recorro las calles del centro de la ciudad, de tienda en tienda como cualquiera. Hay ciertos<br />

aspectos de la Navidad que no echo de menos.<br />

Me siento en un banco helado del parque, con los pies sobre la nieve, y escucho un apasionado concierto de villancicos. Nadie<br />

en el mundo sabe dónde estoy, en qué ciudad ni en qué estado. Adoro esa libertad.<br />

Después de cenar y tomar unas copas en el bar del hotel llamo a Max Leuberg, que ha recuperado su cátedra de Derecho en<br />

esta facultad. He hablado con él aproximadamente una vez al mes para pedirle consejos, y me ha invitado a que lo visitara. Le<br />

he mandado copias de los documentos más importantes, junto a copias de las alegaciones, la instrucción escrita y la mayoría de<br />

las declaraciones. La caja pesaba seis kilos y me costó casi treinta dólares el envío. Deck estuvo de acuerdo.<br />

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